Mientras discurro me lo curro y
mientras tu andas, yo llego aunque sea a gatas. El cueces o enriqueces, siempre
termina con “eces”, vale sí, lo escribo
sin H, pero suena igual que huele. El
talento es un arte que no todos tenemos y para cuando tu discurras si el mío es
bueno, o mejor que el tuyo, yo estaré escribiendo tus memorias, o quizá un
cuento de buenas noches. O quizá un discurso sin curso previo, o una previa
para enamorados...
No tengo más que la vergüenza
justa para ser elegante cuando hay que serlo, y la mierda que llevo dentro, la saco como cualquiera, apretando.
Las cosas son como vienen y los
males, malos compañeros. Los ricos aprietan impasibles hasta que ahogan y los pobres son
los que se apean de una felicidad cada vez más invisible. Ya no se palpa la piel
con la mirada, ni con los dedos se dibuja en
tu vientre Jesús… Las lágrimas son cada vez más largas y las preguntas se
amontonan, y hasta las respuestas se preguntan pa qué hemos venio…
A veces el sí quiere decir no, y
el no significa nada. Ha llegado un
momento que hasta el valor tiene un precio. Llegado este instante, donde el
hambre es como un juego y la sed un desastre. Momentos en los que alejarse
cuesta tanto que te mueres por morirte, y te aburres de mirarte en un espejo
sin fondo, y en un fondo que se funde en la nada. una sin razón... Harto de aparentar y harto de
no ser más que un número en una etiqueta de cartón. Harto de rezar la misma
oración. Harto de estar harto…
En mis sueños hay deseos por
cumplir y venganzas que no cumpliré. En mis sueños hay ilusiones y canciones
que jamás escribí. Hay recuerdos a montones y montones de pecados que cometí. En
mis sueños, está la noche que te conocí. Una noche cualquiera a una hora y no
sé cuantos minutos nos besamos con frenesí. También tengo miles de verbos que
inventé para mí. Tengo millones de palabras que un día conjugué con tu sentir. En
mis sueños llegué, te vi y me vencí…
Pero en la vida real te machaco
cuando quieras. Te brindo el empiece del torneo de versos y rimas.
Estoy muy seguro de escribir lo
que digo, porque lo arranqué de mis días de niño. Lo llevo en mis venas, y si
no lo sabes, es porque no me has leído. No te culpo, yo tampoco leería a un autodidacta
fantasioso e imaginativo que suspira deseoso, ser, bajo la sombre del recuerdo,
un escritor famoso. No leería a un tipo sin premios ni laureles, ni le daría mi
admiración ni mis rojos claveles.
Porque la rima me llega, aparece entre mis
ideas y se queda. Rimar siempre parece fácil cuando la lees en los libros de clase.
Puedo rimarte el pan con el vino, como hizo nuestro señor, en un milagro divino. Puedo
emparejar la sonrisa de tus labios con el azar y devolverle a la vida mis años
de libertad. Puedo rimar una suma con un más y hasta el resultado final, te lo
rimo sin ningún mal. Puedo pensar mientras escribo, puedo sentir mientras te
vivo. Por poder, puedo dejar de soñar, dejar de esperar y hasta dejar de
dejar. Por poder hasta te puedes olvidar de todo lo que has leído. Mis apuestas no van diez a uno, son más simples, cada uno lo suyo. No me creo más listo que el hambre, porque es esta vida, que es como un enjambre, el más pintado te pinta un Picasso, por eso escucha a tu razón... y hazle caso.
Un breve cuento para mis
lectores..
-Todo caballero tiene su escudo de armas… el mío tiene forma de mi
corazón y lo tenéis vos.
-O no, querido mío, usted no lo trajo consigo, lo debió dejar olvidado.
-Señora, por favor no dudéis de mis palabras, son sinceras cada una de
ellas, son fieles y dignas para ser
escuchadas.
-Querido. Le repito que no tengo en mí su corazón…
-Señora, le digo yo que sí. Por favor, cierre sus ojos y saboree el último
beso que le di… ¿Lo recuerda ahora? Nota los matices de mi pasión y la marca de
morder que le dejé en su labio superior… justo ahí. ¿Recuerda ese sabor, esta
marca… mi Señora? Ese es mi corazón…
-Si, querido, ahora lo siento arder de nuevo en mi vientre… como la otra
vez.
Cuando menos te lo esperas, va
uno y te explica un cuento…
Lorenzo López