Hay momentos en la
vida que los recuerdos se acumulan de lo más seguido. Semejante ha como se sucede
el tic tac de un reloj. El tiempo pasa y nos muestra cada una de las partes por
las que hemos caminado, mientras otras cosas sucedían. Buenas o malas, dulces o
amargas… pero todas dejan su huella impresa dentro del corazón. El ser humano
es maravilloso, pero no siempre cumple sus cometidos en su totalidad, o usa de
forma incorrecta las herramientas que la vida pone a nuestra disposición.
Como cada Navidad va
dirigida a Papá Noel. En esta ocasión mi
primera carta abierta.
Siempre tuve una
especial estima por este señor. Me cayó simpático cuando lo vi por primera vez
con aquellos mofletes sonrojados a juego con su traje colorado, el cual
rellenaba completamente.
Carta abierta
Lleida 18 diciembre
de 2014
Querido Papá Noel.
Al recibo de esta,
espero que tenga la salud suficiente como para atender mi carta con tiempo y
dedicación.
El tiempo pasa, menos
para usted Sr. Noel, porque está igual que siempre, ni ha adelgazado ni ha
engordado y hasta usa el mismo traje. Su barba y la melena se mantienen de la
misma forma y color. Y me juego lo que llevo en el bolsillo, a que las suelas
de sus zapatos parecen el culito de un bebé. A pesar de las dudas que nos
provoca saber esas cosas, puede estar tranquilo, seguimos contando con usted
para noche buena.
Ese tiempo que pasa
para nosotros, consigue que muchas personas estén marcadas por las diferentes
situaciones. Todos tenemos buenas y malas acciones que siguen acomodadas en
nuestra memoria. Estas, mellan una parte importante de nosotros, nuestra alma.
Cada cual se hace sus más y sus menos para tirar hacia adelante, y cada día
transcurre lo más parecido al anterior, pero se sucede de forma distinta. Y es ahí
a donde quiero ir a parar. Al fondo de lo que nos ocupa, que viene a ser lo
mismo que lo que nos preocupa.
Nos preocupa la falta
de atención a todas las personas, de quien puede prestarla. Nos preocupa el
desinterés de aquellos que podrían ayudar a los que merecen ayuda, y quizá,
porque no, a los que merecen una segunda oportunidad. Nos preocupan situaciones
de falsa prioridad en presupuestos para obras, adornos o reformas públicas. Que
se engordan con ceros a la derecha. Ceros que son los que sirven para darnos
por el culo a los que tenemos que apretamos el cinturón. Un cinturón que tiene
demasiados agujeros. Tantos, que es posible que un día nos colemos por alguno
de ellos cuando nos ajustemos los pantalones.
Nos preocupan los
miles de miles de cabrones que se auto renuevan la confianza, sin ni siquiera
pensar en ello. Se dan las oportunidades a destajo. Se sonríen de manera
traidora, como una vulgar identificación entre manadas de animales.
Nos preocupan las
malas intenciones, los abusos, las mentiras y las traiciones. También la falta
de respeto para con los demás, la desconsideración y la falta de ganas por la
prosperidad del mundo. Nos preocupa la avaricia con nombre y apellidos, con la
que cada día se identifican cientos de corruptos que mecen la cuna del futuro
de nuestros hijos.
Nos preocupa la
sinvergüencería con la que untan diariamente sus intenciones. Y también, y mucho, que usen palabras en vano…
Sobre todo PERDÓN. Que rima con polvorón, pero no se come. Ni alimenta. Ni siquiera
tiene el valor de su definición cuando sale de esas cloacas que tienen por
bocas.
Amigo Santa, si ha
llegado hasta aquí leyendo esta carta abierta, puede ser por tres motivos.
1)
Está cagando. El WC es un lugar reconocido mundialmente como trono y donde
la lectura se hace fácil y entretiene mientras uno se alivia.
2)
Pensaba que sería otro tipo de carta. No sé, de algún niño malcriado
que pide cosas que tras leer su carta intuye su rebeldía y mientras ríe, piensa…
como yo no lo pago.
3)
O bien, que las lea todas, como tiene que ser.
*Si continúa usted
leyendo, tiene más mérito que Jesulín multiplicando por 10.
Espero que no se le
haya olvidado nuestro idioma (castellano – España). Lo digo porque hace muchos años
atrás que le escribía de forma privada, eso sí, y nunca me respondió. De
pequeño siempre pensé que no respondía porque no me entendía. Hasta se me pasó
por la cabeza aprender la lengua saami o lapona para dirigirme a usted sin
problemas. La cosa fue que no encontré donde aprenderlo. Quizá por mi tozudez o
por cojones, no recuerdo ahora mismo, persisto en seguir enviándole mi carta
con mi petición.
Todo lo expuesto
arriba creo que se podría definir como injusticia, y eso es lo que deseo
pedirle querido Papá Noel… JUSTICIA. Para el bueno y para el malo. En ambas
situaciones se merecen, unos por derecho y los otros por obligación.
Tengo una pregunta y
una curiosidad.
La pregunta es que me
gustaría saber con qué detergente lava usted el traje. Porque ni destiñe y
encoje. Que digo yo que los ribetes del traje rosas le quedarían un tanto
cursis. Pero que se le encogiera, ya me preocupa más. Porque como coño se las
iba a arreglar usted con el traje apretado la noche del 24 de diciembre, para tomarse
los miles de millones de vasos de leche con galletas que le ponemos a la vera
del pino.
La curiosidad. No he
visto fotos de usted con el "Pequeño Nicolás"… Ahí lo dejo.
En fin… ya me contará
si eso. Y tranquilo por el idioma, ahora hay traductor hasta en el interior de
los huevos kínder.
Con todo mi respeto
para este personaje y para todas las personas que alguna vez hemos creído y
para los que creemos en él.
Con cariño…
Lorenzo López