Hay una parte del ser humano,
llamada IMPULSO, que todos conocemos. Bueno, algunos mejor que otros. En cuanto
a definición, en este caso, me refiero a la de…
IMPULSO: Fuerza que mueve o desarrolla
algo. Instigación, estimulo.
Y que mejor ocasión para explicar
cómo se estimula una parte importante del impulso,
es cuando compramos cosas o vendemos otras…no
siempre físicas.
Todos compramos algo cada día, y
está claro que si nosotros compramos, alguien las vende. Y como todo, tiene que
eso y su aquello… Vamos con el Master.
Recuerdo anécdotas muy curiosas. Quien
no ha entrado a una tienda de ropa, por ejemplo, diciendo… (Atención aquí las
chicas sobre todo). “No, si sólo entro a
mirar, no voy a comprar nada” Piensan!! Y la verdad es que hay personas que
entran con esa intención. Entras, miras, caminas. Revuelves la ropa que, (eso
sí) luego intentas doblar y dejarla tal y como estaba… más o menos. Tocas
(aunque ponga NO TOCAR), palpas unos segundos... y justo ahí, es cuando tu mente empieza a imaginarse como te quedaría esa
prenda (pongamos que es una chaquetita negra
fina…) piensas en ella mientras está entre tus manos, y al final acabas mirando
el precio… y ya!!!! Te la quedas, (ya has
comprado) pensando, (y aquí es donde te
vendes, diciendo…) bueno, está bien de precio y además me gusta. Y sigues tu
recorrido mirando sin más intención que la de llegar a la caja sin comprar nada
más... ¿Seguro…?
Para tener un buen Master de compras, a priori, se tendría
que estudiar una carrera. Hasta ahí vale. Pero ¿y la experiencia en atinar
siempre con tus compras? Eso, ¿en qué carrera se aprende? ¿Quién podría dar
unas clases magistrales sobre qué comprar, cómo, dónde y porqué… Conozco una persona
que estoy seguro que podría dar tantas clases como uno quisiera recibir. Experiencias
propias, anécdotas, curiosidades, que en ocasiones han llegado a ser más que
curiosas. Que calzado va con qué pies, y que pies merecen que calzado. Tallas
especiales, donde encontrarlas. Cómo buscarlas… Cómo saber que es mejor para
cada momento. Para cada cita. Para sentirte guapa/o. Que ponerse con qué y cómo
combinar esto con aquello. Hasta os puedo prometer, que es capaz de combinar el
negro con el negro y hacer que parezca algo nuevo y diferente, algo simple y
elegante, algo sencillamente “Fashion”.
Y te lo puedes creer. Y todo esto sin dejar de sonreír, sin dejar de ser única sin ser perfecta…
Y llegados a este punto, sólo nos
faltaría un gran lazo rojo pasión
para envolver todas estas experiencias aquí concentradas, en una prosa más o
menos entendible para todos y todas. De cero años hasta los… que sean.
Otras cosillas que pasan…
Hay personas que llaman por
teléfono para encargar cosas y pasarlas a buscar en otro momento. Otras preguntan
si tienes tal cosa o tal otra… ¿Será curiosidad o competencia en busca de detalles
para copiar?
Hay personas pesadas y las hay
muy pesadas. Las hay simpáticas, (estas
molan mucho). Las hay que meten la pata y las hay que tienen mala pata. Hay
personas que da gusta que entren por la puerta, y las hay que no deberían sobrepasar
el linde de la misma. Y las encargadas
de molestar, incordiar y entorpecer la labor de otras personas… y no saben los
que se pierden por dejar de sonreír. Pero las hay que sonríen continuamente… y
de hecho, me voy a quedar con las sonrisas, que esto sí que “mola mazo”
Cuando entras en una tienda donde
hay muchas cositas chulas, (recordad… “No,
si no voy a comprar nada”) y ves todas esas cositas colocadas por todas las
estanterías de la tienda. Por los pasillos y las esquinas… Tus ojos no saben a dónde
mirar, van de aquí para allá, y es como si buscaran esa parte más simpática
donde dirigirse primero. Cuando la encuentras es como si se abrieran las aguas. También cuenta
cuando ves una cara que te sonríe y te dedica un saludo de forma cordial, eso
sí que hace que se te vayan los ojos y el resto de sentidos.
En este tipo de tiendas podrías pasar toda la tarde mirando, pensando e
imaginando que hacer con todas y cada una de las cositas que se te ofrecen con
cada paso que vas dando. Eso sí, antes de salir de esa tienda compres o no, lo
mejor es que aquella maravillosa sonrisa que te saludó al entrar, te vuelve a
dedicar un “hasta pronto” Genial.
No quisiera olvidarme a las Señoras,
propiamente dicho, sean padrinas o yayas. Si no recuerdo mal, hay una señora a
la que le gustan unas “flores sin nombre
grandes, lilas y blancas”, y que llama para encargarlas. Parece ser que es
un encanto de mujer, no lo dudéis.
Muy especialmente, quiero
recordar a una Señora, que además, es muy especial para otra persona, que
cuando lea esto, seguro que le viene a la memoria mientras sonríe de una forma
única… y la voy a llamar… “La yaya del
taxi”
La yaya del taxi, se podría decir que es más que una clienta. Es “la
clienta”. Son de aquellas yayas que te hacen desear que vengan a comprar. Cuando
las ves entrar, todo empieza a ser diferente. El ambiente cambia, la sonrisa
brilla y las nubes se levantan… todo vuelve a molar mucho. Saluda, devuelve la
sonrisa, pregunta, se interesa, te sube el ánimo a lo más alto… y empieza a
mirar algún mueble que otro que se va encontrando a su paso, como expuestos
expresamente para ella. Pregunta, piensa… y decide. Se lleva un mueble
auxiliar. Desmontado, naturalmente… y ¿creéis que me olvido algo importante? si
es importante, pero no me olvido. Y es cómo se lo monta esta señora para
llevarse los muebles para su casa. Pues en taxi. De ahí que sea “La yaya del taxi”
Aquí, me gustaría apuntar, que
esta señora no sólo compra, si no que con cada visita a esa tienda, también
vende. Porque vende sus ganas de hacer cosas, de cambiar, de divertirse a su
modo, vende su propia ilusión por las cosas, vende vida, vende su alegría, y
sobre todo, es quien le gusta ser… Una yaya super simpática. La yaya del taxi.
Por hoy lo dejamos aquí…
Os prometo más master…
Lorenzo López