Parece una incongruencia… bueno, casi
que lo es. Porque un día de fiesta es para hacer fiesta, no para ir de compras.
Para eso están los días previos. Pero como dijo aquel…”Hay gente pa to”
La cuestión más grave, no es el
hecho de ir a comprar, no. Lo peor es que hay mucha gente que lo hace sin
conocimiento. Sale de casa convencida que va a encontrar todo que desea, y que
más que atendida, le van a hacer la pelota… Hombre por favor, que esto es la
vida rea!!! no “pretty woman”.
Aquí
la gente sale de compras con la puta visa
dorada, la misma que a final de mes se ven negros para pagarla de una vez. Esa es la realidad que se esconde
en la mayoría de monederos y carteras. Pero bueno, la cuestión es que la gente
sale y se amontona en las tiendas como si fuera la última vez que va a salir de
casa. Lo más parecido a un permiso para visitas. O algo así.
Pongamos por ejemplo una tienda
de decoración navideña. En estos días son como un puto “Friday” diario. La gente no para de comprar campanitas, paquetitos,
lacitos, cintitas, muñequitos, “el caganer”,
duendecitos, estrellitas, belenes, (estos
sin esteban, menos mal), Una manta para tapar los regalos de debajo el
árbol. (Joder, la manta se la regalas a
la yaya que la aprovechará más, ostia) y las bolitas. Que me decís de las bolitas. Ordenadas por tamaños y
colores. Bien puestecitas en sus cajoncitos… ahiiii que bonito!!!. Y esos críos
jugando con ellas, (como si fueran las
suyas propias)… que ricos. Pin pan pin pan y cuando se caen y se hacen
añicos, resulta que nadie ha tocado nada. Los críos desaparecen del lugar y
dejan un montón de cristalitos esparcidos. Y claro las mamas y los papas no
saben, no contestan, claro.
Luego están los preguntones/as.
Aquellos que necesitan ser atendidos constantemente por algún empleado, sólo
para preguntar precios. “Cuánto vale esto. Y esto que precio tiene. Y si me
llevo dos…” (Joder, si te llevas dos
pagas los dos. Y si te llevas 50 pues pagas los 50, y punto)
Y están los clientes que llegan a
la hora de cerrar. Bueno, yo no les llamaría cliente. Un cliente, sabe el
horario perfectamente, y no vendría a la hora de cerrar a comprar y mucho menos a preguntar nada. Y a
los que te dejan con la palabra en la boca, se les debería caer la cara
vergüenza, por no terminar de escuchar a la persona que te está atendiendo.
También están las señoras de las
prisas a conveniencia. Son aquellas que cuando entran en la tienda se lo miran
y remiran todo, como si fuera algo desmerecedor estar allí. Como si todo lo hay
allí expuesto ya lo conociera, o algo así. Pero va mirando, mirando sin ninguna
prisa y muy lentamente se pasea mirando. Y de pronto encuentra algo que le
gusta y lo coge. Y una cosa más, otra por aquí, otra por allá. Al final se
junta con varias cosas y se acerca al mostrador para pagar. Y es aquí cuando
alguna fuerza “extraterrestre,
extraordinaria o extraloquesea…” se apodera de su cuerpo y le vienen las
prisas. Ese baile de san bito. Los
mofletes más coloraos que el culete de
un bebé cagao. Y unos ojos que se le mueven
más que los de la Marujita Diaz. Venga, venga que llevo esperando desde que
llegué, dicen algunas… (Y otros pensarán…
y los demás te aguantamos desde que naciste, qué)
Dentro de todo ese jaleo de las
compras compulsivas de navidad. Encontramos gente rara. Gente que se atreve
incluso a usar la palabra “incompetente”
con los empleados. Gente que no merece poner los pies, ni siquiera en el linde
de la puerta. Ya me gustaría a mí, saber cómo es de competente una persona que
dice eso a un trabajador/a. Y lo dejo ahí…
También están los listos de turno
que lo saben todo. Aquellos que te preguntan algo y ya tienen la respuesta.
Aquellos que hacen ver que observan las cosas, y luego no saben dónde está la
salida para volver a su casa. Los mismos que no distinguen una estrella de
oriente de un “estrellao de frente”.
Los mismos que al día siguiente van al chino a comprar las luces para su puto
árbol porque dice que son más baratas… (Ostia
nene, a ver si le van a explotar a Papa Nöel en los morros, y en vez de dejarte
carbón, por tonto, te quema casa por gilipollas)
Una cosa que mola, que cierto es
que las hay. Es cuando viene la yaya divertida y molona, que te trata bien. Que
sabe lo que es currar de verdad. Esas personas son por las únicas que merece la
pena estar tras un mostrador para atenderlas con el cariño que merecen. Porque
no sólo te agradecen que les atiendas, sino que encima te tratan como a una
persona. Excenlente!!!
Y eso tiene más valor que un
millón de tarjetas oro deslizándose por miles de datafonos al mismo tiempo.
Para adornar un hogar, sólo hace
falta respeto, cariño y humildad.
Lorenzo López