Lectura de Elena

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jueves, 8 de diciembre de 2016

Un festivo de compras

Parece una incongruencia… bueno, casi que lo es. Porque un día de fiesta es para hacer fiesta, no para ir de compras. Para eso están los días previos. Pero como dijo aquel…”Hay gente pa to” 

La cuestión más grave, no es el hecho de ir a comprar, no. Lo peor es que hay mucha gente que lo hace sin conocimiento. Sale de casa convencida que va a encontrar todo que desea, y que más que atendida, le van a hacer la pelota… Hombre por favor, que esto es la vida rea!!! no “pretty woman”. 

Aquí la gente sale de compras con la puta visa dorada, la misma que a final de mes se ven negros para pagarla de una vez. Esa es la realidad que se esconde en la mayoría de monederos y carteras. Pero bueno, la cuestión es que la gente sale y se amontona en las tiendas como si fuera la última vez que va a salir de casa. Lo más parecido a un permiso para visitas. O algo así.

Pongamos por ejemplo una tienda de decoración navideña. En estos días son como un puto “Friday” diario. La gente no para de comprar campanitas, paquetitos, lacitos, cintitas, muñequitos, “el caganer”, duendecitos, estrellitas, belenes, (estos sin esteban, menos mal), Una manta para tapar los regalos de debajo el árbol. (Joder, la manta se la regalas a la yaya que la aprovechará más, ostia) y las bolitas. Que me decís de las bolitas. Ordenadas por tamaños y colores. Bien puestecitas en sus cajoncitos… ahiiii que bonito!!!. Y esos críos jugando con ellas, (como si fueran las suyas propias)… que ricos. Pin pan pin pan y cuando se caen y se hacen añicos, resulta que nadie ha tocado nada. Los críos desaparecen del lugar y dejan un montón de cristalitos esparcidos. Y claro las mamas y los papas no saben, no contestan, claro.

Luego están los preguntones/as. Aquellos que necesitan ser atendidos constantemente por algún empleado, sólo para preguntar precios. “Cuánto vale esto. Y esto que precio tiene. Y si me llevo dos…” (Joder, si te llevas dos pagas los dos. Y si te llevas 50 pues pagas los 50, y punto)

Y están los clientes que llegan a la hora de cerrar. Bueno, yo no les llamaría cliente. Un cliente, sabe el horario perfectamente, y no vendría a la hora de cerrar  a comprar y mucho menos a preguntar nada. Y a los que te dejan con la palabra en la boca, se les debería caer la cara vergüenza, por no terminar de escuchar a la persona que te está atendiendo.  

También están las señoras de las prisas a conveniencia. Son aquellas que cuando entran en la tienda se lo miran y remiran todo, como si fuera algo desmerecedor estar allí. Como si todo lo hay allí expuesto ya lo conociera, o algo así. Pero va mirando, mirando sin ninguna prisa y muy lentamente se pasea mirando. Y de pronto encuentra algo que le gusta y lo coge. Y una cosa más, otra por aquí, otra por allá. Al final se junta con varias cosas y se acerca al mostrador para pagar. Y es aquí cuando alguna fuerza “extraterrestre, extraordinaria o extraloquesea…” se apodera de su cuerpo y le vienen las prisas. Ese baile de san bito. Los mofletes más coloraos que el culete de un bebé cagao. Y unos ojos que se le mueven más que los de la Marujita Diaz. Venga, venga que llevo esperando desde que llegué, dicen algunas… (Y otros pensarán… y los demás te aguantamos desde que naciste, qué)

Dentro de todo ese jaleo de las compras compulsivas de navidad. Encontramos gente rara. Gente que se atreve incluso a usar la palabra “incompetente” con los empleados. Gente que no merece poner los pies, ni siquiera en el linde de la puerta. Ya me gustaría a mí, saber cómo es de competente una persona que dice eso a un trabajador/a. Y lo dejo ahí…

También están los listos de turno que lo saben todo. Aquellos que te preguntan algo y ya tienen la respuesta. Aquellos que hacen ver que observan las cosas, y luego no saben dónde está la salida para volver a su casa. Los mismos que no distinguen una estrella de oriente de un “estrellao de frente”. Los mismos que al día siguiente van al chino a comprar las luces para su puto árbol porque dice que son más baratas… (Ostia nene, a ver si le van a explotar a Papa Nöel en los morros, y en vez de dejarte carbón, por tonto, te quema casa por gilipollas)

Una cosa que mola, que cierto es que las hay. Es cuando viene la yaya divertida y molona, que te trata bien. Que sabe lo que es currar de verdad. Esas personas son por las únicas que merece la pena estar tras un mostrador para atenderlas con el cariño que merecen. Porque no sólo te agradecen que les atiendas, sino que encima te tratan como a una persona. Excenlente!!!

Y eso tiene más valor que un millón de tarjetas oro deslizándose por miles de datafonos al mismo tiempo.


Para adornar un hogar, sólo hace falta respeto, cariño y humildad.




Lorenzo López