La gente se movía como si el mundo se terminara en unas pocas
horas. Parecía no saciarse de tantas cosas que a su alcance se disponían. Unos
que van y otros que regresan, otros que nunca lo harán… cada uno por su lado o
no. Porque es muy cierto que hay quien piensa que mientras “yo tenga”, el que
venga detrás que espabile. Eso se siente a diario, se masca en el ambiente más
de lo que uno quisiera. Todo el mundo se queja de este o aquel. De que hace
este otro o que tiene fulano de tal. En definitiva, que la sensación natural es
que nadie está a gusto en su propia cama, si sabe que el prójimo tiene una más
buena.
La avaricia, no es sólo un pecado capital, es una puta
costumbre, una manía, una obsesión en infinidad de ocasiones. Esa obsesión por
querer más, por ser el mejor, por estar por encima de cualquiera, es sumamente
mala. Pero lo peor es que sea a cualquier precio.
Antes se corría por la calle, con la preocupación de caerte y
hacerte daño. Ahora son docenas de preocupaciones las recorren la mente de una
persona, pensando en la infinidad de cosas que pueden suceder. Desde que te
grabe la televisión, te atraquen cuatro críos a punta de navaja, o peor aún, a
punta de pistola, o hasta que alguien se enamore de ti…simplemente por que sí.
Hay quien no se cansa de joder al prójimo. Dejar su imprenta
sin pensar en nada más que en su propio beneficio. Machacando sin medida, y
aprovechando la ocasión para restregarte que “es lo que hay”. Que es el mejor, el
más guapo, el más fuerte, el más chulo… joder, más chulo. Si el mundo se
alimentara de chulería, no haría falta nada más, porque por todos es sabido que
hay demasiada. En este caso se peca por exceso…
Un mundo donde
empresarios cabreados se quejan de que la gente no gasta, que no compra. Que no
vende lo que debería para mantenerse, pero estruja al trabajador con la otra
mano, la que no se ve, rebajando el sueldo y aumentando horas de producción. Un
mundo donde el estado crea un presupuesto general… para el general, para el
príncipe y su princesa de ocasión, para rey de titanio, para una serie de
políticos varios… (Quería poner cabrones, pero bueno…) en definitiva, que de
haber hay, lo que pasa es que se reparte mal. Y digo yo, hay que ser mu
gilipollas para que siempre repartas así de mal… no?
Mientras, en la otra punta, vete a saber dónde, familias
enteras se hacen cruces para poder llevase un chusco de pan a la boca, en
muchas ocasiones no a la suya. A la de sus hijos, los papas se alimentan de la
sonrisa de sus hijos. Ancianos que no tienen a nadie que les cuide, y las
residencias costando el doble de su pensión. Niños con deficiencias que
necesitan tratamientos impagables. Adolescentes que dejan sus estudios porque
para eso, como para otras miles de necesidades, no hay pasta…
Esta alegoría la he titulado la avaricia… no siempre rompe el saco. Considero que así es, porque lo
peor que puede pasar, o mejor dicho, lo que está pasando, es que rompe
corazones, sentimientos y hasta familias enteras, destrozándolas por completo.
Quizá no he conseguido del todo poner una imagen en la mente
del lector en esta alegoría, aunque eso no me preocupa mucho. Lo que sí me
preocupa es los ofendidos…porque no harán ni caso.
Lorenzo López