Ese que nos roba poco a poco la
vida sin apenas darnos cuenta. El tiempo. El mismo que nos espera por muy tarde
que lleguemos. El que nos enseña a valorar lo que tenemos, por no haber
valorado lo que tuvimos. El mismo que da experiencia mientras vivimos, el mismo
que nos curte día a día, golpe a golpe.
Pero parece que todo el tiempo
del mundo no nos es suficiente. A lo largo del día siempre estamos pendientes
del reloj intentando buscar una excusa que preceda al “es que no tengo tiempo”
Tenemos 24 horas al día para
hacer muchas cosas, y tenemos que saber diferenciar entre lo importante y lo
necesario.
Creo en los segundos de felicidad
que tenemos a lo largo de nuestras vidas, y que en muchas ocasiones nos vienen
a la memoria sin más. De esos segundos de felicidad comentaré más abajo.
Tenemos tiempo para pensar y
pensamos en el tiempo que nos queda, en lugar del disfrutarlo. Dedicamos tiempo
a soñar imposibles en lugar de hacer realidad pequeños propósitos. Perdemos tiempo
hablando de cosas banales, mientras el segundero avanza sin cesar. El tiempo no
construye, sino destruye. Somos nosotros lo que tenemos que decidirnos y
planificarnos que queremos hacer e ir a buscarlo, sin dejar que nadie nos diga
que no podemos hacerlo. Quizá no lo consigamos a la primera, pero seguro que
habrá valido la pena intentarlo, y desde luego valdrá nuevamente la pena volverlo
a intentar.
Que el tiempo no nos quite tiempo para ser felices.
Al día se lo lleva la noche y a
la noche el día, y el tiempo se lleva todos los días sin dejarse ni uno. El tiempo
nos acompaña donde sea que vayamos y donde estemos, sin pausa alguna. Porque El tiempo es el único puntual en esta vida.
Y por esa misma razón, no debemos dejar de hacer aquello que realmente nos
gusta y nos apasiona. Debemos cumplir con nuestras obligaciones, sí, pero la
necesidad de disfrutar es real y debemos hacerla posible. Nunca deberíamos
dejar de decir algo que sentimos a alguien que queremos, por el simple hecho de
que mañana será otro día. Jamás!!! Si te
apetece sonreír, sonríe, canta, baila, sueña, patalea si te apetece o túmbate
al sol hasta que te canses. Jamás dejes de pensar en ti, como muchas veces
piensas en los demás. Mírate al espejo y sonríete, hazte un guiño y siéntete más
tú que nunca. La felicidad se consigue teniendo tiempo para hacer cosas que te
gustan.
Creo que si tienes un buen día,
darte un premio es muy importante. Pero
personalmente pienso que si tienes un mal día, premiarte en forma de automotivación,
debe formar parte de enfrentarse a la consecución de objetivos diarios. Evitemos
un castigo por no haber conseguido un objetivo, y evitaremos una mala noche de
pensamientos negativos y mal descanso. Si nos premiamos de forma motivadora,
nuestro descanso nocturno será más satisfactorio y por la mañana nuestros
objetivos se verán más alcanzables. En definitiva, que seremos más resolutivos.
Creo en la importancia de los
segundos de felicidad. Son segundos que nos vienen a la mente sin más y que en
muchas ocasiones nos hacen sentir bien. En momentos de bajón emocional son de
una gran ayuda. Esos segundos de felicidad pueden hacer que una persona que
tiene un día desagradable, pase a tener un medio día bueno, y eso significa que
del total del día, un 50 % habrá sido más satisfactorio emocionalmente
hablando. Esto va en concordancia a que si terminas un día de forma
satisfactoria, el día siguiente tienes más posibilidades de empezarlo igual de
satisfactorio. Sería como decir, si termino bien, empezaré bien.
Así que si alguien necesita un
empujón a lo largo del día, que pienso en los segundos de felicidad que seguro
le ayudaran mucho. Pero sobre todo, buscar tiempo para disfrutar de lo que más
os guste, o simplemente de lo que os apetezca en ese momento. Y si tenéis
alguien con quien compartirlo, mejor que mejor.
Lorenzo López