Un fuerte golpe me despertó, eran
las siete y veinte minutos de la mañana. Sin dar luz, me levanté de la cama y
me acerqué a la puerta de la habitación. Pegué el oído a ella, intentando
escuchar algo, pero nada. La abrí con mucho cuidado y mientras caminaba a paso
lento por el pasillo, intentaba tranquilizarme. Cuando llegué a la puerta del
comedor, me asomé y todo estaba en calma. Fui a la cocina por me hubiera dejado
la ventana abierta pero estaba cerrada. Era muy extraño. Aquel ruido tan fuerte
y seco, era como si alguien hubiese golpeado una puerta. Entonces eché un
vistazo por la mirilla de la puerta de entrada al piso. En el rellano no había
nadie.
Cuando parecía que todo podía
haber sido un mal sueño, volví a escuchar un golpe parecido…y en pocos segundos
otro más. Me daba la sensación de que venían de la escalera, y volví a mirar
por la mirilla durante un buen rato. Tras unos minutos, vi a dos tipos que estaban
por la puerta de la escalera. Se me pusieron los pelos de punta. Uno de ellos
llevaba una bolsa como de deporte, pero grande. El otro una barra de hierro en
una mano y en la otra una anilla con diversas llaves de distintos tamaños.
Justo cuando quería moverme para
ir a buscar el móvil y llamar a la policía, uno de ellos miró hacía mi puerta…entonces
si queme acojoné de verdad. Pero el otro, algo más corpulento, le hizo una
señal dirigiendo su la mano donde portaba el manojo de llaves, hacia la puerta
del vecino.
No sabía qué hacer, si ir a
buscar el teléfono que lo tenía en la habitación para llamar a la policía, o
seguir observando para poder identificarlos más adelante. Al final decidí ir a
buscar el móvil. Con mucho sigilo caminé hasta la habitación, cogí el móvil y volví
a la puerta de entrada. Miré de nuevo por la mirilla…pero aquellos tipos no
estaban. Me cague en todo, estaba seguro que habían entrado en casa del vecino
a robar y lo peor es que luego me tocaba a mí.
Con más nervios que Falete en un
trampolín a punto de tirarse a la piscina, marqué en número de emergencias 112.
Me contestaron enseguida, muy
rápido, tanto que la nómino me dura más tiempo. Les expliqué lo que estaba
pasando. Le proporcioné los datos suficientes como para que vinieran ya. Aquella
chica me seguía hablando, diciendo que no le abriera la puerta a nadie. Joder señorita, ¿usted cree que les llamo
para abrirles la puerta?... la ostia!! Pero ella continuó diciendo de las
suyas. Señor, no les diga nada, no hable con ellos, ni entre en discusión con
ninguno de ellos. Me caguen la leche… si
la telefonista le hubiese visto las pintas y sobre todo las manos del que
llevaba la bolsa, que parecían raquetas de squash, no me diría eso. También
me dio otra fantástica indicación. Si consiguen entrar no se resista, dele todo
lo que le pidan y no les mire a la cara, si les mira, es posible que le maten. Dios mí… pero de donde ha salido esta chica…
¿será posible las instrucciones que da? como se nota que ella no está aquí.
Por un par de segundos dejé de
mirar por la mirilla… intentaba pensar en lo que me había dicho aquella
señorita del servicio de emergencias. Sonó el timbre de mi puerta y mi cuerpo
se quedó inmóvil. No sabía si girarme y mirar de nuevo o ir al baño, atrancar
la puerta y esperar a la policía. De nuevo el timbre sonó y tras sonar dos
veces, una voz tan grave como mi ataque de nervios, dijo. Abra por favor, soy
el hijo del vecino, necesito comentarle una cosa. Es urgente.
Sorpresa!!! Eran aquellos dos
tipos. Por mi cabeza ya no pasaba nada igual que por mis venas, creo que la
sangre estaba toda es mis pies, porque lo único que sentía eran ganas de salir
corriendo.
El más grandete, el de las manos
como raquetas de squash, me dijo. Señor, soy el hijo del vecino, mi padre está
fuera y hemos venido a hacer unas reformas. Este es mi socio Martín y yo me
llamo Antonio. Encantado de conocerle. Las ostia puta… el susto que me habéis
dao. Joder chavales, pensaba que habíais venido a robar a mi vecino.
No, no tranquilo, sólo necesitamos
que nos deje enchufar un alargo para poder cagar los móviles, es que no tenemos
batería y necesitas llamar para que nos traigan el material.
Manda huevos que vengan a
trabajar sin material, sin batería en los teléfonos y sin vergüenza… que jeta
tienen algunos.
Cuando llegó la policía se formó
una que para que te cuento… al final muchas disculpas y mucho lo siento, pero
yo aún tenía nervios para un par de semanas… por lo menos.
Lorenzo López