La más usual es esa forma en la
que piensas… se lo voy a contar a mi
mejor amigo/a y le diré que no se lo cuenta a nadie. O sea. Alguien le
cuenta un secreto a alguien para que no se lo cuente a nadie, y a su vez, este
se lo cuenta a otro diciéndole que no se lo cuente a nadie. Pero vamos ver. Si te
lo cuentan para que no lo cuentes, y lo cuentas, ya no es un secreto, joder. Es
como si alguien te dijera los número de la loto y te remarcara que no se lo
contaras a nadie, y vas y los cascas… eres tonto o muy tonto. O como si alguien te pide palomitas y se las llevas blancas, coño se las llevas de colores y le alegras la tarde.
El sentido de las cosas que no
tienen sentido, suceden igual que las cosas que sí lo tienen. Creer en dios
tiene el mismo sentido que creer en el diablo. O como el que se cree más listo
que nadie, tiene el mismo sentido que el que demuestra superarlo. Hay tantas
cosas por las que no vale la pena perder ni un segundo en escribirlas, que
siempre resulta más fácil echarlas de menos. A la gente le cuesta menos decirte
que te has equivocado o que algo no le gusta, que reconocer cuando lo haces
bien. Cuando piensas i sientes lo que escribes. Cuando dedicas el tiempo que
sea a escribir unas letras dedicadas a quien las quiera leer. Sin nombres, sin por
que, sin más, simplemente porque te gusta.
En el apartado herrores… mierda, que va sin H. En el apartado
errores (ahora sí) quien nunca haya cometido alguno, no vivió demasiado tiempo.
Y quien no haya reconocido nunca que los ha cometido, no merece ser respetado
jamás. Porque los errores se cometen, las dudas surgen, los secretos se guardan
u olvidan. Los momentos buenos existen… los puedes disfrutar o dejar que los disfruten
otros. Las alegrías se deberían compartir siempre. Las risas deberían contagiar
a más personas que la gripe. La hipocresía debería servirse en platos sin
fondo. La honradez en envases transparentes. Las penas deberían ser humo y
desvanecerse.
Las lágrimas que fueran acompañadas de caricias que te dibujen
una sonrisa. Igual que los días van acompañados de la noches y de los sueños.
La vida va cargada de cosas
insignificantes que creemos que nunca nos van a servir. Y por eso la vida
siempre nos pone en nuestro lugar, y nos recuerda que se puede empezar de nuevo.
Que podemos hacer cosas diferentes. Que tenemos lo que tenemos porque hemos
luchado por ello.
Es muy cierto que todo cuesta
mucho. Pero alguien me puede decir que es lo que no cuesta en la vida…?
Nunca guardes demasiado tiempo
algo para estrenar, el problema no será que pase de moda, el problema será que
no lo puedas llegar a estrenar.
Nunca dejes cosas por hacer
aunque no te parezca que es el momento de hacerlas. A veces es tan tarde que se
convierte en nunca.
Nunca hables sin pensar, pero sí
puedes pensar sin hablar, susurrándote a ti mismo/a lo que te apetezca decirte.
Nunca es una cantidad de tiempo
ilimitada. Igual que siempre. Igual que estoy llegando. Igual que mucho. Igual
que poco. Igual que todo aquello a lo que no le un nombre, un número, un
sentido, un porqué o una razón.
Hoy son 577 palabras que os dejo
escritas para cualquiera que se atreva a leerlas a solas o en compañía.
Lorenzo López