Cada segundo que sacude el reloj,
es como una llamada oculta que no atendemos, pero que pensamos que podía ser
importante. Es una pequeña muesca en el almanaque, un suspiro, un gramo de
vida, un paso más para el olvido. Elegimos entre cara o cruz como si hubiera
más opciones. Y manos a la espalda elegimos entre pares o nones.
Los segundos pasan sin mirar atrás,
igual que los cobardes eligen correr en lugar de parar. Colores y gustos, con
cual acertar... Las manías son muchas y los inconvenientes demasiados, las ocasiones
“calvas” y los milagros ya fueron
otorgados. Cuesta poco elegir entre buenos y malos, entre el pan duro o el
blando, entre la arruga y el planchado. Entre la bella y la bestia o entre
dulce o el salado.
El agujero eligió a la rosquilla
y la rosquilla su forma. La tos a la garganta y la garganta a las vocales. Un dedo eligió ir hacia allí y
otro te mandó a tomar por el culo. Y no más oportuno fue elegir dos mejor que
uno. Subir hacia arriba o bajar para abajo… que cosas tienes, elegiré un atajo.
La avaricia declina la pausa de elegir de entre lo bueno, lo mejor. El sueño
elige con qué soñar, volar, sentir, imaginar…
Elegir montar o ser montado. Ser listo
y espabilado o más tonto que hecho de encargo. Elegir vivir luchando o morir
sentado. Elegir entre pájaro en mano o ciento volando. Entre el bueno, el feo o
el malo… Entre el primero o el ático. Entre una rubia fresca en copa helada o “morena”
caliente con pan tostado.
Elegimos cada día, cada instante,
en cada parpadeo nos debatimos y en cada decisión nos arrepentimos. Elegimos
como, cuando y donde. Elegimos entre Ada o Duende. Entre decir hablando o
hablar sin decir nada. Entre aprovechar la segunda oportunidad o perderla sin
más. Elegir entre pan con pan o hambre para mañana. Entre dos sin tres o nada
de nada. Entre ricos platos o malos tratos. Entre sonrisas y lágrimas, entre
oficial y caballero, entre quedar el último o ser el primero. Elegir la mano
dura o la mano que saluda.
Elegir entre escaleras o ascensor.
Entre ducha o baño. Entre verdad o engaño. Elegir que ponerse o que quitarse. Entre
el bien o el mal. Entre la piadosa o la sensata. Entre la cara o la barata. Elegir
es cuestión de prioridades, de momentos de soledad, de instantes sin aliento,
de dudas reales. Es cuestión del qué dirán, del aquí estoy yo, del antes muerto que sencillo. Es cuestión
de modas, de manías con filo, de parecerse a quien sea y salir para que otros
vean. Elegir si borrar y empezar de nuevo, o seguir y pasar de largo. Elegir entre
abierto o cerrado. Entre amar o ser amado. Entre carne o pescado, o amor de saldo.
Elegir entre mí o mí otro yo. Entre tú o el de al lado. Entre risas o llantos. Entre
sopa de sobre o “fast food” en mal
estado.
Elegir futuro sin pasado o lo
pasado, pasado está. Elegir donde nos sentamos y cuando levantarnos. Elegir el esfuerzo
diario, entre me levanto y hago, o si hay
que ir se va, soy vago. Elegir entre yo soy puto el amo, o tu eres mi vida, mi hermano. Entre la picardía y la
cordura, o entre la sabiduría y la tontura. Entre pensamientos inútiles e ideas
desordenadas. Entre colegas o camaradas, entre locos o sabios, entre compadres
y payos. Elegir entre irse con recuerdos o quedarse sin nada. Entre insistir o
borrón y cuenta nueva. Entre coloretes sin mejillas o palmaditas sin cachetes. Entre
labios rojos o mordiscos flojos. Entre el cuello y la espalda. Entre susurros y
gestos. Entre el silencio o las palabras, o entre las pausas de los pliegues de
tu falda. Elegir entre seguir gritando o callar para siempre. Entre ser o no
ser. Entre lo exquisito de la esencia o el resquicio de lo que queda. Elegir entre
mis y sus, o entre la oscuridad o la luz.
Elegir me cuesta tanto, que no sé
si soy el quise ser, o el que nunca soñé.
¿Y tú? El café con o sin azúcar…
Lorenzo López