Cada invierno ocurre lo mismo. Antes
o después… llegan los refriados. Y nos convertimos en bandas sonoras… con el
sonido de la tos en cientos de diversos tonos, y a la que suma el sorber de los
mocos en nuestras narices. Y entonces nos preguntamos…
¿Cómo pasar las Navidades y no morir en el intento?
Pues como siempre lo hemos hecho.
Jodiéndonos!!! Comprando “paracetamoles” a destajo, para no curarnos nada. Ah…
y sobre todo pañuelos de papel. Antes los de toda la vida, los de tela,
aguantaban lo suyo, sí, de acuerdo, nos mojaban los bolsillos y nos jodía mucho,
y sobre todo guardarlo y tenerlo que sacar al momento porque nuestra narices
eran dos fuentes. Cagüen la ostia…
Ahora es diferente… Bueno, como
dicen algunas/os mi nariz es como una
guindilla… roja, muy rojaaaaa. La tos la tenemos igual, más o menos aguda,
o grave. Algunos por cierto, demasiado grave para su salud. Los que fuman ya me
entienden.
Pero la verdad es que hay toses
que suenan como suenan, y toses que suenan encantadoras. De esas que no te
molesta escuchar. Una tos que prácticamente te alegras de oír. Que no importa
que resuene cerca de ti… ¿hay alguien que le suene esto? (nunca mejor dicho lo de sonar…con su doble sentido y todo, ¿eh?)
Porque si hablamos de narices, de
sonidos de narices… (Ostia, aquí también
hay un doblete…) y de resistir, con un puñado de pastillas, que la verdad, nos
hacen más compañía en los bolsillos que otra cosa. No tenemos que olvidarnos
que nos tenemos que sonar los moquetes, ¿eh? Porque otra cosa que nos llena los
bolsillos son los pañuelos de papel. Los mismo que antes te vendían en los
semáforos y nadie quería, y que son los mismo hoy en día, nos gustaría poder
encontrarnos con uno de esos chavales que los ofrecía al precio de la voluntad
de cada cual. Los ya conocidos “Clínex”.
De toda la vida han sido blancos
(hablamos sin usarlos). Luego ya salieron en algunos colores, más que nada para
adornar, como las servilletas. Ahora los hacen con fragancias diversas. Mentolados,
manzanilla, lavanda, vainilla, manzana, naranja, tantos y tan bien perfumados,
que te los comerías… eso sí, antes de usarlos. Que nadie piense en comerse los mocos… Porque si los pañuelos de
celulosa normal, ya no son demasiado agradables… Pues ahora vas y los tiñes de
colorcitos como si ese fuera para una fiesta de “Los costipaos de Navidad” ole y oleeee. Y encima como si los
colores fueran a solucionar algo en al momento de sonarme la nariz. Igual el
que ingenió lo de los colores no pensaba en “verde…”
Bueno y hablando de verde… pues eso,
que antes escondíamos nuestros mocos en los bolsillos entre un trozo de tela
blanco, a rayas azules, grises o granates… con nuestro nombre bordadito y todo,
por si los perdíamos, que te lo devolvieran. Manda huevos también. O sea que si
perdías el pañuelo limpio y casi nuevo, creo que ya nadie lo recogería. Pero si
lo pierdes usado y relleno de virus de costipao
navideño… ¿creéis que alguien se iba a agachar a recogerlo? Mi apuesta… voy con todo al negro, par y pasooooo.
Ahora lo dejamos envuelto en un pañuelo
de celulosa y lo tiramos… (Espero que en
lugares apropiados, ¿eh? Bueno.
Y casi que con el espíritu navideño
tocándonos la espalda, y las narices
también… por hoy lo voy a dejar aquí. Tengo que salir a por unos clínex al
semáforo… me voy tosiendo a ver si lo pillo en verde esta vez.
Lorenzo López