Las tenemos y las queremos.
No siempre es fácil hablar de un
tema como este. A mí también me cuesta contar, como a cualquiera, la mayoría de
intimidades, por no decir todas. El concepto de intimidad, es tan privado que
ahora mismo no sé qué contaros…
Aunque todo el mundo viva su
intimidad de una manera diferente, muchas de esas intimidades son idénticas. Y en
la mayoría de ocasiones son guiadas por nuestro instinto.
Ejemplos: Unos clásicos…
Estás cenando en casa de unos
amigos y tienes ganas de ir al baño. Lo comentas y vas. Entras, cierras la
puerta y… “echas el pestillo”. Aunque hayas avisado que estás en el baño,
cierras. Y no contento/a con ello, lo mejor es que te aseguras que esté bien
pasado el pestillo. Y algo que ocurre en consecuencia, y es que cuando sales
del baño, tienes a alguien esperando en la puerta para entrar tras de ti. (Y entonces piensas…joder, me habrá escuchado
el chorrilo…) (Bueno por lo menos he cerrado bien) Y no es que te vayas más
tranquila/o, porque nunca sabrás el tiempo que llevaba esa persona tras la
puerta, ni lo que pudo llegar a escuchar… pero has reservado tu intimidad
gracias el “pestillazo” Eso seguro.
En esta ocasión tenemos una cita
y hemos quedado para tomar algo, con una persona que conocemos. Diría más,
tenemos confianza para contar cosas, incluso alguna pequeña intimidad de esas
que… bueno, digamos que no son relevantes. Sentados. Una mesita para dos y con
un ambiente adecuado, y un par de copas esperando. Pasados unos tragos, un/a
tiene que usar el mingitorio y hace el comentario a su acompañante. Vas al
baño, y aquí sí que todos cerramos con pestillo. El problema está cuando este
utensilio tan preciado, no está, y no ves ninguna forma de cerrar. Reniegas mucho…
(cada uno lo que sepa y quiera) y lo
primero que piensas es que tu intimidad está en peligro (por eso las chicas van en pareja, son más listas que el hambre…)
pero a pesar de que tienes a alguien que te podría ayudar, no se lo dices y te
apañas. (El tiempo pasa y no quieres
tardar demasiado, y así evitar preguntas comprometidas). Te preparas, te
sientas y una de tus piernas se alarga como nunca jamás y apalancas esa puerta
que tanto temes que se abra antes de que
termines. A pesar de la tensión, terminas, te limpias y tu pierna se relaja…
entonces respiras aliviado/a y sales. Te lavas las manos, (eso se debería hacer siempre) y vuelves con tu acompañante como si
no pasara nada. “Todo bien, porque esa parte de tu intimidad sigue intacta” CHUPI!!!!
En el caso siguiente hay una
excepción… (que no sé si confirma la
regla o el compás…)
Creo que es la prueba más
complicada. Se trata de cuando estás en una entrevista, y te cogen ganas de ir
al baño justo al poco de empezar. Eso es realmente una gran putada, porque te desconcentras
mucho. Pero os aseguro que en estos casos, no pensamos el nuestra intimidad más
absoluta. Pensamos en cuanto durará la entrevista. En porque no te han saltado
y han llamado a otro antes que a ti. Porque no has intentado ir al baño antes.
Porque no llaman por teléfono al entrevistador con algo urgente, (lo que sea… Su jefe por ejemplo, para
mandarle un puto recado… o la secretaría con una llamada importante, o la yaya
para preguntarle si va a comer el domingo y de paso le explique el menú enteritooo)
Porque te estás meando encima y no puedes más. “Y deseas que pase algooooo, lo que sea, un terremoto, o mejor
aún, un diluvio en el despacho y así no se notará si te meas encima… “Jodeeeeer”
El super clásico super íntimo
Creo que la intimidad más íntima
de cualquier persona, es algo que hemos hecho todos y todas. Me refiero al
primer “beso”. Ese momento tan dulce
y delicado, tan super íntimo, lo convertimos
(y lo afirmo, porque debería ser así
siempre) en algo que jamás olvidaremos. Ese trozo de intimidad compartida entre
dos personas, esos dos labios que se juntan, que se desean sin palabras, esos
instantes que se hacen eternos (como lo
será el recuerdo después…) eso, creo que es la esencia de la intimidad de cualquier
ser humano. Porque en ocasiones no queremos que nadie nos vea, y en otras, nos
da igual quien nos mire. Lo importante son esos segundo donde un par de labios
se hacen uno solo. (Si estáis recordando vuestro primer beso,
tomaros vuestro tiempo. Para esas cosas no tiene que haber prisa alguna)
En cuanto a los espacios que cada
persona quiere tener para sí, también es importante la intimidad.
Que nadie nos
la rompa es, en ocasiones, una suerte.
Como dije al principio, contar
intimidades es complicado, pero deseo que estos clásicos, os hayan hecho
sonreír unos minutos.
Quizá otro día me anime a
explicar algunas intimidades más que, seguro, nos sonarán y nos traerán buenos recuerdos
y sonrisas.
Feliz semana a todos… Sin
excepciones!!!
Lorenzo López