No sé vosotros, pero yo no
concibo que haya más refugiados que espacio donde asentarlos. Somos capaces de
encontrar nuevos planetas, y seguramente que muchos piensan en cómo ir de
visita. Muchos piensan en un futuro cierto, mientras a otros se le desvanece el
“suyo” con los “suyos”. Muchos construyen castillos en el cielo sin más base que
los sueños que un día durmieron. Y hoy se ven con el fango bajo sus pies y un llanto
desesperado con el que acunan a sus bebés. No es la vida la que los putea, son
las balas que silban tras sus vidas, y las bombas, y los morteros que explotan
bajo el control de los “non gratos” malvados.
Ver los críos sin sonrisas, apagados
y tristes, mientras los padres intentan disimular su mal estado general. Agachados
junto a una pequeña hoguera que apenas desprende calor, ni tan sólo para
alimentar una pequeña ilusión. Rostros que se visten de lágrimas abriéndose
paso entre la suciedad de sus mejillas. Todo quebrado y todos hundidos, porque
cuesta más solucionar “el donde los
ponemos” que actuar para salvar. Todos somos personas, y todos deberíamos
tener derecho a ser atendidos de forma correcta, desde el punto de vista
solidario. Luego ya se decidirá quiénes merecen seguir estando bajo el abrigo
de la solidaridad, si se da el caso.
Yo definiría la vida, como la oportunidad de alcanzar una
felicidad determinada según nuestros actos. Y creo que en este caso, huir
de una masacre, no es una enfermedad, ni una deshonra, ni una lacra, ni una
cobardía. Es una pena y una gran lástima ver como tienen que abandonar todo lo
que han conseguido tras años de esfuerzo. Es la sinrazón más absoluta que
existe. No soy capaz de darle forma a tanto desastre, ni siquiera recortando las
esquinas de la parte amarga de muchas calamidades, resolvería este viacrucis.
Para los que decidieron que su
oportunidad era la de cobrarse vidas al azar, por el simple hecho de salirse con
la suya, les deseo que el próximo tiro
les salga por la culata.
Somos lo que somos, y los que estamos,
rezamos por las vidas truncadas, que estos innombrables
han dejado en nuestro haber. Porque cuando se juntan la crueldad de los disparos
con la miseria de familias de refugiados, parte del mundo se vuelve de espaldas
para reprochar lo sucedido, mientras la otra mitad se vuelve para no pensar. *No
sé si cerrando los ojos uno es capaz de imaginar, un puñado de bebés envueltos
en cuatro trapos y cubiertos de suciedad, con el único amparo de los brazos de
mamá. Los adultos rebuscando agua en los charcos y los ancianos intentando
luchar por su esposa, nietos e hijos a todo pesar.
Maldita sea la idea de tener
que compartir tierra con los malos. Ojalá las muertes de los *arriba nombrados,
sirva de revés para los próximos atentados.
Son muchas las vidas
aniquiladas por un solo pensar, por una forma de alabar a quien permite
semejante atrocidad. En PARÍS ya nos pusieron bajo su punto de mira,
arrebatando la vida de cientos personas sin más pecado que el de estar donde
estaban en ese momento, disfrutando muchos de ellos de un gran concierto. Y otros
muchos paseando, pensando, amando, sonriendo o simplemente viviendo. Y como no
hay dos sin tres, nos ponen de nuevo en jaque atacando en Bruselas, dos tipos de
mano negra, donde escondían el botón de un desastre inminente, que pulsaron si
dudar, ni por sus vidas, ni por la de los demás.
Estos atentados preparados a
conciencia y donde los detalles saltan a la vista erizando el vello de
cualquiera. Hace que tenerles manía se convierta en el pan de cada día. Porque
un ataque a traición no es de ser buen varón, sino más propio de gentes sin
compasión. Malvados mercenarios que se rinden a los pies de quien rezan, y tras
orar, le juran ir al cielo “si se matan
por matar”.
Maldita sea la idea de tener tan poca conciencia sobre los demás, o mejor dicho de no tenerla, más allá de mencionar el donde, como y cuantos morirán.
Maldita sea la idea de tener tan poca conciencia sobre los demás, o mejor dicho de no tenerla, más allá de mencionar el donde, como y cuantos morirán.
Si fuimos capaces de inventar un
corazón artificial, y seguir viviendo, deberíamos de serlo para eliminar esta
lacra tan mortal… y seguir viviendo.
Requiescat in pace
Lorenzo López.