Lectura de Elena

Lectura de Elena
lectura de Elena

jueves, 12 de junio de 2014

Elena... en primera persona

La mayor parte de mi infancia he sido una persona normal. Hasta que sucedió, sin avisar, algo que cambió mi vida para siempre.

Nací llorando y deseando a mamá como cualquier otra niña. Mis sollozos se escuchaban desde el fondo del pasillo. Sólo me sentía a gusto en sus brazos, arropada por el calor de su cuerpo, y acariciada por las mismas manos con las que ella hizo la fuerza suficiente como para ayudarme a salir de su cuerpo.

Desde mis primeros meses y hasta la edad de 12 años, fui una niña muy feliz. Jugaba con mi mamá, iba al cole, reíamos juntas y sobre todo nos amábamos intensamente de una manera muy especial. Pasados unos meses, exactamente tenía 12 años y tres meses de edad. Mi mamá cayó enferma y mi abuela, o sea la mamá de mi mamá, vino para cuidar de ella, y sobre todo de mí. Me sentía fatal por no poder estar con junto a mí mamá, hasta el punto que mi desesperación por no poder estar a su lado, hizo que me escapara de casa para colarme en el hospital. Necesitaba sentirla.

Recordaba la conversación que mi abuela tuvo con los médicos del hospital y escuché donde estaba mi mamá. Y esa misma noche decidí ir a ver a mi mamá. Esquivando a todo el personal médico, personal de limpieza y otros, llegué a la 5ª planta, y me senté en un banco junto a una señora que esperaba. Tenía la puerta de la habitación de mamá a tan sólo cuatro paso, o quizá cinco.

Cuando me aseguré que no había nadie dentro, me decidí y entré. En cuanto la tuve frente a mí, sentí algo que no olvidaré jamás. Me acerqué lentamente y le cogí su mano izquierda. Tuve que subirme a un pequeño taburete para verla bien. La llamé… mamá, mamá, varias veces, pero no me contestaba. Había una serie de maquinas que le ayudaban a sobrevivir. Eso no me gustaba nada, pero el estar allí, a su lado, tomando su mano y sintiendo que era parte de mí, me hacía feliz. Acomodé mi cuerpo lo más cerca que pude al suyo y cerré os ojos, deseando que despertara pronto.

De repente una serie de pitidos alteró mi sueño, e intuí que algo no iba bien. Entraron dos enfermeras y un médico, y me hicieron salir, mejor dicho, me sacaron a la fuerza. Otra enfermera trataba de consolarme en el pasillo, diciendo que no pasaba nada y que pronto estaría bien. Me aguante el llanto y la rabia, y mirando hacia arriba, le pedí a Dios que me llevara con ella, a su lado para siempre.

No pudo ser. Mi mamá murió pocos minutos después y Dios me dejó en tierra.

Tuvieron que atenderme de urgencia allí mismo, me subió una fiebre tremenda y casi no podía respirar. Me entubaron como a mamá. Eso en parte me alegró, porque pensé que había posibilidad de ir junto a ella. Todo lo contrario, aquellos médicos salvaron mi vida y sin remedio volví a quedarme en tierra.

Pero había algo diferente en mí. Era como si me faltara algo, como si me hubiesen quitado una parte de mí. Llevaba una venda que cubría mis ojos. Al parecer estuve con fiebre tres días, y al final una doctora vino para quitarme al vendaje. Antes de hacerlo habló unos minutos conmigo.

Elena, cariño. Dijo. Tu fiebre ha remitido por completo… lo único que… Yo sólo quería que me quitara la venda y se lo pedí enérgicamente. Tras deshacerme de ellas, noté que seguía sin ver nada. La doctora, asintió y masculló. Eso era precisamente lo que quería decirte. Debido a la intensa fiebre, te has quedado ciega por completo. Y además se ha formado un tumor que, aunque de momento no es grave, sí que tenemos que hacer un seguimiento mensual. Ya que podría repercutir en tu sistema nervioso y dificultarte la movilidad de tus piernas.

La estaba escuchando, pero sólo pensaba en mamá. Le estaba pidiendo por favor que no me olvidara nunca, porque yo lo haría jamás.

Desde ese mismo instante, mi vida cambió por completo y hasta el día de hoy sigo siendo Elena, la chica ciega que tuvo que aprender a leer braille para poder entretener mi mente. Aprendí a concebir las sensaciones de forma distinta, también a saborear la vida sin apenas haberla probado. Tuve que educarme en cuanto a definir texturas, colores, aromas y sentimientos…

Mi abuela está viva, pero no se vale por sí sola. Así que tuve que aprender a cuidarla y a ser sus ojos con mis manos. A ser su mente con la mía y sobre todo, a ser su nieta… como lo más parecido a su hija. Mi mamá.

Querida Elena, espero que haya sabido trasmitirlo de la forma que deseabas. Besos.

Con cariño


Lorenzo López

lunes, 9 de junio de 2014

11ª Crónica para Elena

Querida Elena

Antes de nada, quiero mandarte un cariñoso abrazo y mucho, mucho ánimo. 
A pesar de todo lo estás pasando, tu fuerza de voluntad hace posible que tu día a día sea más ameno. eso hace que los que te queremos estemos más felices. 
Sabes que estoy para lo que necesites y no quiero que dudes en pedirme lo que sea, porque siempre, siempre estaré si me necesitas. 

Me has pedido en tu último mensaje, que te escribiera algo que tiene relación con lo que estás pasando. No tengo ningún inconveniente en hacerlo. Si a ti te parece bien, yo encantado. Será un poco duro, recordar ciertas cosas por las que has tenido que pasar. Lo escribiré.

Recuerda que estaré hasta el final...responderé a tu llamada cuando lo necesites, no importa la hora ni el momento... sólo importa que pueda llegar a tiempo a tu lado. 

Siempre te quiere, tu amigo...
 
Lorenzo López