Respuestas lógicas. Sí, así es,
cuanto más absurdas son las preguntas, más lógicas son las respuestas. ¿Comer
manzanas es sano…? Hombre, depende de la cantidad, si te comes una caja entera
seguro que muy sano no será.
El otro día en una parada de bus,
una señora que estaba sentada esperando me preguntó. ¿Seguro que pasa por aquí
el autobús? Le contesté… pasar seguro que pasa, parar ya no se lo aseguro. La
señora se quedó un tanto confusa con la respuesta. Los dos llevábamos mucho
rato esperando… por fin llega el bus, para, abre sus puertas y… la señora subió
lentamente mientras yo esperaba en la acera. Eso sí, agarrado en la maneta de
la puerta. Sus pasos eran tan cortos como los aciertos de un político. El chofer
se impacientaba, miraba a la señora y a mí, casi al mismo tiempo. No quiero pensar
que le hubiera ocurrido al chofer si abre la boca. Una vez quedó la entrada
libre, me dispuse a subir, y el chofer preguntó… ¿sube? Me retuve un par de
segundos y contesté. Es evidente que sí, ¿o se cree que le estaba sujetando la
puerta a la señora que subió antes? Le recuerdo, señor conductor, que son
automáticas…
Tenía que hacer un par de recados
antes de llegar a casa. Pasé por la copistería para hacer una fotocopia de mi
dni. Lo saqué de mi cartera y lo dejé en el mostrador cuando vi que la chica
vino para atenderme. Primera pregunta: ¿Qué quería? Una copia del dni. Segunda
pregunta: ¿es suyo este dni? No, me lo encontré hace días y antes de devolverlo
a su dueño, quería tener una copia de recuerdo… joder, no ves la foto nena. Le dejé
mi Facebook para que comprobara que era yo. Que cosas…
La parada siguiente fue en el
súper. Tenía varias cosas que comprar. Fui buscar una pasta de dientes y un
cepillo. Mientras miraba y buscaba la marca que normalmente compro, apareció
una señorita que me preguntó si podía ayudarme. Le dije que marca buscaba y me
dijo que se les había terminado. Y me ofreció otra distinta. Pregunta: ¿Por qué
no prueba esta otra marca? Es mucho mejor que la que usted buscaba. Yo le
contesté, agradezco su interés ¿pero si la que usted me dice, es mucho más
buena que la yo quiero, porque no se agotó antes la mía? La señorita desapareció.
Después de elegir una marca de dentífrico y un cepillo, fui a buscar un poco de
fruta. Miraba los estantes cuando Jimy, el frutero sureño, me dijo. Si le gusta
la fruta fresca, ha venido al lugar idóneo. Y preguntó: ¿cuantos kilos le pongo?
Le miré fijamente, me giré, volví a mirarlo fijamente a los ojos, y le
pregunté: Chaval, ¿qué te crees tengo una granja de cerdos, o qué? Jimy
contestó… bueno si quiere le pongo menos. O mejor aún, la cantidad que usted
quiera. Sin dejar de mirarlo cogí un par de manzanas, las puse en una bolsa y
se las dejé en la báscula. El frutero con el rostro más serio dijo. Son 126
gramos. ¿le parece bien? le contesté… pues hubiera preferido 121 gramos, pero déjelo,
no sea que mordisquee mis manzanas hasta conseguirlo. Me recordó ese programa
del “peso justo… “ o algo así...
Siguiendo mi recorrido por el súper,
llegué al pasillo donde se encuentran los detergentes. Había una joven que
promocionaba una marca concreta para la ropa blanca. Era como… "sus blancos más
blancos". Al pasar cerca de su atril, me ofreció la oportunidad de adquirir aquel fantástico producto. El mejor entre los mejores… “sólo faltaban
los petardos y las trompetas…” la joven insistía en colocarme ese maldito
producto como fuera. Incluso señaló mi camiseta blanca y dijo… ve, si la
hubiese lavado con este detergente, ahora su camiseta estaría mucho más blanca
de lo que está. Y preguntó: ¿cuantos envases quiere? Yo estaba flipando… y le
contesté: joven, ¿usted se cree que soy el utilero del Real Madrid? Para lavar
tanta camiseta blanca… ¿o qué?
Pasé cerca de los desodorantes y
cogí el primero que me vino de mano. La rubia que había tras un mini mostrador,
estuvo a punto de engancharme… la dejé con la palabra en la boca, con sus
piernas cruzadas sobre unos tacones de diez centímetros, y con las dos tetas
más enormes que jamás he visto asomar por el escote de un uniforme de trabajo
barato.
Como estaba harto de tanta
promoción, me dirigí a la primera caja disponible. Quería pagar y salir de ese laberinto
de ofertas y acosos comerciales. Puse mis artículos en la cinta, que poco a
poco se iban acercando a la señorita que atendía la caja. Tras pasar el primer artículo…
pregunta: ¿todo lo que lleva está aquí? Quise contestar. Me calle y asentí con
la cabeza dos veces. Para dejarlo claro. Pasó el segundo… pip, pasó el tercero…pip,
pip, pip, pip, cuarto, quinto y sexto, respectivamente. Me miró, y antes de
decirme el importe, volvió a preguntar. ¿Desea unas rosquillas secas? Están de
oferta… si se lleva tres cajas le regalamos tres más. Ahora sí que sí. Tenía que
contestar… Señorita. Le recomiendo que las rosquillas se las compre usted, si
tan buena oferta le parece. Y quizá, el hecho de que sean secas… ¿no será
porque aquí nadie se come una rosca…?
Es que hay preguntas tontas… oiga,
¿para bajar de arriba? Coño, primero tendrá que subir…
Lorenzo López