Lectura de Elena

Lectura de Elena
lectura de Elena

jueves, 13 de agosto de 2015

Preguntas absurdas…

Respuestas lógicas. Sí, así es, cuanto más absurdas son las preguntas, más lógicas son las respuestas. ¿Comer manzanas es sano…? Hombre, depende de la cantidad, si te comes una caja entera seguro que muy sano no será.

El otro día en una parada de bus, una señora que estaba sentada esperando me preguntó. ¿Seguro que pasa por aquí el autobús? Le contesté… pasar seguro que pasa, parar ya no se lo aseguro. La señora se quedó un tanto confusa con la respuesta. Los dos llevábamos mucho rato esperando… por fin llega el bus, para, abre sus puertas y… la señora subió lentamente mientras yo esperaba en la acera. Eso sí, agarrado en la maneta de la puerta. Sus pasos eran tan cortos como los aciertos de un político. El chofer se impacientaba, miraba a la señora y a mí, casi al mismo tiempo. No quiero pensar que le hubiera ocurrido al chofer si abre la boca. Una vez quedó la entrada libre, me dispuse a subir, y el chofer preguntó… ¿sube? Me retuve un par de segundos y contesté. Es evidente que sí, ¿o se cree que le estaba sujetando la puerta a la señora que subió antes? Le recuerdo, señor conductor, que son automáticas…

Tenía que hacer un par de recados antes de llegar a casa. Pasé por la copistería para hacer una fotocopia de mi dni. Lo saqué de mi cartera y lo dejé en el mostrador cuando vi que la chica vino para atenderme. Primera pregunta: ¿Qué quería? Una copia del dni. Segunda pregunta: ¿es suyo este dni? No, me lo encontré hace días y antes de devolverlo a su dueño, quería tener una copia de recuerdo… joder, no ves la foto nena. Le dejé mi Facebook para que comprobara que era yo. Que cosas…

La parada siguiente fue en el súper. Tenía varias cosas que comprar. Fui buscar una pasta de dientes y un cepillo. Mientras miraba y buscaba la marca que normalmente compro, apareció una señorita que me preguntó si podía ayudarme. Le dije que marca buscaba y me dijo que se les había terminado. Y me ofreció otra distinta. Pregunta: ¿Por qué no prueba esta otra marca? Es mucho mejor que la que usted buscaba. Yo le contesté, agradezco su interés ¿pero si la que usted me dice, es mucho más buena que la yo quiero, porque no se agotó antes la mía? La señorita desapareció. Después de elegir una marca de dentífrico y un cepillo, fui a buscar un poco de fruta. Miraba los estantes cuando Jimy, el frutero sureño, me dijo. Si le gusta la fruta fresca, ha venido al lugar idóneo. Y preguntó: ¿cuantos kilos le pongo? Le miré fijamente, me giré, volví a mirarlo fijamente a los ojos, y le pregunté: Chaval, ¿qué te crees tengo una granja de cerdos, o qué? Jimy contestó… bueno si quiere le pongo menos. O mejor aún, la cantidad que usted quiera. Sin dejar de mirarlo cogí un par de manzanas, las puse en una bolsa y se las dejé en la báscula. El frutero con el rostro más serio dijo. Son 126 gramos. ¿le parece bien? le contesté… pues hubiera preferido 121 gramos, pero déjelo, no sea que mordisquee mis manzanas hasta conseguirlo. Me recordó ese programa del “peso justo… “ o algo así...

Siguiendo mi recorrido por el súper, llegué al pasillo donde se encuentran los detergentes. Había una joven que promocionaba una marca concreta para la ropa blanca. Era como… "sus blancos más blancos". Al pasar cerca de su atril, me ofreció la oportunidad de adquirir aquel fantástico producto. El mejor entre los mejores… “sólo faltaban los petardos y las trompetas…” la joven insistía en colocarme ese maldito producto como fuera. Incluso señaló mi camiseta blanca y dijo… ve, si la hubiese lavado con este detergente, ahora su camiseta estaría mucho más blanca de lo que está. Y preguntó: ¿cuantos envases quiere? Yo estaba flipando… y le contesté: joven, ¿usted se cree que soy el utilero del Real Madrid? Para lavar tanta camiseta blanca… ¿o qué?

Pasé cerca de los desodorantes y cogí el primero que me vino de mano. La rubia que había tras un mini mostrador, estuvo a punto de engancharme… la dejé con la palabra en la boca, con sus piernas cruzadas sobre unos tacones de diez centímetros, y con las dos tetas más enormes que jamás he visto asomar por el escote de un uniforme de trabajo barato.

Como estaba harto de tanta promoción, me dirigí a la primera caja disponible. Quería pagar y salir de ese laberinto de ofertas y acosos comerciales. Puse mis artículos en la cinta, que poco a poco se iban acercando a la señorita que atendía la caja. Tras pasar el primer artículo… pregunta: ¿todo lo que lleva está aquí? Quise contestar. Me calle y asentí con la cabeza dos veces. Para dejarlo claro. Pasó el segundo… pip, pasó el tercero…pip, pip, pip, pip, cuarto, quinto y sexto, respectivamente. Me miró, y antes de decirme el importe, volvió a preguntar. ¿Desea unas rosquillas secas? Están de oferta… si se lleva tres cajas le regalamos tres más. Ahora sí que sí. Tenía que contestar… Señorita. Le recomiendo que las rosquillas se las compre usted, si tan buena oferta le parece. Y quizá, el hecho de que sean secas… ¿no será porque aquí nadie se come una rosca…?


Es que hay preguntas tontas… oiga, ¿para bajar de arriba? Coño, primero tendrá que subir…


Lorenzo López