Aunque se podría decir que no
siempre es así, todo el mundo quiere pensar que sí. Es más, cree en un final
feliz.
Siempre hay motivos para imaginar
cómo pueden acabar las cosas. Siempre hay algo,
alguien, un porqué, un seguro que sí… lucharé hasta el final, un me esforzaré
más, un lo tengo que conseguir o un lo daré todo.
La vida, a mi parecer, es un
tiempo que transcurre mientras hacemos cosas. Mientras nacemos, mientras
crecemos, mientras jugamos, mientras reñimos o mientras hacemos las paces. Mientras
nos enamoramos, mientras besamos, mientras dormimos o mientras soñamos, mientras sonreímos o mientras lloramos. La vida
nos hace protagonistas de demasiadas cosas a la vez. Un cúmulo de situaciones
buenas, y en ocasiones no tanto. O malas y dolorosas en tantas otras.
Pero hay que quedarse con lo
mejor, con esencia de lo que nos guste. Con todo aquello que ha hecho sonreír o
llorar de alegría. Hay que quedarse con los sueños que nos hacen sentir como héroes
salvando a quien queramos y de la forma que más nos apetezca soñar… También como
buenos amantes, abrazados y solísimos, en silencio y enredados entre las
sábanas más perfumadas que pueda alguien imaginar. Hay tantas cosas que soñar,
que en alguna ocasión, quizá hasta nos cueste escoger. Pero lo mejor de todo es
que una vez dormidos es nuestra mente la que se encarga de elegir que soñar
(por eso creo que cuando soñamos una pesadilla nos despertamos, en cambio
cuando soñamos algo que nos gusta no, y seguimos durmiendo y soñando)
Todo lo que nos pasa se convierte
en recuerdos, sean buenos o malos. Sean cosas que nos han pasado a nosotros directamente
o a terceros. Siempre serán recuerdos… y siempre podremos escoger cuales
queremos recordar con más apego o menos.
Y siempre durante toda nuestra vida, esperaremos una carta, una
llamada, un susurro o un grito, una nota en la nevera, un aviso o un mensaje
con final feliz que tanto deseamos.
Y ahora igual que tú que estás
leyendo… esperemos que llegue pronto.
Lorenzo López