La tarde se perdía entre la persiana
de mi habitación solitaria. Caí rendido en mi cama tras un día agotador. Mi mirada
fijada entre los estrechos espacios de la persiana, que parecían partir en dos aquel
atardecer lento, cada vez más lento. Cada instante algo más oscuro y mágico. Cada
vez era más fácil imaginarte mientras el sol menguaba sin pausa, como una
despedida sin fecha de vuelta. Mi cuerpo seguía tendido, como inerte, sobre la
sabana de seda que cubría aquella inmensa cama que sólo compartíamos en sueños.
Mis ojos casi cerrados, y sin verte… te soñé.
Te soñé paseando por aquella fina
línea que el sol iba dejando mientras se retiraba. La pausa de tus pasos
marcaba el encuentro tan esperado… estaba todo dispuesto. Había millones de
estrellas observando sin perderse ni un solo detalle. Bailaban las notas del
sonido de tus pasos como una danza novedosa. Las carcajadas no se podían
contar, y los destellos de cada una, se unían formando tu flor favorita, linda como tu sonrisa. Y la
luna más redonda y blanca que jamás puedas imaginar, seguía tus pasos como foco
de escenario siguiendo a la princesa de un cuento que empezaba cada atardecer y
nunca terminaba.
Mi placentera sonrisa era evidente,
cada vez estabas más cerca de cumplir con mi deseo… Tenerte entre mis brazos
para siempre. Acariciar la piel que envuelve tu hermoso cuerpo.
Y besarte sin contar los besos.
Y quererte sin condiciones.
Y cuidarte sin reproches.
Y acariciarte cuando estés
dormida.
Y desearte sin medida.
Y amarte
toda la vida. Y…
Y sigo esperando a que vengas.
Y seguiré esperando por si vienes…
Y me despierto y no estás a mi
lado.
Y siempre estoy, y siempre estaré.
Quizá mañana lo consiga. Quizá un
noche tenga más atino, y consiga romper en pedazos el cristal de mi ventana,
para que mis sueños lleguen hasta tu alma, y te cueles por el estrecho espacio
de mi persiana hasta acomodarte en mis brazos…
Quizá mañana la luna no brille
tanto y las estrellas no bailen tus pasos. Quizá otra noche tumbado en mi cama,
me haga soñar de nuevo otro sueño contigo.
Y sino, seguiré esperando por si
vienes…
Lorenzo López