Lectura de Elena

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jueves, 11 de febrero de 2016

Café sin azúcar

Cada segundo que sacude el reloj, es como una llamada oculta que no atendemos, pero que pensamos que podía ser importante. Es una pequeña muesca en el almanaque, un suspiro, un gramo de vida, un paso más para el olvido. Elegimos entre cara o cruz como si hubiera más opciones. Y manos a la espalda elegimos entre pares o nones.

Los segundos pasan sin mirar atrás, igual que los cobardes eligen correr en lugar de parar. Colores y gustos, con cual acertar... Las manías son muchas y los inconvenientes demasiados, las ocasiones “calvas” y los milagros ya fueron otorgados. Cuesta poco elegir entre buenos y malos, entre el pan duro o el blando, entre la arruga y el planchado. Entre la bella y la bestia o entre dulce o el salado.

El agujero eligió a la rosquilla y la rosquilla su forma. La tos a la garganta y la garganta a las vocales. Un dedo eligió ir hacia allí y otro te mandó a tomar por el culo. Y no más oportuno fue elegir dos mejor que uno. Subir hacia arriba o bajar para abajo… que cosas tienes, elegiré un atajo. La avaricia declina la pausa de elegir de entre lo bueno, lo mejor. El sueño elige con qué soñar, volar, sentir, imaginar…

Elegir montar o ser montado. Ser listo y espabilado o más tonto que hecho de encargo. Elegir vivir luchando o morir sentado. Elegir entre pájaro en mano o ciento volando. Entre el bueno, el feo o el malo… Entre el primero o el ático. Entre una rubia fresca en copa helada o “morena” caliente con pan tostado.

Elegimos cada día, cada instante, en cada parpadeo nos debatimos y en cada decisión nos arrepentimos. Elegimos como, cuando y donde. Elegimos entre Ada o Duende. Entre decir hablando o hablar sin decir nada. Entre aprovechar la segunda oportunidad o perderla sin más. Elegir entre pan con pan o hambre para mañana. Entre dos sin tres o nada de nada. Entre ricos platos o malos tratos. Entre sonrisas y lágrimas, entre oficial y caballero, entre quedar el último o ser el primero. Elegir la mano dura o la mano que saluda.

Elegir entre escaleras o ascensor. Entre ducha o baño. Entre verdad o engaño. Elegir que ponerse o que quitarse. Entre el bien o el mal. Entre la piadosa o la sensata. Entre la cara o la barata. Elegir es cuestión de prioridades, de momentos de soledad, de instantes sin aliento, de dudas reales. Es cuestión del qué dirán, del aquí estoy yo, del antes muerto que sencillo. Es cuestión de modas, de manías con filo, de parecerse a quien sea y salir para que otros vean. Elegir si borrar y empezar de nuevo, o seguir y pasar de largo. Elegir entre abierto o cerrado. Entre amar o ser amado. Entre carne o pescado, o amor de saldo. Elegir entre mí o mí otro yo. Entre tú o el de al lado. Entre risas o llantos. Entre sopa de sobre o “fast food” en mal estado.

Elegir futuro sin pasado o lo pasado, pasado está. Elegir donde nos sentamos y cuando levantarnos. Elegir el esfuerzo diario, entre me levanto y hago, o si hay que ir se va, soy vago. Elegir entre yo soy puto el amo, o tu eres mi vida, mi hermano. Entre la picardía y la cordura, o entre la sabiduría y la tontura. Entre pensamientos inútiles e ideas desordenadas. Entre colegas o camaradas, entre locos o sabios, entre compadres y payos. Elegir entre irse con recuerdos o quedarse sin nada. Entre insistir o borrón y cuenta nueva. Entre coloretes sin mejillas o palmaditas sin cachetes. Entre labios rojos o mordiscos flojos. Entre el cuello y la espalda. Entre susurros y gestos. Entre el silencio o las palabras, o entre las pausas de los pliegues de tu falda. Elegir entre seguir gritando o callar para siempre. Entre ser o no ser. Entre lo exquisito de la esencia o el resquicio de lo que queda. Elegir entre mis y sus, o entre la oscuridad o la luz.

Elegir me cuesta tanto, que no sé si soy el quise ser, o el que nunca soñé.  


¿Y tú? El café con o sin azúcar…



Lorenzo López