Allá donde la luna brilla un
calvo se cepilla la melena de sus genitales. Calle abajo asoman dos fulanos
gritando como animales y sus gemidos perturban los rezos de las yayas, mientras
las oraciones las aclaman, y acumulan peticiones y milagros que ya no caben en
los cajones, ni en los baúles más sagrados. Piden y piden y vuelven a pedir, no
se cansan de insistir y de jurar en vano por todo aquello que de la mano se les
fue sin amarlo. Por los que no saben seguir los pasos porque tropiezan en los
retrasos de sus fechorías, ni cagan a gusto ni mean dentro, por grande que sea
el tiesto y pequeña la que se menean.
Y no más tarde de las seis de la
tarde… y no rían, quedaba aquel memo en la parada de metro, para darle a su
amada un par de flores caras y explicarle sin remedio, porque ayer tarde se
besaba con la guapa del medio. Con o sin motivos, cada uno, en ocasiones, no es
cada cual, sino que toca los cojones.
Ese cual que se pierde entre deseos prohibidos e ideas macabras
cometiendo una especie de perjurio con las palabras. Medio trasto y mandón le
daba a la chica unos meneos. Será mal parido el chaval, que se atreve el muy
animal a propinar a la fémina un coscorrón. Pero la susodicha y como buena
hembra, se animó a actuar y cogiendo sus
genitales que apretó sin modales y los enroscó como una culebra. De ahí en
adelante todo quedó en su sitio. Él se llevó su ego herido, y maltrecha su
picha. Y ella satisfecha por el descanso de sacarse de encima semejante ganso,
lo malo el tufo le quedó en su mano. Por lo demás, sonriente y satisfecha.
Para sabios nuestros mayores,
para tontos los de siempre. Para buenas unas gachas, tan simples como rápidas.
Porque la liebre, es seguro que ganara a la tortuga, esta pudo ser menos
atrevida y salir a su paso, pensando…ya te pillaré en tu descanso. Los cuentos
se cuentan para que otros los crean, algunos son buenos, otros más lentos. Pero
los piensas y lees y relees, y seguro que te ríes aunque tarde los pilles. Todo
tiene su porqué, su cuando y su cómo. Porqué hasta el sinsentido tiene sentido
si le pones tu guasa, que es ni más ni menos, cuando te pasas un buen rato
mirando to pillao, aquello que nadie
mira y lo encuentras divertido.
Hasta el guapo de la clase se
mete el dedo en la nariz, no se trata de una casualidad o de que sea un joven
aprendiz, es el instinto humano que nos enseña a vivir. Porque tenemos cosas
que nos molestan y cosas que nos gustan. Tenemos millones de respuestas para
millones de preguntas, y miles de propuestas e ideas infinitas... que gustan.
Tenemos enfados y muchas sonrisas para enseñar. Tenemos besos y abrazos, y
tiempo para soñar. Los libros nos educan y la vida nos guía, y los pasos
andados, aquellos que no caducan, alimentan nuestra mente y crece nuestra
imaginación que desarrolla nuestra alma y corazón. Tenemos limones para hacer
limonada y peras y vino, y melón con jamón, manzanas al horno con canela y
timón, y no olvidemos la nocilla... Ummm buenisima. El pan de cada día, la tajada y las patatas, la
verdura y las natillas. Tenemos el flan con barquillo, tostado por arriba y de
fondo amarillo. Tenemos el ajo sin vampiros y sangre grana en las venas.
Tenemos sal, limón y tequila, y manzanilla para la pancha y para los nervios tila. Tenemos sudor en nuestro haber y mucha lana que tejer,
mucho frío que pasar y mucha mierda que pisar. Tenemos grandes recuerdos y
memoria de sobra para seguir cuerdos. Tenemos café caliente para las mañanas de
invierno y manos impacientes para escribirte lo más tierno. Tenemos lo que
tenemos y vale la pena sonreír por ello, sonreír por que sí, porque tenemos
veinte dedos que nos señalan cada día ante el espejo, lo buenos que seremos si
seguimos los consejos de quien nos quiere, guarda y diere.
Porque tenemos las ganas de estar
donde estamos, de ser quienes somos y de amar lo que amamos.
Lorenzo López.