Lectura de Elena

Lectura de Elena
lectura de Elena

jueves, 26 de noviembre de 2015

El talento del burro bizco

Un burro vivía tranquilo en una granja. Normalmente no hacía nada más que comer y dormir. El dueño estaba cansado de tener que mantener a ese animal sin sacar ningún provecho. Cada jornada se paraba frente al burro pensado que podía hacer con él, porque además era bizco, y eso dificultaba aún más buscar un nuevo dueño. Y así día tras día, pendiente del animal sin encontrar una solución que le dejara satisfecho.  

El burro bizco se paseaba por una parte de la granja lentamente. Parecía que le afectaba el hecho de que estuviera bizco. Mirando desde fuera y bien lejos, quizá alguien hubiera apostado por aquel animal. Pero conforme uno se iba acercando, la cosa cambiaba. El burro daba vueltas siempre en el mismo sentido, o sea a favor de su ojo bizco. También daba la sensación que cojeaba un poco en relación a la dirección de giro y sus orejas no estaban estiradas y tiesas como deberían. La cola apenas se mueva. No se balancea hacia ninguno de los lados, ni hacia arriba...siempre estaba en la misma posición. El pelo casi no le lucía porque el sol no le toca directamente y eso hacía que se viera lacio, sin brillo y sucio. En ocasiones parecía como si sonriera y entonces se le apreciaban una parte de los dientes, que desde luego tiene demasiado marrones y destacan desfavorablemente sobre él. Hasta la disposición que tomaba para alimentarse al morder la hierba, era una sensación más propia de un animal perezoso, gandul y sin ganas de mejorar.

El granjero no dejaba de mirar un rato cada día a su burro, y siempre asentía igual. El mismo gesto de fracaso a diario. Tenía tan claro que ese animal no lo quería nadie, que al día siguiente no fue a verlo, simplemente pasó por al lado sin apenas echarle un vistazo ni de reojo. Al otro día igual, y al siguiente lo mismo, y al otro y al otro. Así pasaron 7 días completos en los que el granjero ni siquiera miró al burro apenas un segundo.

Mientras oscurecía el burro se mantuvo inmóvil durante más de una hora seguida. Se quedó quieto en el mismo lugar y en posición de alerta, como si esperara que sucediera algo. No parpadeó, sus orejas estaban erguidas, su cola se mantuvo inmóvil, y aquella pata que parecía dolorida estaba firmemente posada con fuerza en el suelo, sujetando su propio peso. Algo había cambiado. O bien un milagro sanó al burro de sus taras, poco probable, o bien este, reaccionó ante la impasibilidad de su dueño los últimos 7 días.

Al día siguiente, unos minutos antes de que el granjero saliera de la casa. El burro ya estaba derecho frente al lugar por donde su dueño pasaba cada mañana. Se postró erguido, con las orejas rectas como clavos apuntando hacia el cielo. Sus patas firmes como anclas en el terreno. Su cola era lo más parecido a una batuta a ritmo del mejor director de orquesta. Y lo mejor de todo era contemplar sus ojos, estaban en perfectas condiciones. Su mirada dejaba un detalla único. Su pelo le vestía perfectamente. Hasta sus dientes parecían en mejores condiciones. Cuando su boca se abría, parecía que realmente estuviera sonriendo. Feliz.

Cuando salió el granjero de la casa, hizo lo que estuvo haciendo los últimos siete días. Pasó por delante del burro, sin darse cuenta de que estaba allí en tan buenas condiciones, que hubiera pasado la mejor de las revisiones. Cuando el burro se vio rebasado por el granjero, este empezó a caminar de forma elegante y en todo su esplendor. Antes de que el granjero se alejara, el burro rebuzno hasta 3 veces llamando la atención de su dueño…al girarse este, vio como que el burro le guiñaba el ojo. Así que ya no parecía bizco. 

Mi conclusión es la siguiente. El burro no quería separarse de su dueño y por eso uso su talento para quitar al granjero las ganas de venderlo, haciéndose pasar por un burro con demasiadas taras. Cuando su dueño creyó que el burro bizco se había curado, ya no quiso deshacerse de él nunca más.

El talento forma parte de nosotros, lo tenemos todos, y es capaz de hacernos más ingeniosos y mentalmente mucho más capaces de realizar tareas que otros piensan que no podremos.


Lorenzo López