Lectura de Elena

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jueves, 11 de octubre de 2018

Avaricia-me...

Pongamos el año actual y tal día como cualquiera de los recientes.

La gente se movía como si el mundo se terminara en unas pocas horas. Parecía no saciarse de tantas cosas que a su alcance se disponían. Unos que van y otros que regresan, otros que nunca lo harán… cada uno por su lado o no. Porque es muy cierto que hay quien piensa que mientras “yo tenga”, el que venga detrás que espabile. Eso se siente a diario, se masca en el ambiente más de lo que uno quisiera. Todo el mundo se queja de este o aquel. De que hace este otro o que tiene fulano de tal. En definitiva, que la sensación natural es que nadie está a gusto en su propia cama, si sabe que el prójimo tiene una más buena.

La avaricia, no es sólo un pecado capital, es una puta costumbre, una manía, una obsesión en infinidad de ocasiones. Esa obsesión por querer más, por ser el mejor, por estar por encima de cualquiera, es sumamente mala. Pero lo peor es que sea a cualquier precio.

Antes se corría por la calle, con la preocupación de caerte y hacerte daño. Ahora son docenas de preocupaciones las recorren la mente de una persona, pensando en la infinidad de cosas que pueden suceder. Desde que te grabe la televisión, te atraquen cuatro críos a punta de navaja, o peor aún, a punta de pistola, o hasta que alguien se enamore de ti…simplemente por que sí.

Hay quien no se cansa de joder al prójimo. Dejar su imprenta sin pensar en nada más que en su propio beneficio. Machacando sin medida, y aprovechando la ocasión para restregarte que “es lo que hay”. Que es el mejor, el más guapo, el más fuerte, el más chulo… joder, más chulo. Si el mundo se alimentara de chulería, no haría falta nada más, porque por todos es sabido que hay demasiada. En este caso se peca por exceso…

Un  mundo donde empresarios cabreados se quejan de que la gente no gasta, que no compra. Que no vende lo que debería para mantenerse, pero estruja al trabajador con la otra mano, la que no se ve, rebajando el sueldo y aumentando horas de producción. Un mundo donde el estado crea un presupuesto general… para el general, para el príncipe y su princesa de ocasión, para rey de titanio, para una serie de políticos varios… (Quería poner cabrones, pero bueno…) en definitiva, que de haber hay, lo que pasa es que se reparte mal. Y digo yo, hay que ser mu gilipollas para que siempre repartas así de mal… no?

Mientras, en la otra punta, vete a saber dónde, familias enteras se hacen cruces para poder llevase un chusco de pan a la boca, en muchas ocasiones no a la suya. A la de sus hijos, los papas se alimentan de la sonrisa de sus hijos. Ancianos que no tienen a nadie que les cuide, y las residencias costando el doble de su pensión. Niños con deficiencias que necesitan tratamientos impagables. Adolescentes que dejan sus estudios porque para eso, como para otras miles de necesidades, no hay pasta…  

Esta alegoría la he titulado la avaricia… no siempre rompe el saco. Considero que así es, porque lo peor que puede pasar, o mejor dicho, lo que está pasando, es que rompe corazones, sentimientos y hasta familias enteras, destrozándolas por completo.

Quizá no he conseguido del todo poner una imagen en la mente del lector en esta alegoría, aunque eso no me preocupa mucho. Lo que sí me preocupa es los ofendidos…porque no harán ni caso.

Lorenzo López