Lectura de Elena

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jueves, 10 de noviembre de 2016

Escribiendo mi deseo

Cualquiera tiene un deseo preferido, dentro de una gran lista de ellos. Eso sí, jamás he visto ninguna lista de nadie, ni creo que la vea jamás. No habéis pensado que todos nos acordamos de nuestros deseos y que nunca los hemos tenido que apuntar… Ni jamás lo tendremos que hacer. Los recordaremos toda la vida.

Un día me explicaron una historia muy especial. Y al final de esa historia, se esconde un deseo, como en la gran mayoría de nuestras historias. Es muy personal, y a pesar que me dijeron que escribiera sobre ella, me reservo el derecho de modificar algunos de los detalles y nombres reales, por apodos u otros. Hoy la quiero compartir con todos los que me leéis y con los que lo quieran hacer en un futuro. Bienvenidos.

En este caso sólo necesito dos nombres. Yayo i nieta.

Y esta historia empieza así…

Un señor que ama lo que tiene. Todo aquello que consiguió tras una larga vida de trabajo y esfuerzo personal. Y como la vida no deja de avanzar irremediablemente, un día se convierte en “el yayooooooo”. Y aquí empieza, lo que podría ser un gran deseo. La nieta, que nada más entrar por la puerta ya gritaba… “yayoooooooo” e iba corriendo hasta el sillón para abrazarle y juguetear con él. En la mesa redonda que había frente a él, se recostaba un periódico del día, una mini radio relatando con las noticias, y un cenicero que sostenía parte de una señorita humeante y consumida a medias. Siempre informado de todo. Una serie de abrazos y besos, interrumpían la lectura, el noticiario, e incluso se olvidaba del purito. Estaba con su nieta, su preferida, su ojito derecho. A su alrededor tenía dos perros, Jack y Estrella, eran dos encantos, y los quería mucho. Siempre estaban cerca de él. A ella le encantaban.

**Esta parte de la historia la quiero escribir en primera persona, para hacerla más real, como si fuera la nieta la que nos la cuenta.

Mi "yayoooooooo", todos los domingos por la mañana me invitaba a tomar un cortadito juntos. Aunque había domingos que me acostara de madrugada, jamás me importó ir con él. Cogerlo de su gran mano y caminar hasta su bar preferido para tomarnos el cortado, y reírnos, y hablarnos, y contarnos algunos secretos y algunos chimes también. Era extraordinariamente listo. Le iban mucho los números. Recuerdo que siempre usaba una calculadora Casio, con la que repasaba su contabilidad, personal y laboral. Calculadora que aún conservo tal cual me la dio. Mi primer trabajo fue en su empresa. Me contrató de secretaria en su agencia. O sea mi jefe era mi "yayoooooooo" y su nieta, su secretaria. Parece sacado de una fábula, pero es real. Y que nadie piense que estaba enchufada por ser su nieta, eh? Que también me regañaba y me hacía trabajar. Él era muy currante y la verdad es que me enseñó muchas cosas. Detalles que hoy me siguen sirviendo, y mañana también lo harán.

Recuerdo un día de campamento, que por la noche decidió ir a la “Wonderful”, y dicho y hecho, eso sí, hasta la 1, pero fue “maravilloso” (nunca mejor dicho)

El campamento lo hacíamos en la torra que tenía mi yayo. Él y mi yaya estaban en la casa, mientras nosotros dormíamos en las tiendas fuera. Una para los chicos y otra para las chicas. Una buena anécdota en esos días de campamento, fue que una noche se nos ocurrió hacer un calimocho i esconderlo en la piscina. Una botella atada a una cuerda y bajo la botella, una piedra para sumergirla y que no se viera. El resto de la cuerda atada a un arbusto cercano. Hasta ahí todo perfecto.

Una vez la noche ya nos amparaba, o eso creíamos, decidimos ir a buscar la botella. Ese calimocho tenía que estar fresquito, muy bueno, y muy apropiado para esa ocasión. Total que entre una amiga y yo fuimos a buscarlo. Éramos valientes y no teníamos miedo, total la piscina estaba allí mismo. Pues nada, decididas las dos nos pusimos en marcha. Nos falló un detalle, que no teníamos linterna, pero eso no impidió que fuéramos a por nuestro botín.  A gatas o en cuclillas, no lo recuerdo muy bien, pero eso sí, juntas. Nos acercamos a la piscina, y palpando el borde a cuatro manos, buscábamos el extremo de la cuerda que tanto ansiábamos encontrar. Jolín, nos estaba costando mucho dar con él… Casi que hubiéramos encontrado antes la aguja del pajar con el rato que llevábamos buscando y palpando el borde de la piscina, que jamás me había parecido tan y tan largo… joder!!! Tras unos minutos más de desesperación, alguien nos sorprendió. Era mi “yayoooooooo” y en su mano derecha sostenía nuestra botella de calimocho. Yo especialmente me quedé tan sorprendida, que no supe que decir. Él me ofreció su mano libre, me ayudó a levantarme y nos acompañó hasta donde teníamos nuestra tienda de chicas. Lo más genial fue que se sentó con nosotras y se quedó allí tomando el calimocho con nosotras. Fue algo que inolvidable. A parte de mi “yayoooooooo” era un gran amigo y compañero.

*Y como si lo estuviera llamando… “yayoooooooo”, he pedido un deseo, y alguien va hacer que quede por escrito.

Lo he titulado “escribiendo mi deseo

Y dice esto.

El día que te fuiste para siempre, es mi peor día de cada año. Quizá Dios así o quiso, pero yo no quería eso. Nunca quise que sucediera eso. Y mi memoria está llena de mis momentos conmigo. De tus tardes en la oficina enseñando a tu nieta secretaria. Esas mañanas de domingo tomando un par de cortados juntos.

Y es que aún hay momentos mágicos en los que cuando entro por la puerta de tu casa, algo en mí te sigue llamando “yayoooooooo”, y corro hasta su sillón… como siempre lo hacía. y te besaba como siempre lo hacía, como siempre te abrazaba… Todo como siempre y para siempre. Porque siempre serás mi recuerdo inolvidable. Porque te quiero como siempre lo he hecho. Porque deseo volver a tenerte cerca, muy cerca de mí. Y acariciar tus manos, mirar tus ojos, besar tus mejillas, recostarme en tu regazo, llorar en tu hombro, reír tus risas, mimar lo que tu amabas y amar todo que nos hacía felices.

Mi alma va cogida de la tuya, y mi corazón late tus latidos, y mi amor lo comparto cada instante contigo “yayoooooooo”

De esta manera he querido escribir el deseo de esta gran persona que ama a otra gran persona. Descanse en Paz.

Sólo me queda desear que se cumpla.


Lorenzo López