Teniendo en cuenta que no todo lo
que se oye tiene que ver con algo que hemos oído, y lo vemos con algo que hemos
visto, la vida puede ser maravillosa o una mierda.
Si oyes que hay un lugar
fantástico, donde todo es genial y se está mejor que en brazos, lo normal es
que compres una plaza. En ese momento no te preocupa dónde está ese lugar, sino
rezas porque haya un puesto libre para ti. En cambio sí escuchamos ese refrán
que dice “Si ves las barbas de tu vecino
cortar, pon las tuyas a remojar”. Eso la verdad es que te hace pensar en
que tienes que hacer algo que no quieres. Porque ponerte las barbas en remojo,
sinceramente incomoda mucho, nunca mejor dicho, porque según qué postura tomes
vas a flipar… ¿Y qué pasa si te pilla afeitado? ¿Hay que esperar a que crezca
la barba para remojarla, o disimulas mojándote la cara como recién rasurado?
Joder es una putada.
Que pasa cuando escuchas que hay
ofertas en un gran almacén. Ostia, tu mente se pone a hacer cuentas con los
cuatro chavos de tu cuenta bancaria y los ajusta más que la faja de tu suegra.
Te frotas las manos, te sudan las axilas, te huelen los pies del subidón y vas
al cajero más cercano para confirmar el saldo. Luego a casa, a coger todas las
bolsas más grandes que tienes guardadas para la ocasión, y corriendo al gran
almacén. Desde que entras hasta que sales todo ha cambiado. Tanto, que hasta la
visa te está pidiendo vacaciones en ese lugar tan fantástico de arriba.
Veo, veo… jolín me ha venido a la
memoria Teresa Rabal, el parchís, las pipas, las trampas… madre mía que
tiempos. Perdón, la noche me confunde. Pues eso, que cuando alguien ve algo que
le mola y te lo explica, siempre te lo adorna bajo su punto de vista. (Joder como estoy, mis gafas están pidiendo
el comodín de la llamada). Veo algo guapo y te lo explico más guapo
todavía. Mientras escuchas te imaginas lo más guapo que has conocido y lo
multiplicas por un montón y el resultado… hay dos posibles opciones. A: si
estás enamorado/a el resultado es tu novio/a con más pasión y cariño que los
cocidos de la yaya. Opción B: si tienes hijo/as, está claro que será el niño/a
sonriendo diciendo mama, papa, bibi, pipi, caca, (mierda-limpiar culo…buufff) pero al final te quedas con lo de papa
o mama, según convenga.
En cambio cuando algo no lo
puedes ver, y depende de tu imaginación para hacerte una idea, “cuidao”, “cuidao” con lo que puedes imaginar, que nadie es de piedra. Un roce, dos roces, tres rooces… en fin.
No me refiero a que no podamos pensar “caliente”, que es diferente a pensar “en
caliente”. Lo que quiero decir es que todo el mundo no imagina la misma cosa de
la misma forma y/o manera. No hace muchos días escuchaba una conversación de dos
varones, (a uno de ellos he preferido llamarlo MACHO). Total que el varón le contaba al macho, que había conocido a una chica estupenda, guapa, amable, con
buen talante, lista y comprensiva… y no sigo porque tendría que dar su nombre y
no quiero. El macho, atento a los detalles, y nada más terminar de escuchar los
alagos a la muchacha, preguntó, ¿está buena…? El varón le repitió, es guapa,
lista y muy cariñosa. El macho al que algo le crecía en su exterior, insistió,
¿pero está buena, no? Este ejemplo me sirve para dos cosas. Primero para
expresar mí angustia sobre ese tipo de macho, con menos sentido común que un megamix del padre nuestro. Lo siguiente
es la capacidad de imaginación que tenemos las personas sabiendo lo mismo.
Es como cuando te encuentras con
un amigo que hace años que no ves, y le dices… Que bien te veo Paco. Joder,
piensa Paco. Si hace años que no sabes de mí, y ahora resulta que me ves bien, (manda
guevos) pues yo lo siento señor, pero no le reconozco. Claro, es que hay otras
formas de quedar bien coño. Ves a un tío que hace la tira que no ves, y casi es
probable que ni te acuerdes del su nombre, lo más normal es que cambies de
dirección y en todo caso le saludes con la mano de lejos, y punto, ya has
quedado bien si es que él te ha reconocido. Si no te devuelve el saludo
entonces quizá recuerdes su nombre y el de algún familiar suyo…
Algo gracioso es cuando ves a una
amiga con su hijo de 16 años, y que hace unos diez años que no veías. Saludas,
pim, pam… comentas cuatro cosas y de repente miras al chaval y dices “hay que
ver que hermoso y grande que está, como ha cambiado desde la última vez que lo
vi” Coño, todo cambia (recuerda la visa
que pedía vacaciones). Así es, dos y dos veintidós. Si hace diez años que no
ves a una persona, lo normal es que no esté igual que la última vez. El tiempo
pasa y se hace camino al andar… y a no ser que hablemos de Walt Disney el
tiempo pasa para todos.
Si ves mal no conduzcas, y si
conduces mira por donde ves.
Lorenzo López.