Lectura de Elena

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jueves, 17 de agosto de 2017

Para Elena

Aún recuerdo cuando nos conocimos. Una tarde de primavera dónde casualidad fue protagonista, el resto mágico.

Recuerdo las primeras palabras que nos cruzamos y las primeras sonrisas. Recuerdo que te miraba mientras sonreías, mientras tú intentabas imaginarme. Me pediste tocar mi rostro para saber cómo era, para mirarme a tu manera. Para tener una idea que quien te acompañaba aquella tarde de primavera.

Son muchos los momentos que recuerdo, el momento que compartimos sentados frente a frente como dos adolescentes, hablando y riendo… viviendo. Son tantos los instantes que intento recordarte, son muchos los versos que te escribo, tan importantes, tan tuyos, que me imagino todas las palabras con las que fluyo, con las que deseo expresarte mi cariño hacia ti, mi agradecimiento, mi orgullo.
Jamás habrá mejores recuerdos que recordar. Jamás habrás instantes que puedan durar lo que los nuestros están durando. Jamás nadie se expresará mejor hablando, como tú con tus manos rozando. Jamás nadie entenderá lo que tu corazón sentía cuando tus dedos acarician las letras que te escribía, y hasta en los puntos suspensivos eras capaz de sentir aquellos leves suspiros, que salían de mi alma cuando aquel juego de palabras que escribía, le daba significado a mis pensamientos, y con cada verbo que surgía, imaginaba conjugarlo con el vaivén lento de tus dedos, con el encarnado de tus labios o con el silencio de tus ojos. En cada carta que te escribía la posdata relataba que jamás te olvidaría.

Recuerdo poemas que te dediqué, y recuerdo las lágrimas que derramaste, y las que derramé, cuando falleció tu mamá, y murió tu fe. Recuerdo tu angustia, tu rabia y tu enfado. Recuerdo los recuerdos que me contaste, y recuerdo los abrazos que no te dejaron darle. Recuerdo ese mal estar y toda esa impotencia por no dejar que entraras a despedirte de tu mamá ese día.

Pero también recuerdo que te gustaba leerme, que te encantaba preguntarme cómo iba mi vida, si estaba contento, si vivía. Si la felicidad era mi amiga y si algún día me iba a olvidar de ti, cuando una luz fugaz te saliera del pecho para llevarte al cielo y descansar en paz. Pero te prometí que jamás te olvidaría. Y es lo que estoy haciendo, no olvidarte, y recordar cómo nos conocimos aquella tarde. No me olvido de escribirte cada semana, cada jueves, el mismo día que el destino hizo que nos conociéramos. El mismo día que tu nombre formó parte del título de mi blog, junto al mío.

Recuerdo todos los recuerdos contigo como si hoy mismo nos hubiésemos conocido. Como si el último beso que dejaste en mi mejilla, fuera el primero. Y aún recuerdo tu perfume envolver tu cuerpo entero, y también tu suave a largo pelo.

Lo recuerdo todo, te recuerdo siempre. Mañana 18 de agosto es Santa Elena…. Y te quiero.

Con cariño para una amiga que a pesar de su ceguera, veía todas las cosas importantes de la vida.


Descansa en paz Elena


Lorenzo López