Aún recuerdo cuando nos
conocimos. Una tarde de primavera dónde casualidad fue protagonista, el resto
mágico.
Recuerdo las primeras palabras
que nos cruzamos y las primeras sonrisas. Recuerdo que te miraba mientras
sonreías, mientras tú intentabas imaginarme. Me pediste tocar mi rostro para
saber cómo era, para mirarme a tu manera. Para tener una idea que quien te
acompañaba aquella tarde de primavera.
Son muchos los momentos que
recuerdo, el momento que compartimos sentados frente a frente como dos
adolescentes, hablando y riendo… viviendo. Son tantos los instantes que intento
recordarte, son muchos los versos que te escribo, tan importantes, tan tuyos,
que me imagino todas las palabras con las que fluyo, con las que deseo
expresarte mi cariño hacia ti, mi agradecimiento, mi orgullo.
Jamás habrá mejores recuerdos que
recordar. Jamás habrás instantes que puedan durar lo que los nuestros están durando.
Jamás nadie se expresará mejor hablando, como tú con tus manos rozando. Jamás
nadie entenderá lo que tu corazón sentía cuando tus dedos acarician las letras
que te escribía, y hasta en los puntos suspensivos eras capaz de sentir
aquellos leves suspiros, que salían de mi alma cuando aquel juego de palabras
que escribía, le daba significado a mis pensamientos, y con cada verbo que
surgía, imaginaba conjugarlo con el vaivén lento de tus dedos, con el encarnado
de tus labios o con el silencio de tus ojos. En cada carta que te escribía la
posdata relataba que jamás te olvidaría.
Recuerdo poemas que te dediqué, y
recuerdo las lágrimas que derramaste, y las que derramé, cuando falleció tu
mamá, y murió tu fe. Recuerdo tu angustia, tu rabia y tu enfado. Recuerdo los
recuerdos que me contaste, y recuerdo los abrazos que no te dejaron darle. Recuerdo
ese mal estar y toda esa impotencia por no dejar que entraras a despedirte de
tu mamá ese día.
Pero también recuerdo que te
gustaba leerme, que te encantaba preguntarme cómo iba mi vida, si estaba
contento, si vivía. Si la felicidad era mi amiga y si algún día me iba a
olvidar de ti, cuando una luz fugaz te saliera del pecho para llevarte al cielo
y descansar en paz. Pero te prometí que
jamás te olvidaría. Y es lo que estoy haciendo, no olvidarte, y recordar cómo
nos conocimos aquella tarde. No me olvido de escribirte cada semana, cada
jueves, el mismo día que el destino hizo que nos conociéramos. El mismo día que
tu nombre formó parte del título de mi blog, junto al mío.
Recuerdo todos los recuerdos
contigo como si hoy mismo nos hubiésemos conocido. Como si el último beso que
dejaste en mi mejilla, fuera el primero. Y aún recuerdo tu perfume envolver tu
cuerpo entero, y también tu suave a largo pelo.
Lo recuerdo todo, te recuerdo
siempre. Mañana 18 de agosto es Santa Elena…. Y te quiero.
Con cariño para una amiga que a
pesar de su ceguera, veía todas las cosas importantes de la vida.
Descansa en paz Elena
Lorenzo López