Lectura de Elena

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viernes, 28 de marzo de 2014

1ª Crónica

He recibido noticias de lo mucho que te ha sorprendido mi nuevo blog. Espero que sea de tu agrado y que todo lo que vaya entrando te haga sentir un poco más feliz. Estos días han sido un tanto especiales y porque no, emocionantes también. 

Sabes bien que mi deseo es aprender a ayudarte, a que me enseñes a imaginar lo que escuchas sin necesidad de verlo. Estoy seguro que tiene que ser algo muy especial que sólo alguien como tú puede hacer que otros lo comprendan.

Estoy terminando un nuevo relato para entrar el próximo jueves 3 de abril. De antemano ya te digo que no sé cómo se puede imaginar la emoción, cuando parte de las cosas que lees y existen, no las hayas visto nunca.

Me lo tendrás que explicar querida Elena.  

Tu amigo Lorenzo López.

jueves, 27 de marzo de 2014

El gato turista

                     El coche se alejó rápidamente de la zona boscosa, lentamente el sonido del motor se desvanecía.  Me sentía asustado y al abrir los ojos me sentí en un lugar desconocido, siempre había estado en casa de la que consideraba mi familia. Intuí que me habían abandonado.

Soy un gato y mi nombre es Dino.

He sido criado entre caricias y comida envasada especial para gatos. No entendía por qué el señor de la casa, Andrés, me había dejado allí. Empecé a hacer memoria con la intención de recordar si había hecho algo malo. La verdad es que era un buen gato (y no porque lo digo yo) si no porque llevaba con esa familia más de 4 años y jamás me habían reñido por hacer o estar donde no debía. Allí, en la casa, tenía un lugar para mí en la cocina, un almohadón grande donde descansaba y una caja donde hacía mis necesidades y, por cierto, nunca lo hice fuera de ella.

Empecé a caminar lentamente por la zona para investigar. No tenía ni idea de dónde ir.  Empezaba a anochecer y la verdad era que me estaba asustando, aquel lugar era de una vegetación espesa y unos sonidos nuevos para mí, que me hacían perder la concentración. No había comido desde el desayuno y tenía hambre, pero no sabía cómo hacer para encontrar algo para comer. Andaba despacio y sigiloso para poder atender bien a aquellos sonidos que me tenían intrigado. En ese momento cerca de mí pasaba una especie de bicho que no había visto nunca y empecé a jugar con él. Aquel bicho no parecía asustarse, incluso pensé en comérmelo pero era incapaz de matarlo, así que lo dejé y seguí andando.

Tras no sé cuantos pasos observé un ratoncillo diminuto que roía una especie de castaña o algo parecido. Me acerqué muy despacito hasta estar casi encima, pero aquel mini ratón parecía acostumbrado a que se le acercaran. Di un paso más y otro tras una pequeña pausa, y lo atrapé con mi pata diestra (que es la buena) y escuché un graznido débil y corto. Tenía hambre, pero no sabía qué hacer, si comérmelo o dejar que se fuera. Al final me lo llevé a la boca y lo mordisqueé unas cuantas veces hasta que dejó de moverse, continué masticando hasta que me lo tragué. La verdad es que no estaba mal y tenía que acostumbrarme ya que no sabía el tiempo que tenía que estar por allí. Seguí paso a paso hasta que encontré un claro en el que creí que si me asomaba, podría orientarme. Al llegar y asomar mi cabeza por ese claro que dejaban la plantas me di cuenta que aquel bosque seguía tras una pequeña pendiente. Me senté pensando qué podía hacer, casi era de noche y aquel lugar no me gustaba para dormir.  Era un lugar tenue y frío, yo me había acostumbrado a dormir cerca del fuego a tierra que había en la casa. Allí estaba muy bien y sentía el calor por todo mi cuerpo mientras me mantenía estirado a todo lo largo frente a él. Además, en toda la casa el ambiente era bastante cálido, gracias en su mayor parte a que la señora era muy friolera. Pero ahora me encontraba aquí, en un lugar desconocido, frío y además al anochecer se volvía tenebroso. La verdad es que me estaba poniendo algo nervioso y decidí pensar en otra cosa más agradable para combatir aquella situación. Entonces me tumbé encima de un puñado de hojas secas y cerré los ojos con la intención de pensar en algo mejor, pero siempre alerta. 

Entonces… recordé cuando un verano la familia me llevó con ellos de vacaciones, éramos turistas durante 15 días. En ocasiones me tenía que buscar un poco la vida cuando el señor Andrés, su mujer Susana y sus dos hijos, Pablo y María se iban a la playa. A mí me dejaban en el apartamento, que era planta baja, pero siempre estaban las ventanas abiertas. Una vez se coló un perro de un brinco mientras hacía mi siesta de media mañana, me dio un susto de muerte. Me desperté de repente y aterrado. Aquel perro se puso delante de mí y me sentí acorralado. Sólo se me ocurrió impulsarme y saltar por la ventana hacía la calle. Tuve suerte, ya que el perro no lo pudo hacer a la primera. No sabía el tiempo que tardaría en salir y si saldría, pero yo por si las moscas me fui a dar un paseo. Entonces sí que era como el resto de turistas caminando por el paseo marítimo mientras el sol les tostaba la piel. De repente, dejé de recordar y me armé de valor. Ahora era un turista accidental en un lugar que no conocía. Me puse en marcha bajando aquella pendiente hasta llegar a la parte llana. Una cosa estaba clara, no debía perder la calma y ante todo mantenerme alerta. Eché un vistazo a derecha e izquierda y seguí un poco más hacia el frente. Escuché unos sonidos que venían por encima de mí, miré a lo alto y vi un par de ardillas que se metían en un agujero redondo del árbol a unos metros del suelo. Eso me hizo pensar que quizá era una buena opción para pasar la noche, así que me emparré al siguiente árbol. Allí me acurruqué en una de las ramas anchas de las varias que tenía a mi disposición, ya que en este árbol no había agujero para meterme.  Pasé la noche, que fue una de las más largas de toda mi vida, quizá fue larga porque había pasado frío, pero sin más inconvenientes que algunos de los ruidos constantes durante todo el día. Por lo demás no estuvo mal.

Bajé del árbol con dos saltos y, una vez en el suelo, me estiré (como hacemos todos los gatos) poniendo mis patas de delante firmes al suelo y llevando el resto de mi cuerpo hacia a atrás al mismo tiempo que removía mi cola. Una vez terminé me dispuse a asearme lamiendo mis patas, primero la derecha con la que me frotaba la parte de la cara que correspondía a esa pata, y con la otra pata hice la misma maniobra. Tras terminar empecé a caminar siguiendo la misma dirección, al frente. Tenía que encontrar agua, la cena de ayer me había dado sed. Me arrimé a unas hojas grandes que aún tenían restos de agua de la madrugada y bebí todo lo que pude. Ahora tenía que seguir y encontrar algo para comer. Pensaba que un ratoncito no estaría mal… mientras me relamía. Otra cosa que quería hacer era comer hierba para purgarme (los gatos comemos una especial para estos casos), pero mandaba narices que en aquel bosque y con toda la cantidad de hierba que había, no encontrara la que nos gusta a los gatos. Quizá llevara una hora caminando, no sé, y de repente escuché unos ladridos de perro grande, o por lo menos lo parecía, me olvidé de la comida, pero no de que yo podía ser la comida de aquella bestia. Así que subí a un árbol que tenía a mi lado y observé el terreno. Cierto, era un perro grande acompañado de dos hombres que portaban escopetas, así que era peligroso estar cerca. Me senté en esa misma rama a esperar que se alejaran. Tenía mucha hambre, por allí no había nada para comer y no sabía el tiempo que tendría que esperar.

Al final me dormí y cuando desperté sería medio día, porque el sol era más intenso y mi estómago me pedía comida. Salté y empecé a olisquear por allí para ver si encontraba algo para comer. La verdad es que un ratoncillo como el de la otra vez no me iría nada mal. Tras mucho buscar, solo encontré una par de saltamontes, con los que jugué un rato hasta que pudo más el hambre que el juego y me los comí. No me gustaron, pero era lo que tenía. Además tuve que regurgitar el primero que me comí, sus patas traseras impedían que me lo pudiera tragar con facilidad, con el segundo y la lección aprendida, ya fue más sencillo, antes de llevármelo a la boca, se las arranqué. Tras relamerme hasta quedar limpio, me dirigí por donde habían pasado los perros corriendo lo más rápido que pude. Cuando llegué al otro lado me escondí entre unos matojos, descansé un poco mientras se me pasaba el miedo que había pasado. De repente vi un camino y me dispuse a seguirlo. Al principio no veía a donde iba a parar. Tras subir una pequeña cuesta mi visión se hizo más extensa y pude observar que aquel camino iba hacia una granja y sin dudar me fui hacia ella. Al acercarme vi que había un par de niños jugando y seguí caminando, pero ahora más lento hasta llegar cerca de los críos. Uno de ellos al verme gritó…Juaaan, me asusté un poco, mientras me señalaba como si nunca hubiese visto un gato. Yo me hacía el remolón entre sus piernas para que me cogieran cariño y además no dejaba de maullar suavemente. Al final a uno de ellos se le ocurrió que quizá tuviera hambre (menos mal) y me llevó en brazos hasta la casa. Allí me puso un cuenco con leche y al lado otro con unos trozos de jamón york. Empecé a comer mientras notaba la presencia de los dos chicos mirándome. Entonces escuché el sonido de cuando se abre una puerta y entró una señora, que al parecer era la mamá de los críos. Yo seguí comiendo algo más despacio sin perder de vista a aquella mujer. Maullé un par de veces muy suave y continué con lo mío. Aquella mujer me miró y pareció no importarle que yo estuviera por allí, es más, se tomaba un vaso de zumo tranquilamente. Los dos chicos, casi al unísono, se pronunciaron a aquella señora pidiendo entre sollozos que me quedara con ellos en la casa. A mí me iba de perlas que aquellos críos se comportaran así, cuanto más lástima dieran ellos a mamá, más fácil lo tendría yo para quedarme.
A mi favor diré que también ayudé por la parte que me tocaba, maullando unas cuantas veces aún más suave que antes y poniendo cara de gatito bueno y nada asustadizo, ya que a nadie le gustan los gatos así, porque tienden a dañar a quien los intenta coger. Mientras miraba a mamá, mi cara era un poema de los tiernos… 

(Esperaba un sí)

Mamá puso una condición a los dos críos. Tenían que hacerse responsables de mí. De mantener mi zona limpia y recogida, de darme de comer y de no maltratarme (eso me gustaba). Los dos críos gritaron que me atenderían muy bien. Yo la verdad es que tragué saliva, me relamí y caminé hacia mamá, colándome entre sus piernas varias veces. Ella se agachó y me acaricio el lomo un par de veces.

En un rincón de la cocina me colocaron un cojín más o menos grande y me acercaron los dos cuencos, uno de ellos lo llenaron de agua, el otro de momento estaba vacío. Me sentía tan feliz que me tumbé en el cojín y me dormí pensando en que tenía que comportarme en aquella casa, como mínimo un tiempo hasta que me cogieran más cariño. Sobre todo la mamá, a la que tenía que ganarme poco a poco.

Mi sueño era que me quedaba allí para siempre. 


Lorenzo López 
                                                                                                                               
       

                                       
                                      

martes, 25 de marzo de 2014

PRESENTACIÓN

Lorenzo López les da la bienvenida al blog - "LAS CRÓNICAS DE ELENA"

-Un espacio pensado y creado para Elena-



En contadas ocasiones me presento de esta manera, o casi podría decir que es la primera vez, que por lo menos lo hago con una especial ilusión.
Soy Lorenzo López y me dispongo a complacer algún deseo y más de un motivo, escribiendo en este blog para todos ustedes.

Me remito entre estos párrafos para agradecerles de ante mano, el tiempo que van a dedicar a leer, y no me refiero sólo a leerme o leer en este sitio, si no a leer en general. Creo que una parte de nuestra vida está destinada a aprender de manera sistemática, pero en algún momento de esta, nos damos cuenta que necesitamos algo más, y es cuando algo nos empuja a aprender a través de la lectura de cualquier cosa que nos llame la atención y nos seduzca lo suficiente como para seguir. 

“Leer tiene el efecto secundario de que siempre aprendes algo”

Las cosas no siempre ocurren a gusto de todos. Tampoco nos gusta que a media lectura intuyamos quien muere o mata, o quién miente o sabe dónde está la llave que abre el final de los relatos. Aquí  se dispondrá semanalmente de varios tipos de escritura como intriga, misterio, comedia, fábula, traición, romance y otros acontecimientos que deseo sean del agrado de la mayoría y les sorprenda gratamente.

Antes de cerrar el capítulo de la presentación de este blog, hay un particular del cual ustedes irán descubriendo más conforme se acontezcan las entradas. Me refiero a Elena. Ella aportará algo especial, como un nuevo sentido de las cosas. Como que imaginar lo que uno va leyendo será mucho más fácil.

Recordad que se harán cuatro entradas al mes. 
Mañana jueves 27 de Marzo 2014 la primera entrada

Y todos los jueves sin falta, no olviden visitar "LAS CRÓNICAS DE ELENA"


-Recuerde que puede agregar este enlace a favoritos-



Lorenzo López – Lorenlome