Lectura de Elena

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jueves, 29 de diciembre de 2016

Inventario 2016

Partiendo que todo el mundo ha pasado de todo un poco, dependiendo el interés propio, las cosas han salido como han salido.

El señor nunca ha tenido viñas, aunque haya gente que siga diciendo aquello de “hay de todo en la viña del señor”. Eso sí, hay que reconocer que se lo montaba bien. El “jodio” conseguía vino sin tener viñas.

Bueno hay mucha gente que consigue cosas sin tener nada, y los hay que teniendo cosas no consiguen nada.

Hemos votado, hemos maldecido después de votar. Hemos hecho y desecho lo que no se debería haber ni pensado en hacer. Hemos cometido errores que no tienen perdón, y en cambio, no hemos pedido perdón las miles de veces que lo deberíamos haber hecho. Hemos jurado en vano, lo que de antemano se sabía que no se debería jurar. Hemos hecho promesas antes de pensar en cómo cumplirlas. 

Hemos amado, quizá a quien no lo merecía, y hemos dejado sin amor a quien nos amaba. Hemos destrozado almas completas y hemos destruido sueños que aún estaban en nuestras mentes. Hemos generado envidias innecesarias y hemos coleccionado recuerdos que deberíamos haber borrado hace mucho tiempo. Hemos dejado de atender pequeños detalles, y nos hemos preocupado de quehaceres que no corrían prisa. Hemos copiado de aquel, para pegarlo en el otro. Hemos recibido para después despedirnos. Hemos llorado por nada y nos hemos aguantado mil lágrimas por mucho. Hemos deseado que el prójimo retrocediera para avanzar nosotros, sin saber a dónde nos llevaban esos pasos. Hemos preferido una mala noticia que una sorpresa sin motivo. 

Hemos tenido tiempo de sobras para ser felices, pero hemos preferido perderlo preocupándonos de que otros no lo fueran. Hemos caído en nuestras propias trampas, y hemos vuelto a caer de nuevo… y volveremos a caer mañana.

Hemos hecho lo que nos ha dado la gana con cosas que no deberíamos haber ni tocado, ni pensado. Hemos hecho y rehecho situaciones que de ante mano se sabía que no deberíamos haber hecho. Hemos lo que hemos y estamos donde estamos.

Y personalmente… He amado profundamente. He tenido detalles por los que ha valido la pena esperarte. He tenido dos de cada tres latidos contigo. He deseado desear que te deseaba. He regalado horas de sueño a mis sueños por pensarte. He preferido verte un segundo al día, que un día al mes. He escrito en el aire versos para ti. He dibujado flores con los dedos de una mano. He derrochado ganas de amarte y he tenido ganas de amarte más todavía. He decidido besar tus labios cada segundo que te vea. Y he decidido que cada segundo que te bese, dure el segundo más largo de tu vida. He amado y amo lo que amo. He protegido lo más preciado y he prometido seguir protegiéndolo. 

He jurado llegar al final antes que al principio. He decidido no decidir por nadie y he creído creer que creo en ti.

He dormido tus sueños mientras los míos te soñaban. Y he soñado que te soñaba mientras dormías los míos.

¿Porque he elegido quererte? porque te quiero… y porque me da la gana.


Desearos a todos que lo que venga, venga mejor…


Feliz 2017

Lorenzo López



jueves, 22 de diciembre de 2016

El gordo nos pone a dieta

Hoy es un buen día para explicar cómo es que un gordo nos pone a dieta.

Eso ocurre cada año sin falta. A pesar de que tenemos la experiencia para tener en cuenta que nos puede suceder nuevamente, nos volvemos gilipollas o algo así, y seguimos con esa tradición que ésta, sí que vuelve por navidad.

Entre todos los gastos que una persona pueda tener por estas fechas, siempre tiene recursos para adquirir varios décimos de lotería con la esperanza de que le toque algo. Y hasta ahí estoy totalmente de acuerdo… la ilusión por las cosas que nos hacen feliz, aunque sea unos días, merece mucho la pena.

Todos y cada uno que tenemos décimos, queremos lo mismo. Que nos toque el premio mayor. Por supuesto que sí.

La cuestión es que cuando empieza el sorteo y salen pedreas, seguimos teniendo esperanzas de que nos puede tocar algo bueno o muy bueno. Cuando sale un quinto, y no es el nuestro, pensamos… bueno es que yo quiero más que un puto quinto premio. Luego sale en cuarto y tampoco es el nuestro… luego el tercer premio… ahí ya pensamos… mierda. pero seguimos creyendo que el nuestro será el premio gordo. Una hora más tarde sale el primer premio, el gordo, y tampoco es el que nosotros llevamos. Entonces sí. Entonces pensamos… venga que con el segundo me conformo. Y rezamos hasta lo que no sabemos, inventándonos oraciones que jamás se han escrito, ni siquiera en las cuevas de los trogloditas.  

Unos minutos más tarde escuchamos que cantan el segundo premio… y aunque no queremos, acabamos mirando y vemos que no es el nuestro. Ahí, en ese jodido instante, sólo nos cabe pensar que aún tenemos que mirar la puta pedrea porque quizá tengamos alguna cosila que rascar.

Recordáis el titulo? EL GORDO QUE NOS PONE A DIETA.

Pues ni más ni menos, me quiero referir a que hacemos de las nuestras para conseguir números que 
nos parecen mejores. Números que creemos que tienen más posibilidades de salir. Números que discurrimos como si nadie más los pudiera pensar. Números que para nosotros son exclusivos. Pues a tomar por el culo, porque toca donde toca y a quien toca. Así que lo único que nos toca es pensar que… un año más, el gordo nos pone dieta. Porque tras tirar todos los décimos y participaciones, y haber contado cuanto nos hemos gastado en ellos, empezamos a pensar en cómo recuperar lo perdido. 
Y no se nos ocurre otra cosa que empezar a pensar en cómo hacerlo. Entonces nos ponemos a dieta.
No salimos tanto. En lugar de quedar tres findes al mes, quedamos como mucho dos. En lugar de ir a la pelu cada semana, nos teñimos en casa. En lugar de desayunar en el bar, nos llevamos el bocata (y pequeño) En lugar de ir a comprar unas bambas nuevas, buscamos unas retro por casa (lo retro siempre está de moda, y sale barato) Aprovechamos las sobras de carne para hacernos un arroz. Nos comemos los yogures caducados. Con el pan duro hacemos migas o lo mojamos en la sopa. Cuando vamos al super buscamos las ofertas como quien busca agua en un desierto. Recogemos en la calle, aquel puto céntimo que antes no cogíamos por vergüenza. Llenamos más las lavadoras. Hasta hay gente que sale a correr despacio para sudar poco y así no tener que ducharse. Incluso los hay que antes de que el medio limón que tenemos todos en la nevera se ponga feo del todo, se hacen un té y lo aprovechan. Aquellas natillas que ya tienen esa capita por encima que la hacen un poco desagradable… pues se la quitamos y la aprovechamos cuando viene un invitado sin avisar. (ale, pa que no venga más)

Cualquier cosa por remendar las pérdidas del gasto de la lotería.

Y sí, es así de claro, en este caso es “el gordo que nos pone a dieta

Espero que el niño, no sea muy rebelde y les dé un respiro a aquellos que quieran repetir experiencia, 
y después seguir la misma dieta del 22.


Feliz navidad a todos… Sin excepción!!!



Lorenzo López

jueves, 15 de diciembre de 2016

El lío del no sé qué y del que se yo…

Vamos que si te lías conmigo, yo me lío contigo. Porque el no sé qué aquel que tienes, es cómo el recuerdo a medias que tengo, cuando pienso en lo más bonito que tengo. O también en lo más hermoso que sería tener algo contigo. Vamos, un lío que nos líe tanto que no se pueda desliar jamás. Que a pesar de todo este lío, valga la pena enredarse, juntarse, liarse, enzarzarse, mezclarse, anudarse… porque siento el sentir de aquellas cosas que pasan cuando tienen que pasar. Las casualidades que hacen posible sentir diferente, ser especial, aunque sea por un momento. Ser lo que uno quiera ser cuando le salga de allí mismo. O ser, yo tu lío y tú el lío que me lía. Algunas cosas tan y tan especiales, que yo que sé cómo explicarte. Es cómo un qué sé yo que se va haciendo cada vez un poco más para allá que para acá.  

Ostia, si ahora mismo supiera que estoy escribiendo, usaría el comodín de la llamada y pediría a alguien que me lo explicara.Y también que hay que hacer y en qué color es mejor pensar, (el verde es que todavía tiene que madurar) Porque no tengo ni idea de cual elegir. Si uno que me quite el sueño, o uno que me quite la tontería que arrastro desde que esta mañana me levanté con el sueño que ayer no tenía cuando me fui a dormir. Pensando que había hecho mal durante el tiempo que tuve cerrado los ojos. Porque liarse es tan simple como dejarse llevar por aquellos pensamientos impuros o imposibles, o cómo coño sean. La cuestión es dejarse llevar. Es ir donde haya que ir, y volver cuando nos de la real gana. Porque es cuestión, en muchas ocasiones, de mandar a la mierda todo aquello que te tiene más que harto. Todo lo agria parte de tu tiempo. Aunque sea un solo instante. Aunque sea la milésima de la milésima de un milésima… a la mierda.

Sal a la calle y déjate de pensar en colorines ni en ostias. Tómate unas copas, ríete de lo que quieras. De lo primero que te venga a la mente o a la frese… del tío que tropieza por mirarle el culo a la tía que le adelanta por su derecha porque en su izquierda hay una gran farola… (Imagina que ostión se da el menda, por mirón…) Tienes que mirarte a un espejo, escaparate o algo que te refleje y decirte… (Eres la persona más elegante, guapa, amable, resultona, molona, divertida y “super-requetexupiguai” del puto mundo). Cuando termines, antes de irte, sigue mirando, hazte un guiño y di… “que los jodan a todos…” y te largas de allí.

Vete donde tus pies te lleven y sienta tu culo donde menos te lo esperes. Mira al cielo (pero no reces…que se joda también) y recuerda el sueño más lindo que tuviste con alguien que fue super especial para ti. ¿Ya lo tienes…? Pues ahora líate en un lío tan liado, que ni el mejor “desliador” (Que dudo que haya alguno… pero por si acaso) pueda desliarte. (Que se joda también)

Y si tienes que brindar por algo, que sea por tu puta suerte, la de haber conocido a alguien que te ama incondicionalmente, que no te lía por liarte, sino que te lía con los detalles, con las miradas, con las sonrisas, que faltan nos hacen… con lo momento que nos dejan sin palabras…y entonces es cuando lo mejor de lo mejor, cuando no hay palabras son… los BESOS… Pero un lío de BESOS que te dejan “paraooo”. Un lío de esos… que jamás se olvidan.

El mejor lío de toda tu vida...

Ojalá que así sea…


Lorenzo López



jueves, 8 de diciembre de 2016

Un festivo de compras

Parece una incongruencia… bueno, casi que lo es. Porque un día de fiesta es para hacer fiesta, no para ir de compras. Para eso están los días previos. Pero como dijo aquel…”Hay gente pa to” 

La cuestión más grave, no es el hecho de ir a comprar, no. Lo peor es que hay mucha gente que lo hace sin conocimiento. Sale de casa convencida que va a encontrar todo que desea, y que más que atendida, le van a hacer la pelota… Hombre por favor, que esto es la vida rea!!! no “pretty woman”. 

Aquí la gente sale de compras con la puta visa dorada, la misma que a final de mes se ven negros para pagarla de una vez. Esa es la realidad que se esconde en la mayoría de monederos y carteras. Pero bueno, la cuestión es que la gente sale y se amontona en las tiendas como si fuera la última vez que va a salir de casa. Lo más parecido a un permiso para visitas. O algo así.

Pongamos por ejemplo una tienda de decoración navideña. En estos días son como un puto “Friday” diario. La gente no para de comprar campanitas, paquetitos, lacitos, cintitas, muñequitos, “el caganer”, duendecitos, estrellitas, belenes, (estos sin esteban, menos mal), Una manta para tapar los regalos de debajo el árbol. (Joder, la manta se la regalas a la yaya que la aprovechará más, ostia) y las bolitas. Que me decís de las bolitas. Ordenadas por tamaños y colores. Bien puestecitas en sus cajoncitos… ahiiii que bonito!!!. Y esos críos jugando con ellas, (como si fueran las suyas propias)… que ricos. Pin pan pin pan y cuando se caen y se hacen añicos, resulta que nadie ha tocado nada. Los críos desaparecen del lugar y dejan un montón de cristalitos esparcidos. Y claro las mamas y los papas no saben, no contestan, claro.

Luego están los preguntones/as. Aquellos que necesitan ser atendidos constantemente por algún empleado, sólo para preguntar precios. “Cuánto vale esto. Y esto que precio tiene. Y si me llevo dos…” (Joder, si te llevas dos pagas los dos. Y si te llevas 50 pues pagas los 50, y punto)

Y están los clientes que llegan a la hora de cerrar. Bueno, yo no les llamaría cliente. Un cliente, sabe el horario perfectamente, y no vendría a la hora de cerrar  a comprar y mucho menos a preguntar nada. Y a los que te dejan con la palabra en la boca, se les debería caer la cara vergüenza, por no terminar de escuchar a la persona que te está atendiendo.  

También están las señoras de las prisas a conveniencia. Son aquellas que cuando entran en la tienda se lo miran y remiran todo, como si fuera algo desmerecedor estar allí. Como si todo lo hay allí expuesto ya lo conociera, o algo así. Pero va mirando, mirando sin ninguna prisa y muy lentamente se pasea mirando. Y de pronto encuentra algo que le gusta y lo coge. Y una cosa más, otra por aquí, otra por allá. Al final se junta con varias cosas y se acerca al mostrador para pagar. Y es aquí cuando alguna fuerza “extraterrestre, extraordinaria o extraloquesea…” se apodera de su cuerpo y le vienen las prisas. Ese baile de san bito. Los mofletes más coloraos que el culete de un bebé cagao. Y unos ojos que se le mueven más que los de la Marujita Diaz. Venga, venga que llevo esperando desde que llegué, dicen algunas… (Y otros pensarán… y los demás te aguantamos desde que naciste, qué)

Dentro de todo ese jaleo de las compras compulsivas de navidad. Encontramos gente rara. Gente que se atreve incluso a usar la palabra “incompetente” con los empleados. Gente que no merece poner los pies, ni siquiera en el linde de la puerta. Ya me gustaría a mí, saber cómo es de competente una persona que dice eso a un trabajador/a. Y lo dejo ahí…

También están los listos de turno que lo saben todo. Aquellos que te preguntan algo y ya tienen la respuesta. Aquellos que hacen ver que observan las cosas, y luego no saben dónde está la salida para volver a su casa. Los mismos que no distinguen una estrella de oriente de un “estrellao de frente”. Los mismos que al día siguiente van al chino a comprar las luces para su puto árbol porque dice que son más baratas… (Ostia nene, a ver si le van a explotar a Papa Nöel en los morros, y en vez de dejarte carbón, por tonto, te quema casa por gilipollas)

Una cosa que mola, que cierto es que las hay. Es cuando viene la yaya divertida y molona, que te trata bien. Que sabe lo que es currar de verdad. Esas personas son por las únicas que merece la pena estar tras un mostrador para atenderlas con el cariño que merecen. Porque no sólo te agradecen que les atiendas, sino que encima te tratan como a una persona. Excenlente!!!

Y eso tiene más valor que un millón de tarjetas oro deslizándose por miles de datafonos al mismo tiempo.


Para adornar un hogar, sólo hace falta respeto, cariño y humildad.




Lorenzo López 

jueves, 1 de diciembre de 2016

Pañuelos de papel

Cada invierno ocurre lo mismo. Antes o después… llegan los refriados. Y nos convertimos en bandas sonoras… con el sonido de la tos en cientos de diversos tonos, y a la que suma el sorber de los mocos en nuestras narices. Y entonces nos preguntamos…

¿Cómo pasar las Navidades y no morir en el intento?

Pues como siempre lo hemos hecho. Jodiéndonos!!! Comprando “paracetamoles” a destajo, para no curarnos nada. Ah… y sobre todo pañuelos de papel. Antes los de toda la vida, los de tela, aguantaban lo suyo, sí, de acuerdo, nos mojaban los bolsillos y nos jodía mucho, y sobre todo guardarlo y tenerlo que sacar al momento porque nuestra narices eran dos fuentes. Cagüen la ostia…
Ahora es diferente… Bueno, como dicen algunas/os mi nariz es como una guindilla… roja, muy rojaaaaa. La tos la tenemos igual, más o menos aguda, o grave. Algunos por cierto, demasiado grave para su salud. Los que fuman ya me entienden.

Pero la verdad es que hay toses que suenan como suenan, y toses que suenan encantadoras. De esas que no te molesta escuchar. Una tos que prácticamente te alegras de oír. Que no importa que resuene cerca de ti… ¿hay alguien que le suene esto? (nunca mejor dicho lo de sonar…con su doble sentido y todo, ¿eh?)

Porque si hablamos de narices, de sonidos de narices… (Ostia, aquí también hay un doblete…) y de resistir, con un puñado de pastillas, que la verdad, nos hacen más compañía en los bolsillos que otra cosa. No tenemos que olvidarnos que nos tenemos que sonar los moquetes, ¿eh? Porque otra cosa que nos llena los bolsillos son los pañuelos de papel. Los mismo que antes te vendían en los semáforos y nadie quería, y que son los mismo hoy en día, nos gustaría poder encontrarnos con uno de esos chavales que los ofrecía al precio de la voluntad de cada cual. Los ya conocidos “Clínex”.

De toda la vida han sido blancos (hablamos sin usarlos). Luego ya salieron en algunos colores, más que nada para adornar, como las servilletas. Ahora los hacen con fragancias diversas. Mentolados, manzanilla, lavanda, vainilla, manzana, naranja, tantos y tan bien perfumados, que te los comerías… eso sí, antes de usarlos. Que nadie piense en comerse los mocos… Porque si los pañuelos de celulosa normal, ya no son demasiado agradables… Pues ahora vas y los tiñes de colorcitos como si ese fuera para una fiesta de “Los costipaos de Navidad” ole y oleeee. Y encima como si los colores fueran a solucionar algo en al momento de sonarme la nariz. Igual el que ingenió lo de los colores no pensaba en “verde…”

Bueno y hablando de verde… pues eso, que antes escondíamos nuestros mocos en los bolsillos entre un trozo de tela blanco, a rayas azules, grises o granates… con nuestro nombre bordadito y todo, por si los perdíamos, que te lo devolvieran. Manda huevos también. O sea que si perdías el pañuelo limpio y casi nuevo, creo que ya nadie lo recogería. Pero si lo pierdes usado y relleno de virus de costipao navideño… ¿creéis que alguien se iba a agachar a recogerlo?  Mi apuesta… voy con todo al negro, par y pasooooo.

Ahora lo dejamos envuelto en un pañuelo de celulosa y lo tiramos… (Espero que en lugares apropiados, ¿eh? Bueno.

Y casi que con el espíritu navideño tocándonos la espalda, y las narices también… por hoy lo voy a dejar aquí. Tengo que salir a por unos clínex al semáforo… me voy tosiendo a ver si lo pillo en verde esta vez.



Lorenzo López


jueves, 24 de noviembre de 2016

Creo en Gloss

Por increíble que parezca, creer en algo hoy en día, es casi una obligación. Pero hay algunas cosas en las que creemos (todos), y que hay quien admite y quien no lo admitirá jamás.

Ah!!! Por cierto, el título es correcto.

Porque en esta ocasión, hablamos del Gloss de tus labios, de mis labios, de nuestros y vuestros labios, y de aquellos labios que se besan, se besaron y se besarán, cuando menos os lo esperéis. De ese maravilloso “yo creo en ti” que normalmente se encuentra en el fondo de cualquier bolso. Sea pequeño, mediano o grande, siempre hay sitio para un gloss. Y en eso no sólo creen las mujeres. Los hombres también creemos.

Porque las chicas, nunca saldrán sin ese… digamos, “tesoro”, de casa. Sea para ir al trabajo, al comprar aquí al lado, al cine, y algunas se retocan hasta para pasear al perro, para pedirle sal al vecino, o simplemente para mirarse al espejo. Estupendo. Pero sobre todas las cosas, ese “yo creo en ti” se acentúa cuando ellas salen de fiesta. Ese gloss corre como el Usain Bolt los 100, en los cuartos de baño de los garitos. Estoy seguro que en esos momentos decidir entre usar el móvil o usar el Gloss… no sé si no habría tirones de pelo (agggbufffeiiidejameeeee…) y alguna bofetada que otra. Espero que no.

El tema colores, ya es más personal. Depende de la ocasión, del tiempo (también del tiempo que hace que no sales…) De si has quedado con amigas malotas, o con algún chico. Si el chico te gusta, será un color más… rojo Kiko.  Digamos que puede ser un tono como más dulce al paladar. Por cierto, el rojo Ferrari es el color que más tira a algunos hombres. Luego están los lilas, que a los tontos espabila. Los tonos en rosa, que el amor se posa, y los tonos rojo grana, que con ese haces lo que te dé la gana… El color también puede variar entre cuando te vas de casa, que será un color más de niña buena, y que en la mayoría de casos, no es el mismo de cuando vuelves. Si es que en tus labios queda algo…

Antes cuando decía que todos creíamos en Gloss, me refería a que a los hombres, aunque muchos no lo van a  admitir, nos gusta mucho. Porque besar unos labios sin un buen Gloss que los cubra, ya no es lo mismo. Esa especie de pringue que te queda esparcido por los labios, resulta intrigante, porque por un lado piensas, joder, como me estoy poniendo Gloss… y por otro lado piensas… joder, como me estoy poniendo de besar estos labios…me encanta!!! O sea, que nadie admita que le gusta el sabor de un Gloss, no me lo creo.

Jo admito que me gusta, y que la mezcla del Gloss con los labios que me besan… es la combinación perfecta para cualquier momento del día, de la noche y para lo que surja.

Así que para ellos y para ellas, creed en Gloss, no sólo está de moda, es que mola mazooooo!!!


No hace falta que recéis… pero una sonrisita ahora que no os ve nadie, también molaría…eh?

No leemos en la próxima….

Feliz semana


Lorenzo López



jueves, 17 de noviembre de 2016

El susto es mío...

Y cuando menos te lo esperas... 

Un fuerte golpe me despertó, menudo "susto" eran las seis y veinte de la mañana. Sin dar luz, me levanté de la cama y me acerqué a la puerta de la habitación. Pegué el oído a ella, intentando escuchar algo, pero nada. La abrí con mucho cuidado y mientras caminaba por el pasillo intentando no hacer ruido, intentaba tranquilizarme. Cuando llegué a la puerta del comedor, me asomé y todo estaba en calma. Fui a la cocina por si me hubiera dejado la ventana abierta, pero estaba cerrada. Era muy extraño. Aquel ruido tan fuerte y seco, era como si alguien hubiese golpeado una puerta. Entonces eché un vistazo por la mirilla de la puerta de entrada al piso. En el rellano no había nadie.

Cuando parecía que todo podía haber sido un mal sueño, volví a escuchar un golpe parecido…y en pocos segundos otro más. Me daba la sensación de que venían de la escalera, y volví a mirar por la mirilla durante un buen rato. Tras unos minutos, vi a dos tipos que entraban por la puerta de la escalera y se plantaron en mi rellano. Se me pusieron los pelos de punta. Uno de ellos llevaba una bolsa como de deporte, pero demasiado grande para ir al futbol, vamos. El otro una barra de hierro en una mano y en la otra una anilla con diversas llaves de distintos tamaños.

Justo cuando quería moverme para ir a buscar el móvil y llamar a la policía, uno de ellos miró hacía mi puerta… entonces si queme acojoné de verdad. Pero el otro, algo más corpulento, le hizo una señal dirigiendo su mano donde portaba el manojo de llaves, hacia la puerta del vecino.

EN parte me tranquilizó que hubiera señalado la mía. Pero no sabía qué hacer, si ir a buscar el teléfono que lo tenía en la habitación para llamar a la policía, o seguir observando para poder identificarlos más adelante. Al final decidí ir a buscar el móvil. Con mucho sigilo caminé hasta la habitación, cogí el móvil y volví a la puerta de entrada. Miré de nuevo por la mirilla… pero aquellos tipos no estaban. Me cague en todo, estaba seguro que habían entrado en casa del vecino a robar y lo peor es que luego me podía tocar a mí.

Con más nervios que “Falete” en un trampolín a punto de tirarse a la piscina, marqué en número de emergencias.

Me contestaron enseguida, muy rápido, tanto que la “nómina” me dura más tiempo. Les expliqué lo que estaba pasando. Le proporcioné los datos suficientes como para que vinieran ya. Aquella chica me seguía hablando, diciendo que no le abriera la puerta a nadie. Joder señorita, ¿usted cree que les llamo para abrirles la puerta a unos ladrones?... la ostia!! Pero ella continuó diciendo de las suyas. Señor, no les diga nada, no hable con ellos, ni entre en discusión con ninguno de ellos. Me caguen la leche… si la telefonista le hubiese visto las pintas y sobre todo las manos del que llevaba la bolsa, que parecían raquetas de squash, no me diría eso. También me dio otra fantástica indicación. Si consiguen entrar no se resista, dele todo lo que le pidan y no les mire a la cara, si les mira, es posible que le maten. Dios mí… pero de donde ha salido esta tía… ¿será posible las instrucciones que da? como se nota que ella no está aquí.

Por un par de segundos dejé de mirar por la mirilla… intentaba pensar en lo que me había dicho aquella señorita del servicio de emergencias. Sonó el timbre de mi puerta y mi cuerpo se quedó inmóvil. No sabía si girarme y mirar de nuevo o ir al baño, atrancar la puerta y esperar a la policía. De nuevo el timbre sonó y tras sonar dos veces, una voz tan grave como mi ataque de nervios, dijo. Abra por favor, soy el hijo del vecino, necesito comentarle una cosa. Es urgente.

Entonces pensé que quizá ya le hubieran robado y necesitara llamar a la policía, o igual le habían hecho daño y necesitaba curarse. Esta vez sin usar la mirilla, abrí la puerta.

Sorpresa!!! Eran aquellos dos tipos. Por mi cabeza ya no pasaba lo mismo que por mis venas, creo que la sangre estaba toda es mis pies, porque lo único que sentía eran ganas de salir corriendo.

El más grandete, el de las manos como raquetas de squash, me dijo. Señor, soy el hijo del vecino, mi padre está fuera y hemos venido a hacer unas reformas. Este es mi socio Martín y yo me llamo Antonio. Encantado de conocerle. Las ostia puta… el susto que me habéis dao. Joder chavales, pensaba que habíais venido a robar a mi vecino.

No, no tranquilo, sólo necesitamos que nos deje enchufar un alargo para poder cagar los móviles, es que no tenemos batería y necesitamos llamar para que nos traigan el material.

Manda huevos que vengan a trabajar sin material, sin batería en los teléfonos y sin vergüenza… que jeta tienen algunos.

Cuando llegó la policía se formó una que ni los papeles de Salamanca… Al final muchas disculpas y mucho lo siento, pero yo aún tenía nervios para un par de semanas… por lo menos.




Lorenzo López

jueves, 10 de noviembre de 2016

Escribiendo mi deseo

Cualquiera tiene un deseo preferido, dentro de una gran lista de ellos. Eso sí, jamás he visto ninguna lista de nadie, ni creo que la vea jamás. No habéis pensado que todos nos acordamos de nuestros deseos y que nunca los hemos tenido que apuntar… Ni jamás lo tendremos que hacer. Los recordaremos toda la vida.

Un día me explicaron una historia muy especial. Y al final de esa historia, se esconde un deseo, como en la gran mayoría de nuestras historias. Es muy personal, y a pesar que me dijeron que escribiera sobre ella, me reservo el derecho de modificar algunos de los detalles y nombres reales, por apodos u otros. Hoy la quiero compartir con todos los que me leéis y con los que lo quieran hacer en un futuro. Bienvenidos.

En este caso sólo necesito dos nombres. Yayo i nieta.

Y esta historia empieza así…

Un señor que ama lo que tiene. Todo aquello que consiguió tras una larga vida de trabajo y esfuerzo personal. Y como la vida no deja de avanzar irremediablemente, un día se convierte en “el yayooooooo”. Y aquí empieza, lo que podría ser un gran deseo. La nieta, que nada más entrar por la puerta ya gritaba… “yayoooooooo” e iba corriendo hasta el sillón para abrazarle y juguetear con él. En la mesa redonda que había frente a él, se recostaba un periódico del día, una mini radio relatando con las noticias, y un cenicero que sostenía parte de una señorita humeante y consumida a medias. Siempre informado de todo. Una serie de abrazos y besos, interrumpían la lectura, el noticiario, e incluso se olvidaba del purito. Estaba con su nieta, su preferida, su ojito derecho. A su alrededor tenía dos perros, Jack y Estrella, eran dos encantos, y los quería mucho. Siempre estaban cerca de él. A ella le encantaban.

**Esta parte de la historia la quiero escribir en primera persona, para hacerla más real, como si fuera la nieta la que nos la cuenta.

Mi "yayoooooooo", todos los domingos por la mañana me invitaba a tomar un cortadito juntos. Aunque había domingos que me acostara de madrugada, jamás me importó ir con él. Cogerlo de su gran mano y caminar hasta su bar preferido para tomarnos el cortado, y reírnos, y hablarnos, y contarnos algunos secretos y algunos chimes también. Era extraordinariamente listo. Le iban mucho los números. Recuerdo que siempre usaba una calculadora Casio, con la que repasaba su contabilidad, personal y laboral. Calculadora que aún conservo tal cual me la dio. Mi primer trabajo fue en su empresa. Me contrató de secretaria en su agencia. O sea mi jefe era mi "yayoooooooo" y su nieta, su secretaria. Parece sacado de una fábula, pero es real. Y que nadie piense que estaba enchufada por ser su nieta, eh? Que también me regañaba y me hacía trabajar. Él era muy currante y la verdad es que me enseñó muchas cosas. Detalles que hoy me siguen sirviendo, y mañana también lo harán.

Recuerdo un día de campamento, que por la noche decidió ir a la “Wonderful”, y dicho y hecho, eso sí, hasta la 1, pero fue “maravilloso” (nunca mejor dicho)

El campamento lo hacíamos en la torra que tenía mi yayo. Él y mi yaya estaban en la casa, mientras nosotros dormíamos en las tiendas fuera. Una para los chicos y otra para las chicas. Una buena anécdota en esos días de campamento, fue que una noche se nos ocurrió hacer un calimocho i esconderlo en la piscina. Una botella atada a una cuerda y bajo la botella, una piedra para sumergirla y que no se viera. El resto de la cuerda atada a un arbusto cercano. Hasta ahí todo perfecto.

Una vez la noche ya nos amparaba, o eso creíamos, decidimos ir a buscar la botella. Ese calimocho tenía que estar fresquito, muy bueno, y muy apropiado para esa ocasión. Total que entre una amiga y yo fuimos a buscarlo. Éramos valientes y no teníamos miedo, total la piscina estaba allí mismo. Pues nada, decididas las dos nos pusimos en marcha. Nos falló un detalle, que no teníamos linterna, pero eso no impidió que fuéramos a por nuestro botín.  A gatas o en cuclillas, no lo recuerdo muy bien, pero eso sí, juntas. Nos acercamos a la piscina, y palpando el borde a cuatro manos, buscábamos el extremo de la cuerda que tanto ansiábamos encontrar. Jolín, nos estaba costando mucho dar con él… Casi que hubiéramos encontrado antes la aguja del pajar con el rato que llevábamos buscando y palpando el borde de la piscina, que jamás me había parecido tan y tan largo… joder!!! Tras unos minutos más de desesperación, alguien nos sorprendió. Era mi “yayoooooooo” y en su mano derecha sostenía nuestra botella de calimocho. Yo especialmente me quedé tan sorprendida, que no supe que decir. Él me ofreció su mano libre, me ayudó a levantarme y nos acompañó hasta donde teníamos nuestra tienda de chicas. Lo más genial fue que se sentó con nosotras y se quedó allí tomando el calimocho con nosotras. Fue algo que inolvidable. A parte de mi “yayoooooooo” era un gran amigo y compañero.

*Y como si lo estuviera llamando… “yayoooooooo”, he pedido un deseo, y alguien va hacer que quede por escrito.

Lo he titulado “escribiendo mi deseo

Y dice esto.

El día que te fuiste para siempre, es mi peor día de cada año. Quizá Dios así o quiso, pero yo no quería eso. Nunca quise que sucediera eso. Y mi memoria está llena de mis momentos conmigo. De tus tardes en la oficina enseñando a tu nieta secretaria. Esas mañanas de domingo tomando un par de cortados juntos.

Y es que aún hay momentos mágicos en los que cuando entro por la puerta de tu casa, algo en mí te sigue llamando “yayoooooooo”, y corro hasta su sillón… como siempre lo hacía. y te besaba como siempre lo hacía, como siempre te abrazaba… Todo como siempre y para siempre. Porque siempre serás mi recuerdo inolvidable. Porque te quiero como siempre lo he hecho. Porque deseo volver a tenerte cerca, muy cerca de mí. Y acariciar tus manos, mirar tus ojos, besar tus mejillas, recostarme en tu regazo, llorar en tu hombro, reír tus risas, mimar lo que tu amabas y amar todo que nos hacía felices.

Mi alma va cogida de la tuya, y mi corazón late tus latidos, y mi amor lo comparto cada instante contigo “yayoooooooo”

De esta manera he querido escribir el deseo de esta gran persona que ama a otra gran persona. Descanse en Paz.

Sólo me queda desear que se cumpla.


Lorenzo López



jueves, 3 de noviembre de 2016

Intimidades

Las tenemos y las queremos.

No siempre es fácil hablar de un tema como este. A mí también me cuesta contar, como a cualquiera, la mayoría de intimidades, por no decir todas. El concepto de intimidad, es tan privado que ahora mismo no sé qué contaros…

Aunque todo el mundo viva su intimidad de una manera diferente, muchas de esas intimidades son idénticas. Y en la mayoría de ocasiones son guiadas por nuestro instinto.

Ejemplos: Unos clásicos…

Estás cenando en casa de unos amigos y tienes ganas de ir al baño. Lo comentas y vas. Entras, cierras la puerta y… “echas el pestillo”. Aunque hayas avisado que estás en el baño, cierras. Y no contento/a con ello, lo mejor es que te aseguras que esté bien pasado el pestillo. Y algo que ocurre en consecuencia, y es que cuando sales del baño, tienes a alguien esperando en la puerta para entrar tras de ti. (Y entonces piensas…joder, me habrá escuchado el chorrilo…) (Bueno por lo menos he cerrado bien) Y no es que te vayas más tranquila/o, porque nunca sabrás el tiempo que llevaba esa persona tras la puerta, ni lo que pudo llegar a escuchar… pero has reservado tu intimidad gracias el “pestillazo” Eso seguro.

En esta ocasión tenemos una cita y hemos quedado para tomar algo, con una persona que conocemos. Diría más, tenemos confianza para contar cosas, incluso alguna pequeña intimidad de esas que… bueno, digamos que no son relevantes. Sentados. Una mesita para dos y con un ambiente adecuado, y un par de copas esperando. Pasados unos tragos, un/a tiene que usar el mingitorio y hace el comentario a su acompañante. Vas al baño, y aquí sí que todos cerramos con pestillo. El problema está cuando este utensilio tan preciado, no está, y no ves ninguna forma de cerrar. Reniegas mucho… (cada uno lo que sepa y quiera) y lo primero que piensas es que tu intimidad está en peligro (por eso las chicas van en pareja, son más listas que el hambre…) pero a pesar de que tienes a alguien que te podría ayudar, no se lo dices y te apañas. (El tiempo pasa y no quieres tardar demasiado, y así evitar preguntas comprometidas). Te preparas, te sientas y una de tus piernas se alarga como nunca jamás y apalancas esa puerta que  tanto temes que se abra antes de que termines. A pesar de la tensión, terminas, te limpias y tu pierna se relaja… entonces respiras aliviado/a y sales. Te lavas las manos, (eso se debería hacer siempre) y vuelves con tu acompañante como si no pasara nada. “Todo bien, porque esa parte de tu intimidad sigue intacta” CHUPI!!!!

En el caso siguiente hay una excepción… (que no sé si confirma la regla o el compás…)
Creo que es la prueba más complicada. Se trata de cuando estás en una entrevista, y te cogen ganas de ir al baño justo al poco de empezar. Eso es realmente una gran putada, porque te desconcentras mucho. Pero os aseguro que en estos casos, no pensamos el nuestra intimidad más absoluta. Pensamos en cuanto durará la entrevista. En porque no te han saltado y han llamado a otro antes que a ti. Porque no has intentado ir al baño antes. Porque no llaman por teléfono al entrevistador con algo urgente, (lo que sea… Su jefe por ejemplo, para mandarle un puto recado… o la secretaría con una llamada importante, o la yaya para preguntarle si va a comer el domingo y de paso le explique el menú enteritooo) Porque te estás meando encima y no puedes más. “Y deseas que pase algooooo, lo que sea, un terremoto, o mejor aún, un diluvio en el despacho y así no se notará si te meas encima… “Jodeeeeer

El super clásico super íntimo

Creo que la intimidad más íntima de cualquier persona, es algo que hemos hecho todos y todas. Me refiero al primer “beso”. Ese momento tan dulce y delicado, tan super íntimo, lo convertimos (y lo afirmo, porque debería ser así siempre) en algo que jamás olvidaremos. Ese trozo de intimidad compartida entre dos personas, esos dos labios que se juntan, que se desean sin palabras, esos instantes que se hacen eternos (como lo será el recuerdo después…) eso, creo que es la esencia de la intimidad de cualquier ser humano. Porque en ocasiones no queremos que nadie nos vea, y en otras, nos da igual quien nos mire. Lo importante son esos segundo donde un par de labios se hacen uno solo. (Si estáis recordando vuestro primer beso, tomaros vuestro tiempo. Para esas cosas no tiene que haber prisa alguna)

En cuanto a los espacios que cada persona quiere tener para sí, también es importante la intimidad. 
Que nadie nos la rompa es, en ocasiones, una suerte.

Como dije al principio, contar intimidades es complicado, pero deseo que estos clásicos, os hayan hecho sonreír unos minutos.

Quizá otro día me anime a explicar algunas intimidades más que, seguro, nos sonarán y nos traerán buenos recuerdos y sonrisas.


Feliz semana a todos… Sin excepciones!!!



Lorenzo López




jueves, 27 de octubre de 2016

Zapatos de charol

Las ganas de hacer y conseguir ciertas cosas que nos gustan, nos hace ver la vida de otra forma. Aunque se podría decir que cada uno tiene su forma de verla y sentirla, siempre hay alguien que tiene esa magia especial con la que disfrutar de la vida, es un placer. Ah… y no por eso deja de ser divertido.

Su paso era algo lento. Caminaba sin prisa atajando por calles que aparecían como puestas adrede, y las tomaba como por instinto. Se podría decir que inventaba recorridos a diario y los alternaba según el día, el momento o el antojo.

Aprovechando los paseos y su caminar lento, los escaparates de ropa y otros, eran parte de su entretenimiento. Y como todo el mundo, tenía en mente algo que era muy de su gusto. Los zapatos de charol negro. Los miraba como si no hubiera otros en ningún otro lugar del mundo. Sus ojos los miraban y su imaginación los calzaba en sus pies… y como no, sus sonrisa se dibujaba en su rostro de la forma más natural. Durante varios paseos aquellos zapatos permanecieron expuestos en ese aparador, como si le estuvieran esperando.

Un día cualquiera, bueno y lleno de sonrisas como otros, los paseos cambiaron. Se hizo con ellos. Y sus pies ya calzaban unos brillantes y bonitos zapatos de charol negro. Los pasos eran los mismos. La distancia también, pero las ganas de caminar eran diferentes. Ni más presumida que cualquiera, ni menos.

Aquellos escaparates no la echaron de menos, porque seguía parando y observando todos los artículos que se enceraban en aquella especie de pecera gigante. En lugar de agua, aire. Y cada prenda, una ilusión.

Los pasos se acumulaban en las elegantes suelas de sus zapatos. Uno tras otro, uno tras otro, en cada paso de cada día.

Una mañana ligeramente fresca, salió para hacer unas gestiones rutinarias. En esta ocasión recargar la tarjeta del bus. Y siempre pasa algo que no esperas. Resulta que la noche anterior había llovido bastante y las calles estaban llenas de charcos. La verdad es que pisar charcos mola un pasada. Pero tal y como os imagináis, la niña de los zapatos de charol negro, no tenía ningún interés en hacerlo. Por descuido, había salido de casa con sus zapatos nuevos. Empezó a caminar como siempre, con esa pausa característica suya. De momento controlaba y mantenía sus zapatos a salvo de grandes charcos y otros peligros.

Todo controlado. Sus pasos eran calculados y el ritmo de los mismos era pura sinfonía. Su mirada era como si buscara algo donde fijarse, y su pensamiento acumulaba imágenes como instantáneas.

Es cierto que en ocasiones, si algo tiene que salir mal, saldrá. Pues esa mañana algo salió mal. Mientras esperaba a que el semáforo de peatones se pusiera verde, un coche que circulaba demasiado rápido y demasiado cerca de la acera, pasó por encima de un charco, y toda el agua salió despedida hacia los zapatos de charol. Fue una escena aterradora, ver la cara de aquella niña, mientras sus ojos miraban sus zapatos mojados y chorreando por todos lados.

Es curioso como una persona puede tener una ilusión por algo, por simple que parezca, y esa ilusión le haga sentir una felicidad tan especial como uno la desea.

Como siempre vencen las ganas de hacer cosas y la ilusión, aquellos zapatos de charol negro, se secaron y todo volvió a ser como antes. Los paseos volvieron a ser pausados. Los atajos surgían por que sí, y los pasos seguían siendo parte de una sinfonía perfecta.


Date un capricho cualquier día, el que más te apetezca. No esperes a mañana… es muy probable que te lo merezcas hoy. Sonríe y disfrútalo !!!


Lorenzo López 








jueves, 20 de octubre de 2016

MASTER: Tanto compro, tanto vendo

Hay una parte del ser humano, llamada IMPULSO, que todos conocemos. Bueno, algunos mejor que otros. En cuanto a definición, en este caso, me refiero a la de…

IMPULSO: Fuerza que mueve o desarrolla algo. Instigación, estimulo.

Y que mejor ocasión para explicar cómo se estimula una parte importante del impulso, es cuando compramos cosas o vendemos otras…no siempre físicas.

Todos compramos algo cada día, y está claro que si nosotros compramos, alguien las vende. Y como todo, tiene que eso y su aquello… Vamos con el Master.

Recuerdo anécdotas muy curiosas. Quien no ha entrado a una tienda de ropa, por ejemplo, diciendo… (Atención aquí las chicas sobre todo). “No, si sólo entro a mirar, no voy a comprar nada” Piensan!! Y la verdad es que hay personas que entran con esa intención. Entras, miras, caminas. Revuelves la ropa que, (eso sí) luego intentas doblar y dejarla tal y como estaba… más o menos. Tocas (aunque ponga NO TOCAR), palpas unos segundos... y justo ahí, es cuando tu mente empieza a imaginarse como te quedaría esa prenda (pongamos que es una chaquetita negra fina…) piensas en ella mientras está entre tus manos, y al final acabas mirando el precio… y ya!!!! Te la quedas, (ya has comprado) pensando, (y aquí es donde te vendes, diciendo…) bueno, está bien de precio y además me gusta. Y sigues tu recorrido mirando sin más intención que la de llegar a la caja sin comprar nada más... ¿Seguro…?

Para tener un buen Master de compras, a priori, se tendría que estudiar una carrera. Hasta ahí vale. Pero ¿y la experiencia en atinar siempre con tus compras? Eso, ¿en qué carrera se aprende? ¿Quién podría dar unas clases magistrales sobre qué comprar, cómo, dónde y porqué… Conozco una persona que estoy seguro que podría dar tantas clases como uno quisiera recibir. Experiencias propias, anécdotas, curiosidades, que en ocasiones han llegado a ser más que curiosas. Que calzado va con qué pies, y que pies merecen que calzado. Tallas especiales, donde encontrarlas. Cómo buscarlas… Cómo saber que es mejor para cada momento. Para cada cita. Para sentirte guapa/o. Que ponerse con qué y cómo combinar esto con aquello. Hasta os puedo prometer, que es capaz de combinar el negro con el negro y hacer que parezca algo nuevo y diferente, algo simple y elegante, algo sencillamente “Fashion”. Y te lo puedes creer. Y todo esto sin dejar de sonreír, sin dejar de ser única sin ser perfecta
Y llegados a este punto, sólo nos faltaría un gran lazo rojo pasión para envolver todas estas experiencias aquí concentradas, en una prosa más o menos entendible para todos y todas. De cero años hasta los… que sean.

Otras cosillas que pasan…

Hay personas que llaman por teléfono para encargar cosas y pasarlas a buscar en otro momento. Otras preguntan si tienes tal cosa o tal otra… ¿Será curiosidad o competencia en busca de detalles para copiar?

Hay personas pesadas y las hay muy pesadas. Las hay simpáticas, (estas molan mucho). Las hay que meten la pata y las hay que tienen mala pata. Hay personas que da gusta que entren por la puerta, y las hay que no deberían sobrepasar el linde de la misma. Y las encargadas de molestar, incordiar y entorpecer la labor de otras personas… y no saben los que se pierden por dejar de sonreír. Pero las hay que sonríen continuamente… y de hecho, me voy a quedar con las sonrisas, que esto sí que “mola mazo

Cuando entras en una tienda donde hay muchas cositas chulas, (recordad… “No, si no voy a comprar nada”) y ves todas esas cositas colocadas por todas las estanterías de la tienda. Por los pasillos y las esquinas… Tus ojos no saben a dónde mirar, van de aquí para allá, y es como si buscaran esa parte más simpática donde dirigirse primero. Cuando la encuentras es como si se abrieran las aguas. También cuenta cuando ves una cara que te sonríe y te dedica un saludo de forma cordial, eso sí que hace que se te vayan los ojos y el resto de sentidos.

En este tipo de tiendas podrías pasar toda la tarde mirando, pensando e imaginando que hacer con todas y cada una de las cositas que se te ofrecen con cada paso que vas dando. Eso sí, antes de salir de esa tienda compres o no, lo mejor es que aquella maravillosa sonrisa que te saludó al entrar, te vuelve a dedicar un “hasta pronto” Genial.

No quisiera olvidarme a las Señoras, propiamente dicho, sean padrinas o yayas. Si no recuerdo mal, hay una señora a la que le gustan unas “flores sin nombre grandes, lilas y blancas”, y que llama para encargarlas. Parece ser que es un encanto de mujer, no lo dudéis.

Muy especialmente, quiero recordar a una Señora, que además, es muy especial para otra persona, que cuando lea esto, seguro que le viene a la memoria mientras sonríe de una forma única… y la voy a llamar… “La yaya del taxi

La yaya del taxi, se podría decir que es más que una clienta. Es “la clienta”. Son de aquellas yayas que te hacen desear que vengan a comprar. Cuando las ves entrar, todo empieza a ser diferente. El ambiente cambia, la sonrisa brilla y las nubes se levantan… todo vuelve a molar mucho. Saluda, devuelve la sonrisa, pregunta, se interesa, te sube el ánimo a lo más alto… y empieza a mirar algún mueble que otro que se va encontrando a su paso, como expuestos expresamente para ella. Pregunta, piensa… y decide. Se lleva un mueble auxiliar. Desmontado, naturalmente… y ¿creéis que me olvido algo importante? si es importante, pero no me olvido. Y es cómo se lo monta esta señora para llevarse los muebles para su casa. Pues en taxi. De ahí que sea “La yaya del taxi

Aquí, me gustaría apuntar, que esta señora no sólo compra, si no que con cada visita a esa tienda, también vende. Porque vende sus ganas de hacer cosas, de cambiar, de divertirse a su modo, vende su propia ilusión por las cosas, vende vida, vende su alegría, y sobre todo, es quien le gusta ser… Una yaya super simpática. La yaya del taxi.

Por hoy lo dejamos aquí…


Os prometo más master…



Lorenzo López


jueves, 13 de octubre de 2016

Un diario de chicas

Todo empezó como suelen empezar estas cosas… por el principio.

Diré, que cuando una relación de amistad es bonita, no hacen falta más explicaciones.

Pongamos que hablo de un “repóquer” de chicas (para los que no entendemos de póker, se refiere a 5 figuras iguales, por ejemplo, 5 reinas…) y de esta manera, quiero empezar esta historia.

Las chicas en cuestión eran… Meri. Sari. Cari. Rosi. Neni. Y lo mejor de todo, es que compartían un diario. Donde todas anotaban diariamente sus inquietudes, novedades, ligues y amores, deseos ,pasiones, juergas y resacas, y tantas otras cosas, que quizá, os sorprenda leer.

A una de las chicas, una tarde noche cualquiera, se le ocurrió la genial idea de que podían comprar un diario para compartirlo entre las cinco. De esta manera, podrían escribir sus cosillas. (Yo aquí añadiría algún comentario… lo dejo para más adelante…) Como era de esperar, a todas les pareció super guay del Paraguay. Así que se pusieron manos a la obra y fueron a comprarlo. Aquí ya llegaron los primeros rocecillos, (por decirlo suavemente…) la Meri lo quería de colorines. Rosi prefería más discreto. Cari era más de un solo color, como mucho dos. A Sari le era un poquito igual, pero qué coño, también quería meter baza, así que se le ocurrió proponer el color negro, como el de la muerte. y por último, Neni fue la más imparcial, y a pesar que aceptaba las propuestas, dejaba caer que prefería más color lila o rosa. Mientras las chicas seguían discutiendo formas y colores, eso sí, de buen rollo. A alguna ya se le estaban ocurriendo cosas para apuntar en él.

Una vez consiguieron ponerse de acuerdo y lo compraron, tenían más dudas. Quien lo iba a estrenar. Lo habían pagado a partes iguales, así que tenían que hacer algo para solucionarlo. Como siempre hay a quien se le da bien mediar, Neni propuso que podían escribir algo que todas tuvieran en común. (Madre mía. Aquí fue como algo automático, como un acto reflejo. Todas se pusieron a mirarse entre ellas. A los ojos, con dos…ovarios, vamos…) parecía como si hicieran una prueba de quien aguanta más sin reírse, o algo así. Pero como era de esperar, también siempre hay quien no aguanta más y salta… “podríamos escribir una cosa que es seguro que tenemos en común” se hizo el silencio. Todas se miraron entre sí…hasta que la Rosi preguntó tímidamente… ¿Qué estás pensando? Cari. Y esta aguantó unos segundos a contestar, (que mala leche tiene, ostia…) y dijo por fin. Las baticaos. Otros pocos segundos de silencio absoluto. Más miradas entre sorpresa, vergüenza a medias, rostros enrojecidos, y no sé cuantas cosas más… El repóquer de reinas empezó a reír como si no se hubiesen reído jamás en la vida. Y así empezó ese diario. Con un escrito sobre las baticaos… ahí lo dejo. Pendiente.

Los días pasaban y el diario se iba engordando de anotaciones motivadoras, deseos de alcoba y deseos platónicos, amores que matan y amoreeeee simplemente.  Besos profundos y recuerdos que se recuerdan. Amigos, que siempre son más que amigos… ya me entendéis. El vestuario, que me pongo y el que quisiera ponerme. Aquellas joyitas de siempre… los chicos que ahora son hombres G. Y de Wonder, y de posters, y de corazón partio, y de sólo para ti… y de bailar pegados. Y de no te soltaré nunca la mano.

También ocupaba parte de los huecos que algunas chicas dejaban sin escribir, aquellas prendas de ropa, calzado, complementos y abalorios (con forma de osito) que tanto les gustan a ellas.

Y por supuesto, llega el gran momento. Toca cotillear, que han escrito las chicas. Rosi, repasa el diario antes de anotar nada suyo. Se da cuenta de que Sari, se ha comprado unos zapatos nuevos que molan mucho, y muy atentamente lee la descripción de los mismos. Sari, flipa tras leerlo y decide anotar que ella se va a comprar un modelo de zapatos que es lo más chic del momento. Cierra el diario con gesto de… aquí estoy yo… y se va. Meri, espera estar sola y cuchichea en voz baja… (Ahora me toca a mí) Abre el diario lentamente mientras va curioseando. Hasta que lee que… Neni tiene un amigo Special-L en un círculo repasado varias veces en rojo intenso. Eso inquieta a Meri, que por un momento piensa en quien puede ser…pero no consigue imaginárselo. Pero le gusta la idea de pensar que la Neni se lo merece. Meri aprovecha para anotar que ha tenido un buen día, que le satisface pensar que sus amigas tienen algo en común, a parte de las baticaos. Y es esa parte divertida y molona de confiar en ese diario “chivato” donde cada una apunta lo que más le importa o, porque no, para chinchar un poco… que también es divertido. Las risas se reparten, se extienden y cualquier otra tarde noche de un día cualquiera, quizá se les vuelva a ocurrir otra genial idea como esta.

Al diario pronto se le acabaran las hojas… pero seguro que todo ese contenido que acumulará, será parte del recuerdo de un gran repóquer de reinas.


Ah… ese diario también contiene páginas privadas que prometí a las reinas, que no contaría jamás.

Nos leemos.


Lorenzo López




jueves, 6 de octubre de 2016

Los 21 gramos del alma

Algunos dicen que no es cierto y otros que sí. Eso no lo voy a discutir nunca.

Pero por unos minutos, pongamos que mi alma pesa 21 gramos. Y dentro de todos y cada uno de estos gramos, se esconden los 21 sentimientos más importantes que una persona tiene.

Sentimientos perfectamente definidos. Simplemente perfectos. Cada alma esconde su particular esencia. Alineadas milimétricamente para cada ocasión. Y son aquellos impulsos súbitos, los que nos hacen reaccionar a todo lo que apreciamos. A todo lo que, de alguna manera, nos transforma, nos lleva un poco más allá de donde nunca habíamos pensado llegar jamás. Dónde, es lo de menos, lo que realmente importa es el cómo. Es la forma que puede tomar. Porque un solo gamo de alma tomará la forma más grande en un solo instante. Absorbiendo todo ese sabor de esa parte mágica que llamamos felicidad, y que nunca debería faltar a nadie. Porque el alma no hace falta que pese más para ser mejor. Porque el sentido de las cosas que sentimos, no son mejores, en uno u otro tamaño, son “diferentes” porque todo contigo, es diferente.

Esparce por tu interior cada uno de los 21 gramos que tienes a tu disposición, que son tuyos, para ti… y para siempre. Disfrútalos cada segundo, cada milésima de segundo, con todas tus ganas, con esa fuerza que a veces piensas que no tienes… Sí la tienes, úsala, y es tan tuya que no tiene parecidos ni semejantes. Solo tiene lo que tú le des. Tu empuje y tus ganas, tu ilusión y tu carisma, tu templanza y tu día a día. Tus alegrías unidas a tu sonrisa, ligadas más que nunca a todo aquello que deseas, todo aquello que te pone colorada… porque amas.

Porque hay almas rotas por penas no merecidas. Por la falta de otra alma que atienda, que confíe, que suspire tus suspiros, que ame lo que tú amas, que sueñe lo que tú sueñas y que despierte atreves de mis ojos (por ejemplo) para ver despertar los tuyos… Para latir cada gramo de sentimiento, cada gramo de pasión que llevamos dentro. Cada gota de aliento que en ocasiones nos ahoga. Cada beso que no nos dimos. Cada caricia que nos saltamos. Cada perdón que no pedimos y cada abrazo que nos perdimos. Cada mirada con los ojos cerrados, que nos hubiera hecho ver, aquella parte que nos gustaría rozar con cualquiera de los 21 gramos de alma. Rozarlos eternamente… Siempre y para siempre.

Porque cualquier sueño, por poco tiempo que dure, será tu sueño. Será la parte de aquel rincón donde se guardan los recuerdos más exquisitos. Aquella persona que te hizo sonreír en tu infancia, que te hizo sentir bien, y que te enseño la parte más importante de su vida entre tus manos finas y las suyas marcadas por un tiempo de penas y alegrías.

Nunca olvides que el alma, tenga o no un peso concreto, siempre será nuestra alma, y con ella podemos sentir y sentirnos. Podemos amar y amarnos. Podemos reírnos de nuestras risas. Podemos desear y desearnos. Podemos reconstruir nuestro rincón y adornarlo como nos apetezca… tenemos 21 formas en nuestra alma

Disfrutemos cada instante de ellas… y ayudemos a ayudarnos a saborear nuestra felicidad en la forma, manera, donde, como y cuando nos dé la gana.


Cada gramo de ti… ocupa cada uno de los míos.




Lorenzo López

jueves, 29 de septiembre de 2016

Matarile-rile-ron

Lo de antes siempre será de antes. Aunque a la mayoría nos siguen gustando todas aquellas cosas. Los juegos, las canciones, los secretos y los escondites. Hasta las miradas eran diferentes. Las chicas y los chicos…también éramos diferentes. Lo eran los besos a escondidas con los ojos cerrados. Los abrazos intensos y los segundos que esperábamos desesperadamente hasta que podíamos ver a la persona que nos gustaba. Todo era muy diferente…

Porque antes, íbamos al cole en grupo, hablando, sonriendo y pensando que hacer con los deberes y donde. Siempre había el típico empollón o empollona… ¿os acordáis? Esas personas estaban en el grupo de los especiales. Solían ir correctamente vestidos. Jersey de cuello alto, normalmente blanco o marrón oscuro. Pantalones o faldilla (larga, muy larga), con calcetines blancos. Mofletes colorados y gafas, eso sí, las gafas los delataban desde lejos.

Dentro del grupo de los especiales, también estaban los malos/as. En ese super grupo no entrabas con facilidad. La verdad es que eran un puñado de pringados que sólo hacían que tocar las pelotas y provocar. Siempre había algún chico guapo que le molaba a las chicas. Eso siempre pasa… igual que en las pelis. Algunos llevaban unas navajillas pequeñas para intimidar, luego la mayoría no sabían diferenciar el mango del filo, pero bueno. Recordáis cuando había pelea…? Ostias de verdad… todos gritaban pelea, pelea… y corríamos como locos para ver cómo se zurraban. La verdad es que pocos íbamos con la intención de separar a nadie, la mayoría, al contrario, animábamos con un par de huevos. Hasta que aparecía algún profe y entonces desaparecíamos como flechas… No sé. Yo no estaba. No he visto nada, etc.. 

A mí personalmente, el grupo que más me molaba era el de los guays. Los molones de verdad, los que hacíamos de las nuestras pero con gracia. Con ese estilo que hicimos único nosotros. El nombre, la pandilla. Eso sí que era amistad, coño, y de la buena. Auténtica tras un “lo juro por Dios”. Nos hacíaamos una piña fuerte y de confianza… Nos valía aquello de “uno para todos y todos para uno…” y ahí estábamos… chicos y chicas jugando juntos, haciendo trastadillas, montando equipillos para el pilla pilla, para el escondite, el media manga, manga entera. Para contar chistes, o historias inventadas de miedo que hacían que las chicas se nos cogieran del brazo… siempre eran cortas esas historias... Cachis. 

Casi todo lo hacíamos juntos. Quedábamos en la plaza e íbamos pasando a buscar a los que sus mamás no les dejaban salir, con la intención de convencerlas para que bajaran a jugar un rato. Muchas veces lo conseguíamos y era super chulo.

Si alguien se hacía daño, siempre estábamos preparados para ayudar. Las chicas eran las que mejor lo hacían. Cogían un pañuelo, se lo llevaban a la boca y lo humedecían con saliva y limpiaban la herida… que dulce!!! Y se nos curaba sin problemas, ni mercromina ni leches…

Conforme crecíamos las cosas cambiaban, pero siempre guardando ese estilo de manera de ser. Ese rol que nos tocó vivir. Esa forma de vida que elegimos, porque quizá, era el momento de hacerlo así. Y creo, no sé vosotros, estar seguro de que así fue de diferente y divertido.

En época de institutos los días entonaban otro ritmo. Era como que te dabas cuenta de que te habías hecho mayor. Te dabas cuenta de que aquella chica que había curado tus primeros rascones con su propia saliva, ahora te gustaba de verdad. Sentías cosillas… como era… “mariposas en el estómago”, eso es. A pesar de que tus carpetas estaban forradas de cantantes famosos/as del momento que encontrabas atractivos/as. Tu chica era tu chica.

Algunos tenemos más o menos anécdotas que contar, vividas en aquellos maravillosos años en los que comunicarse era tan sencillo como ir a buscar a tu amigo a su casa, picar a la puerta tantas veces como pisos de altura vivía y gritarle…”baja un momento que te tengo que explicar una cosa muy importante,,” y eso molaba un mogollón.


Espero que cualquiera que haya leído esto, le haya traído buenos recuerdos y más de una sonrisa.



Lorenzo López

jueves, 22 de septiembre de 2016

Consecuencias de despertar dormido

Supongo que nadie lleva la cuenta de las veces que ha sufrido consecuencias por despertarse dormido. Yo tampoco, pero debido a una serie de circunstancias que por pura casualidad una gran persona se atrevió esta mañana a mencionar mientras se partía de risa…, me atreví a aceptar su petición son sumo gusto.

Como consecuencias principales destacaremos la falta de atino en las cosas. Como por ejemplo cuando suena el despertador. Más que despertarte lo que hace es darte un susto de cojones, y eso contando que muchas veces estamos esperando a que suene. Pues aún así, nos sobresaltamos. Parece ser que hay algunos casos en los que los despertadores han salido volando… y la ley de la gravedad ha hecho el resto. Despiece total!!!

Hay personas que se levantan para ir al lavabo antes de que suene el despertador. Primero miran la hora, calculan el tiempo que les queda para que suene y van a mear. Todo esto a oscuras.

Más o menos sería algo así…

En mitad de la noche, o por ahí, abres los ojos todo lo más que puedes. Como si fueras a ver algo…vamos. Te das cuenta de que no, pero piensas que no vale la pena dar la luz para ir hasta el baño (que está ahí al lado) y hacer un pis.

(Me gustaría que os imaginarais la puesta en escena…)

Abres lo ojos, te incorporas para sentarte en la cama y automáticamente tus pies que buscan… las zapatillas. Cado pie por su lado. Cada uno de ellos busca por su cuenta su zapatilla. Los dedos de los pies se comportan como si tuvieran olfato propio y se van moviendo de un lado para otro buscando… mientras tanto tus ojos se van cerrando y abriendo lentamente, muy lentamente… pensando que como no hay nada que ver, y mientras aparecen las zapatillas… Una vez los pies dan con su par y se introducen dentro de ellas, tu mente le dice a tu cuerpo que se puede ir levantando, y a pesar de los gestos de la cara, muecas y tics varios, uno se levanta, y ahí viene la siguiente dificultad i la más difícil. Mantener el equilibrio. El cuerpo se tambalea, y los brazos entran en acción, sobre todo las manos. Empezamos a moverlas a derecha e izquierda como si bailáramos un can-can artos de vino malo, y buscamos como está dispuesta la habitación para encontrar la puerta y poder salir en ruta hacia el WC. En esos momentos las dimensiones y distancias de las cosas no están, ni son como uno pensaba, y justo cuando damos el primer paso… PAM porrazo que nos damos con la esquina de… de algo que no identificamos porque nos duele tanto, que entre que no gritamos por las horas que son y que no sabemos dónde estamos, la tensión se hace mayor. (Aquí tendría que decir aquello de… se palpa, pero no es adecuado. O lo de se puede cortar… pero tampoco es el momento de tener un cuchillo en las manos) Cuando se nos pasa un poco el dolor y el pie vuelve a tocar suelo, seguimos andando, pero ahora con más cuidado que el Papa en un hospital. Llegamos a la meta, nos sentamos y resulta que la tapa está bajada… mierda que fría está, coño. Nos levantamos deprisa y la subimos. Por supuesto no calculamos bien y golpeamos con cierta fuerza la tapa contra el depósito… y protestamos de nuevo, joder vaya mierda… ahora sí, nos sentamos, apretamos…y descansamos. Un par de minutos después, volvemos a la realidad. Vuelta a la habitación… chachaaan… rápidamente pensamos que iremos por el mismo sitio que hemos venido. (Manda huevos…por donde vamos a ir si no, en casa no hay atajos…) Total que reemprendemos la marcha de regreso a la cama (que ya estará más fría que la conversación entre un gaditano y un japonés), intentamos recordar todo lo que hemos ido tocando y nos ayudamos de las manos, como no. Pero hay pasa que antes íbamos y ahora volvemos, o sea que lo que estaba a la derecha, está a nuestra izquierda i viceversa. Con lo cual, apenas nos confiamos, nos damos de “loros” con la mesita que creíamos que estaba en vete a saber dónde… (Nos acordamos de la familia entera del que hizo el mueble). Al fin encontramos la cama y nos dejamos caer como un muerto…

Al poco rato…. Titititic titititic titititic… suena el despertador, y a partir de ahí es cuando puede volar… y la gravedad se ejecuta tal cual va subiendo.
Nos acordamos de la virgen, el hijo y algunos otros familiares santos y nos levantamos. Ahora sí damos la luz… (Lo que nos hubiéramos ahora si la damos antes) de vuelta al baño… nos lavamos la cara y acto seguido vamos a la cocina. OJO!!! Todo esto teniendo en cuenta que nos hemos despertado dormidos. Abrimos la nevera, cogemos un brick, (en teoría de leche) nos llenamos un vaso con la intención de ponerlo a calentar en el micro. O sea, abrimos la puerta del mismo, y a pesar del tamaño de esta, cuando intentamos meter el vaso el su interior, no sé por qué motivo chocamos con alguna de las partes del micro y la leche se nos vuelca… y vengaaaa… nos cae encima de los pies heladita como está de la nevera. Vuelven los santos y su familia, la virgen e hijo con el espíritu y la gaita. Resoplamos, abrimos la nevera volvemos acoger el brick y nos llenamos el vaso… mientras se va llenando… Ostia… si no es leche!!!, es zumo de “melocotón”, con su cremosidad y su toque azucarado que tanto mola tener entre los dedos de los pies de madrugada, y por las zapatillas (que tanto nos costó encontrar, joder)

Lo bueno de todo, es que tras todo esto y aún con el dolorcillo del primer porrazo matutino, nos hemos despejado bien y rápido. Y una cosa más os digo… si al volver al baño, os miráis al espejo y os partís de risa de buena mañana… ya será la ¡¡¡OSTIA!!!

Feliz semana a todas/os


Lorenzo López



PD: Un abrazo enorme a la persona que se atrevió a pedirme que escribiera sobre esto. Espero que sea de su agrado… Y se parta de risa otra vez




jueves, 15 de septiembre de 2016

Querer lo que queremos

Ojalá muchas cosas ocurrieran porque así lo queremos…

Porque queremos ser mejores, haciendo cosas que no deberíamos. Queremos jugar y ganar siempre, sin luchar. Queremos ir rápido y llegar antes que nadie. Queremos volver los primeros y sin pensar en que el objetivo es llegar, aunque sea los últimos. Queremos participar sin estar. Porque queremos alcanzar lo inalcanzable.

Queremos ganar la guerra perdiendo la paz. Queremos la parte más grande del pastel, sin contar cuantos son los demás. Queremos lo del prójimo por encima de todo. Queremos las modas más de moda y queremos lo que sea que nos enseñen. Queremos no perder el tiempo que perdemos mientras no hacemos nada. Queremos rebañar el plato antes que lo haga el de al lado. Queremos abarcar sin apretar.

Porque queremos querer y sin querer nos olvidamos de querer. Queremos lo mejor de lo mejor, queremos la caja más grande. Queremos el paquete más brillante. Queremos sentir lo que no sentimos. Queremos acariciar lo que nunca se acarició. Queremos ver lo que casi nunca miramos. 

Queremos olvidarnos de recuerdos inolvidables y nos olvidamos que no podemos olvidarnos… pero seguimos queriendo olvidarlo.

Queremos estar en pie incluso antes de caernos. Queremos salir sin haber entrado. Queremos esconder las lágrimas. Queremos no llorar. Queremos demostrar lo que no hace falta. Queremos presumir de no sé qué, de no sé quién, de no sé…

Queremos aprender sin tropezar. Queremos ser mayores sin ser niños. Queremos ser jóvenes cuando somos mayores. Queremos seguir insistiendo en la eterna juventud. Queremos tapar lo que no se debería tapar. Queremos borrar lo que hicimos mal. Queremos no repetir ni un escalón, para llegar antes al final.

Y lo bonito que sería….

Querer lo que hago. Querer cómo y porqué lo hago. Disfrutar del querer y querer mientras disfruto. Querer porque me apetece. Querer las sensaciones que sientes. Querer los pelos de punta por querer un beso. Querer respirar despacio y sentir… Querer lo que lloramos y amar lo que queremos. Querer la paz por la paz y para la paz. Querer ayudar a querer porque sí. Querer hacer lo que hay que hacer. 

Querer demostrar lo que sabemos. Querer y querer… y querer sin medida, sin condición, sin na de na. Querer un ángel… para querer sin sentido. Querer un abrazo. Querer un piano sonando la balada más hermosa. Querer esperar el turno. Querer aquella esquina donde todo es diferente. Querer un instante a solas. Querer un segundo más contigo…

Querer aquel deseo que soñamos durmiendo una noche estrellada. Querer un mar tranquilo y brillante, azul y salado, con recuerdos del ayer, del pasado…con recuerdos, simplemente. Querer que esté cuando sea. Querer que sea ya… Querer que ya sea en este mismo instante.

Y esto no es todo… 

Porque seguro que me dejo  más cosas que queremos, que quiero. Simplezas insignificantes que están donde deben estar. Y justo ahí cuando menos te los esperas, es cuando el querer te hace querer-te-querer-nos. Querer sencillamente...

Queremos querer... y deberíamos practicarlo cada minuto de cada hora de cada día.

Quiérete siempre !!!!


Lorenzo López