Lectura de Elena

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jueves, 23 de febrero de 2017

La clase de baile


A simple vista no parece que sea para tanto.  Estamos hablando de una clase de baile. Parece hasta sencillo.

Pero en este caso se intuye que no es una clase más, si no la primera. Y eso sí que es mucho decir. Porque aquí se junta todo y más que hubiera.

El que me pongo. El cómo peino. El como del cómo. Los nervios del que dirán, del que no dirán, de quien me mirará a mí o quien no me mirará y me gustaría que me mirara. O piden de bailar o no… o me piden de bailar o sí.  

En fin que se acumulan una serie de circunstancias que una no sabe por dónde empezar con tanto pa qui pa ya

Se abre el armario como si fuera el telón para una gran obra de par en par y miras toda la ropa que tienes. Que tienes de hace tiempo y que es la misma de hace un ratito que ya abriste el armario para mirarla. Pues le das más vueltas que un gato antes de acostarse y al final sacas cuatro cosas con intención de probártelas. Combinas un tejano con una blusa y un jersey con un pantalón de pinzas. Combinas colores como si fuera una fiesta de disfraces. Tira por aquí y mete por allá. Madre mía que follón!!! Total para una clase de baile…. Piensas. Pero respiras hondo y sigues con tu propio mercadillo montado encima de tu cama y por el suelo como un sin papeles.

Con el armario casi vacío, y casi tan cansada como después de correr una maratón, te decides por una combinación de pantalón negro y jersey de punto beige. Zapato negro con un poquito de tacón y listo.
Pero llega el momento de la verdad. Presentarse en el local donde hacen la clase de baile. Los nervios que llevas son los mismos que ya tenías en casa mientras buscabas la ropa, pero multiplicados por 100…por lo menos. Miras a tu alrededor buscando un sitio donde refugiarte, por decirlo así, de toda aquella gente que está deambulando por allí. Algunos parecen tan dispuestos a bailar, que cuando suena un móvil bailan hasta el politono.

Por fin un rinconcillo donde parece que nadie te ve. Respiras hondo e incluso te atreves a decirte a ti misma… bueno no será para tanto, que con la gente que hay, no creo que todos me miren a mí coño. Te acercas a la barra y pides un refresco, porque entre otras cosas tienes la boca más seca que la ley de 1920.

De repente empieza a sonar la música. Unas piezas para ir haciendo ambiente. Para que la gente se relaje y se vaya haciendo un poco a la idea de lo que va a ser la clase de baile.

Un apuesto morenito y su pareja (los profesores) salen a la pista y se colocan pegados al principio de la pista, haciendo ademanes para llamar la atención de los allí presentes. Algunos piensas que eso no va con ellos. Entonces es cuando te entra la risa y te medio escondes detrás de lo que sea que tengas más cerca de ti. Pero eso no es nada para lo que falta por llegar.

Al final un grupillo de unas 15 personas se junta en el centro de la pista y el apuesto morenito, empieza dando una serie de recomendaciones para que se haga más fácil seguir los pasos. La música suena de nuevo con una salsita. Todos pendientes de las indicaciones del joven profesor de baile, que propuso que primero ellos bailarán un trozo de la canción. Él y su pareja de baile empiezan la clase.
Mientras tanto algunos de los que estaban por la barra se fueron incorporando al grupo de baile. La clase estaba ya en marcha y aquello iba enserio. Una de las indicaciones del profesor era que se tenían que hacer parejas para bailar… y aquí viene lo que faltaba por llegar…  

De repente, alguien se acerca y te pide que si quieres bailar. Le miras y enseguida dices que no, que sólo has venido a mirar. Pero pasados unos temas y unas fantas… se acerca a la barra un joven y guapo chico, sin más intención que la de llamar la atención de la camarera y le pide una consumición. Tú te quedas un tanto atónita pensando… joder, no me importaría que este me pidiera bailar con él. Te lo miras de arriba abajo, mientras éste se quita su chaqueta, dejando al descubierto su bien combinada indumentaria, que hace que tu interés por él sea aún mayor. Lo nervios siguen ahí, pero ahora ya tienen otro no sé qué

A la tercera pieza de salsa, el joven de tupe a lo tintín, se gira hacia a ti, te mira a los ojos y te dice… quieres bailar conmigo…

Los cubitos de tu fanta se deshacen en una décima de segundo y tus mofletes son puro plagio de los de la Heidi. Respiras hondo y piensas… qué coño, porque no.  Y le dices sí, vamos a bailar. Y a disfrutar…

Ahí empieza la clase de baile más emocionante que jamás hayas tenido nunca.

Si te atreves con esto… no lo olvidarás jamás.




Lorenzo López