Lectura de Elena

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jueves, 3 de julio de 2014

La avaricia... no siempre rompe el saco

Pongamos el año actual y tal día como cualquiera... ayer, anteayer, hace dos semanas o mañana.

La gente se mueve como si el mundo se terminara en unas pocas horas. Parece no saciarse de tantas cosas que a su alcance se disponen. Unos que van y otros que regresan, otros que nunca lo harán… cada uno por su lado, o no. 
Porque es muy cierto que hay quien piensa que mientras “yo tenga”, el que venga detrás que espabile. Eso se siente a diario, se masca en el ambiente más de lo que uno quisiera. Todo el mundo se queja de este o aquel. De que hace este otro o que tiene fulano de tal. En definitiva, que la sensación natural es que nadie está a gusto en su propia cama, si sabe que el prójimo tiene una más buena.

La avaricia, no es sólo un pecado capital, es una puta costumbre, una manía, una obsesión en infinidad de ocasiones. Esa obsesión por querer más, por ser el mejor, por estar por encima de cualquiera es sumamente mala. Pero lo peor es que sea a cualquier precio.

Antes se corría por la calle, con la preocupación de caerte y hacerte daño. Ahora son docenas de preocupaciones las que recorren la mente de una persona, pensando en la infinidad de cosas que pueden suceder. Desde que te grabe la televisión, te atraquen cuatro críos a punta de navaja, o peor aún, a punta de pistola, o hasta que alguien se enamore de ti…simplemente por que sí. Y podría seguir... pero no.

Hay quien no se cansa de joder al prójimo. Dejar su imprenta sin pensar en nada más que en su propio beneficio. Machacando sin medida, y aprovechando la ocasión para restregarte que “es lo que hay”. Que es el mejor, el más guapo, el más fuerte, el más chulo… joder, más chulo. Si el mundo se alimentara de chulería, no haría falta nada más, porque por todos es sabido que hay demasiada. En este caso se peca por exceso…

Un  mundo donde empresarios cabreados se quejan de que la gente no gasta, que no compra. Que no vende lo que debería para mantenerse, pero estruja al trabajador con la otra mano, la que no se ve, rebajando el sueldo y aumentando horas de producción. Un mundo donde el estado crea un presupuesto general… para el general, para el príncipe y su princesa de ocasión, para rey de titanio, para una serie de políticos varios… (Quería poner cabrones, pero bueno…) en definitiva, que de haber hay, lo que pasa es que se reparte mal. Y digo yo, hay que ser mu gilipollas para que siempre repartas así de mal… no?

Mientras, en la otra punta, vete a saber dónde, familias enteras se hacen cruces para poder llevase un chusco de pan a la boca, en muchas ocasiones no a la suya. A la de sus hijos, mientras los papas se alimentan de la sonrisa de sus progenitores. Ancianos que no tienen a nadie que les cuide, y las residencias costando el doble o más, de su pensión. Niños con deficiencias que necesitan tratamientos impagables. Adolescentes que dejan sus estudios porque para eso, como para otras miles de necesidades, no hay pasta… 

Siempre tocamos en la misma puerta, dirán muchos, pero coño, ¿hay más donde tocar...? Es ahí donde elaboran las gestiones obtusas que nos vuelven del revés a todos. 

Esta alegoría la he titulado la avaricia… no siempre rompe el saco. Considero que así es, porque lo peor que puede pasar, o mejor dicho, lo que está pasando, es que rompe corazones, sentimientos y hasta familias enteras, destrozándolas por completo.

Quizá no he conseguido del todo poner una imagen en la mente del lector en esta alegoría, aunque eso no me preocupa mucho. 

Lo que sí me preocupa son los ofendidos…porque no harán ni caso. Son como los osos...sólo salen con el buen tiempo y la calma. 



Lorenzo López 

miércoles, 2 de julio de 2014

14 Crónica para Elena

Muy querida Elena.

En esta ocasión, y sin que sirva de precedente, quiero saltarme las reglas. En lugar de hacerte una crónica como venía haciendo rigurosamente, deseo escribirte un pensamiento.

Hace ya varias semanas que tengo dudas de cómo vivir, de cómo sentir y soñar, de cómo imaginar la felicidad. Dudo de cómo apreciar los detalles de un sueño propio. Me cuesta expresar algunas sensaciones que llevo dentro, e incluso llorar…me cuesta mucho, cada día más.

La última vez que lloré, lo hice por ti, Elena, y quiero disculparme por ello. Si, te pido disculpas, porque eres una buena persona, alegre y cariñosa. Concibes tu vida de una manera distinta a lo que yo haya conocido antes. El valor por las cosas que has elegido, la forma de tratar tu corazón, de acariciar los sentimientos y de acunar los suspiros en tu boca… Aunque tus ojos no puedan ver lo que otros ojos sí ven, tu mente y tu alma son capaces de imaginar lo que otras mentes y almas nunca podrán.

Si pudiera pedir un deseo….

En el próximo relato te lo cuento.

Siempre te quiere.

Lorenzo López