Lectura de Elena

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jueves, 9 de junio de 2016

La mano del mortero

En primer lugar, si alguien no sabe lo que es un mortero, que le pregunte a la yaya. Y si alguien no sabe que es una mano…que le pregunte a un soltero.

Todo se puede discutir, preguntar, pensar, conciliar, disponer, proponer, odiar o amar. etc…

La vida nos muestra a cada instante las cosas que se suceden, mientras suceden otras cosas. La cara menos simpática de algunos momentos que esconden lágrimas bajo una forzada sonrisa. Momentos que siempre son únicos porque a pesar de todo, nuestra mente abarca más de lo que nadie se imagina. Y apretar, aprieta… tanto, que en ocasiones perece el alma que nunca quisiera irse.

No hay muchas cosas que duren suficiente como para saber la verdad de todo aquello que una persona es capaz de hacer. Las ocasiones las pintan demasiado calvas y la confianza se vuelve una cuestión de interés. Se pierden amistades por ser diferente, o se pierde la dignidad, que es peor, por atender malas propuestas.

La vergüenza deja de ser verde y la esperanza se marchita.

No es cuestión de cuestionarlo todo, se trata de ser uno mismo, mantenerse y luchar por aquello que deseamos. Siempre atentos y con ganas de volver a empezar si sale mal a la primera… o a la segunda…o las veces que sean. Se trata de resistir y confiar, de pelear cada instante. Se trata de sonreír hasta cuando estés solo. Delante del espejo o detrás de la puerta del baño. Se trata de sonreír hasta durmiendo. Se trata de tratar de ser. Se trata de hacer. Se trata de vivir por algo y por alguien, de estar y de sentir. Se trata de convencer y de demostrar. Se trata de que los demás te recuerden. Se trata de ti…

Amar es el verbo más perfecto que existe. El mejor. Y todo lo que hagamos conjugado con ese verbo, será lo más maravilloso que nos pueda suceder. Lo más importante de la vida es vivirla lo mejor que puedas. Disfrutar de lo que tienes y ser lo que puedas conseguir.


La confianza es parte funda”mental” en la vida de las personas


Siempre habrá quien no confía en ti, ellos se lo pierden.



Lorenzo López