Lectura de Elena

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jueves, 22 de enero de 2015

Una noche sin bragas

Ya eran las siete y cincuenta y dos minutos. Esa tarde se me hizo más pesada que cualquier otra de la semana. Lo bueno es que era viernes y eso siempre ayuda.

Cuando llegué a casa, solté mis cosas encima del butacón que hay en el recibidor y me despedí del maletín, los zapatos y la corbata hasta el lunes. Fui directo al baño, me quité la ropa y me di una ducha. Salí del lavabo con la toalla rodeando mi cintura y me asomé al balcón. Las vistas no eran realmente buenas, pero sí suficientes para hacerse una idea de cómo estaba el ambiente. Esa noche tenía ganas de salir un rato, desconectar y divertirme.

Sabía que mis amigos se iban a pasar el fin de semana fuera, y aunque me habían propuesto ir con ellos, preferí quedarme.

A pocos minutos de las diez de la noche me dispuse a salir de casa.  Antes me repasé un poco ante el espejo. La primera intención era ir al centro a comer algo y más tarde visitar algún garito para echar unos tragos y con un poco de suerte conocer a gente nueva. Mi estómago fue el encargado de llevarme hasta la Tasca Pepín. La especialidad eran las tapas variadas y las carnes. Empecé a mirar buscando sitio para sentarme. Me gustaba tener gente guapa a mi alrededor, así que preferí quedarme en la barra, y como no, al lado de un grupo de chicas. Concretamente seis.

Las chicas estaban conversando entre ellas, riendo y disfrutando de sus consumiciones. Me coloqué al lado derecho del grupo y llamé la atención del camarero. Como ya tenía claro que iba a pedir, no hizo falta mirar la carta… y para beber una copa de vino tinto. Junto con copa de vino me pusieron unas aceitunas para ir picando.

Aquellas chicas reían y se divertían contándose sus cosas. Parecía no importarles demasiado que alguien, como yo que estaba muy cerca, las escuchara. En contadas ocasiones se acercaban lo suficiente para contarse algo en un tono más bajo, y eso no lo pillaba. La verdad es que mi intención no era cotillear, pero me divertía escuchar aquel conjunto de comentarios y sucesos que tan alegremente se mascullaban entre ellas. Hasta me pareció escuchar que una de las chicas perdió sus bragas en una fiesta. Madre mía. No sé cómo se pueden perder unas bragas como quien pierde un botón…joder!!

Ahora que lo pienso, quizá por eso las perdió, por joder con alguien aprisa y “corriendo”, nunca mejor dicho. Es posible que en uno de esos acercamientos para chismorrear al oído, la morena potente, dueña de las bragas en cuestión, contara cómo las perdió y con quien. Sinceramente, eso me convence aún más de que fue follando descontroladamente en un espacio reducido como el que tiene un retrete público. Y tan fogosamente envistiendo contra la pared del mismo, aquellas bragas desaparecieron de entre sus piernas macizas. ¿llevará hoy o no...? Ostia puta, cuando me trajeron el combinado de verduras con gambas a la plancha, casi estuve a punto de pedirle que me pusiera para llevar. Mi copa de vino se vació, pero el atento barman, la llenó por intuición, ya que sus ojos estaban clavados entre los seis escotes repletos de gozo.

Aquellas seis tipas, capitaneadas por la morena de piernas macizas, estaban a pocos minutos de irse. El despiste que me provocó el camarero al darme el plato, impidió que escuchara donde iban después. Porque la verdad es que me hubiera gustado ir.

Cuando se despidieron casi al unísono, el camarero estaba cerca de mí y parecía conocerlas. Por un momento se me pasó por la cabeza, si ese pillín de camisa blanca y pajarita negra, fue el empujador del retrete… y ahora dueño silencioso de las bragas de la morena. Que cabrón...

Sin darme cuenta, había consumido casi el total del plato, y mi copa de vino vacía. Al camarero lo vi venir con la botella para llenarla de nuevo y le paré. No por favor, tráigame la cuenta. En segundos tuve el ticket a mi vera. Puse el dinero sorprendido por la rapidez. El gesto de mi rostro, pareció llamar la atención del barman, que me contestó. Me pareció que tenía prisa. Será que quedó en ir al Mansión 2 con las chicas que tenía a su lado hace un rato.

Volví a sorprenderme, y sin recoger mi cambio, salí del local dirección al Mansión 2.

Entré como si supiera donde tenía que ir. Como si alguien me estuviera esperando. Nada más lejos de la realidad. Cuando reaccioné, me dirigí a la barra. Tras unos minutos ignorado porque no me atendían, me subí a una especie de escalón que había a los pies de la barra. De esta manera estaba más a la vista, o por lo menos esa era mi intención. En uno de los saltos que di, me pareció reconocer a la morena de las bragas perdidas. Y mi reacción fue bajar de donde estaba. En ese momento, fue cuando escuché al camarero gritar… que te pongo tío. Me cago en la ostia… dije. El chaval de barra gritaba…no te entiendo.
Pasé de él y fui hasta donde me pareció que podían estar aquella media docena de féminas. La gente empujaba mientras bailaban como si fueran cabestros en celo. Así que yo hice lo mismo, ponerme a bailar, para que de esa manera, poder llegar de una forma menos sospechosa junto a las tipas y sus pechos brillantes por el sudor.

De reojo vi que estaban a pocos centímetros de mí. Eso me enloqueció tanto, que tuve que morderme la lengua unos segundos para controlarme. Mejoré mi posición, para poder controlar sus rostros y sus piernas firmes que se alzaban sobre unos tacones que a mí me provocaban vértigo.

Esta vez sí que alguien de la barra me atendió con rapidez. Tanta, que me sorprendió que me preparara un gin-tonic  en menos de 15 segundos… a 10 pavos. Vaya, vaya, la hora tiene que salir carísima.

Volví a centrarme en los escotes. Sobre todo en los pechos de la morena y en su cuerpo macizo, sostenido más que un "fa"… sobre aquel par de piernas interminables.

Cuando parecía que todo estaba funcionando. Que mis estrategias daban resultado más que positivo y los ojazos de la morena se hincaban sobre mi como rayos de luna opalina… entonces resulta que me despierto en el puto sofá, con la toalla húmeda rodeando mi cintura. Pasaban de las 3 de la madrugada… me tomé un vaso de leche y me fui a la cama.

El sueño no lo pude recuperar… perdiéndome el escote más auténtico que mi imaginación haya podido crear.

Vaya putada….

Lorenzo López