Lectura de Elena

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jueves, 16 de marzo de 2017

La ruta de tus piernas

Creo en cualquier noche de pasión. Creo que cualquier noche puede ser una buena noche de pasión, mejor dicho.

Porque no hacen falta condiciones especiales, ni un porqué, ni siquiera tiene que ser un día señalado. Simplemente un momento cualquiera. Un momento que ni tan sólo tiene que estar escogido específicamente. Un momento que surge y que se disfruta.

Porque la ruta de tus piernas empieza con el primer suspiro… un suspiro repentino, lleno de pasión contenida. Repleto de emoción, de curiosidad, de incertidumbre, de morbo, de complicidad, de secretos, que al fin y al cabo se suscitan entre nosotros. Un suspiro que rebosa lo imaginable y se repite y se repite incontables veces mientras todo aquello que no te podías imaginar va sucediendo sutilmente. Algo, llamémosle deseo, va calando delicadamente bajo nuestras pieles de una forma irreverente y a la vez extraordinaria. Tanto, que creo que casi nadie sería capaz de explicar ni desmenuzando cada uno de los detalles que se sienten.

Mis manos, como si tuvieran permiso ilimitado se acercan a tus piernas sigilosamente, y a pesar de que las intuyes, tu piel se va erizando como si no lo supieras, mientras se acorta la distancia entre ellas. Aguantas, sonríes, cierras los ojos y los abres de nuevo y parpadeas sin dejar de sonreír. Es como si fuera la primera vez que se fueran a tocar, a rozar, a palpar a sentir. Ambas primerizas, las dos acompañadas de la timidez. Las dos con ganas de sentir a que sabe todo esto. Que se siente, como se siente y hasta donde son capaces de llegar… sin ponerse límites.

Mis manos ya reposadas en los muslos de tus piernas, rozan suavemente esa piel fina y suave que las envuelve y las viste, y cada caricia es como un adorno que la eriza. Y mientras te ruborizas, yo sigo haciendo como que sigo buscando aquello que sé dónde está, pero que no quiero encontrar todavía. Y mis ojos se cierran para imaginarme el camino que tú me marcas con cada espasmo repentino. Los tuyos se cierran para sentir como mis dedos recorren la senda de tus espasmos. Que te llena de deseo y me contagia… y la pasión nos domina.

Llego a la orilla de tus nalgas templadas, suaves y delicadas donde me entretengo como si el tiempo se hubiera detenido… y lentamente se suceden sensaciones, pequeños gestos, agudos y tímidos gemidos y silencios… pausas. El tiempo no nos preocupa, tenemos todo el que queramos dedicarnos. La pasión se hace esencia y la esencia se esparce entre los dedos de mis manos y se cuela por los poros de tu piel. Casi no se aprecian los movimientos de mis manos en tus piernas. Son como demasiado lentos, pero excelentes para tus sentidos. Es como si quisiera acariciar cada milímetro de tu piel por separado y estarme en cada uno de ellos toda una vida. Mientras tanto tus sentidos se mezclan entre sí y se contagian de todo ese fulgor que desprende tu sonrisa de placer absoluto e incierto, inesperado, nuevo a cada instante.

Tus rodillas me entretienen menos de lo que yo quisiera… y mis manos se deslizan lenta y suavemente hasta llegar a tus pies, que se retraen con cada caricia inesperada, pero se vuelven a ofrecer, y nuevamente se retraen… y se vuelven a ofrecer de nuevo. Y los dedos bailan con cada pequeña caricia que les doy. Es como si se hablaran entre ellos… del más grande al más pequeño, diciéndose cosas. De fondo se escuchan cortos susurros inentendibles que acompañan el después de una caricia.

Se serenan manos y piernas, la calma entra en escena y el silencio se adueña del momento, de todos aquellos instantes dedicados a descubrir todas y cada una de las sensaciones que mis manos han descubierto en tus piernas. Hemos sido dos contra dos y no ha habido ni vencidos ni vencedores, sólo pasión y disfrute. Sólo sensaciones irrepetibles para mañana.




Lorenzo López