Bajo la punta de una
estilográfica cutre de tinta barata, que no era ni china, desordenaba cientos de palabras con las que pretendía anotar
aquello que, según él, era lo más importante del día.
Notas que quedaban para un futuro incierto.
LUNES –
Me gustó levantarme esta mañana,
correr las cortinas y pensar en algo… Fui a ver a la chica de la carnicería, no
me hace ni caso, pero está guapa con el uniforme blanco y topos rojos
desiguales.
Decepcionado, como siempre que
salgo de la carnicería, me fui a pasear sin rumbo. Me perdí. Al final del día
conseguí reírme un rato, estuve viendo una peli de Ozores, Pajares y Esteso.
Como me
inspiran estos dos monstruos…
MARTES –
Me gustó levantarme y hacer mi
cama sólo. Fue una decisión mía como hacerla, y punto. Salí de casa y fui a ver
a la carnicera, esta vez ella no me vio, creo, yo a ella tampoco. Estaría almorzando.
Menos desanimado que ayer, decidí ir a tomar café y pensar que lo hacía con
ella. Me refiero a tomar café (no sea que un día lea esto y se piense otra
cosa). La tarde la pasé en casa. Estoy preparando un sorpresón para la
carnicera (tengo que averiguar su nombre para la dedicatoria, joder) La verdad
es que flipará cuando se lo dé, y más cuando lea la notita de amor con su nombre
y el mío rodeado con un corazón bien grande, bueno que me quepa en el sobre. Se
trata de unas fotos pintadas con mis rotuladores en tres colores que me gustan mucho. Son imágenes de
cuando la veo, de cuando la sueño, de cuando me duermo pensando en ella, de
todo, vamos. Uno de los colores será el rojo, como los topos de su uniforme… Me
encanta y me muero de los nervios imaginando la cara que pondrá. Tengo que
mirar a ver que me pongo ese día, quiero estar bien elegante y eso…
MIÉRCOLES –
Hoy sí, hoy sí que estoy contento
de haberme levantado. Me duché todo mi cuerpo y me fui a verla. Lástima, estaba
otra vez almorzando. Tendré que cambiar la hora de ir a verla. Pero la
verdad es que estuve bien. Esperé tan pegado al cristal, que hasta la señora de la
limpieza me preguntó si no tenía nada mejor que hacer. Que señora más lista, es
una pena que esté limpiando con todo lo que sabe. Hasta limpió las marcas que
yo hube dejado en el escaparate para que ella, mi chica, no se diera cuenta de que
había estado allí. Una gran señora, vaya que sí.
JUEVES –
Hoy me tomé el lujo de levantarme
10 minutos más tarde, eso sí, sin almorzar salí de casa pensando de forma
positiva, que la iba a ver. Estaba flipando. Llegué y lo primero que hice es
asegurarme que aquella señora tan lista, la que limpiaba, no estaba por allí. Quería
pegar mi cara y mis manos al cristal todo lo que pudiera, y sin que mi chica se
diera cuenta, observarla y fijamente retener su carita bella en mi celebro. Me acerqué tan rápido y con
tanta pasión al cristal que no sólo vino la señora lista de la bayeta, sino que
hasta las clientas me miraron y se interesaron por mí. Todas preguntaban como
estaba, si me encontraba bien, si me dolía algo… pero qué inteligentes aquellas
señoras aunque fueran viejas, como podían saber que me dolía la cabeza del
coscorrón… fue muy emocionante. La señora de la limpieza también se acercó y
abriéndose de brazos me dijo… pero bueno muchacho otra vez aquí, ¿estás mal de
la cabeza? Me quedé atónito y pensé… madre de Dios, como es posible tanta
cultura tras unas manos gastadas, Quizá era por aguantar cientos de libros mientras
los limpiaba con su bayeta verde.
Al final no pude ver a mi chica,
y eso que le levanté diez minutos más tarde y me vine hacia aquí sin almorzar. Igual
fue ella a almorzar diez minutos más tarde también… Claro, seguro que sí.
VIERNES –
Antes que abrieran ya estaba a
pocos metro de la carnicería, (me sentí
como un perro tras un hueso) observando la entrada para verla llegar. Abrían
a las 9 en punto, y así fue. Empezaron a llegar las empleadas, por supuesto la
señora lista también vino. Que gran mujer, de unos 100 kilos o así de sabiduría
pura. Desde la distancia me costaba reconocer a todas las empleadas, algunas no
las había visto nunca, quizá fuera eso. Creo que sin el uniforme me fue difícil
saber quién era quien. Me acerqué con cuidado hasta estar lo suficientemente
cerca como para apoyar mi cabeza en aquel enorme cristal. Todas iban
uniformadas de color blanco nuclear. Mi chica debería tener fiesta, a ella, la
recuerdo bien, su uniforme era blanco con topos rojos de diferentes tamaños. Como
hechos por una gran diseñadora, donde vas a parar. Seguro que tenía el día libre… lástima.
Cuando me giré para irme, allí estaba la mujer con su cuerpazo y su rostro
inconfundible… una mujer extraordinaria. Hoy su bayeta era amarilla. Empecé a caminar
mientras me miraba fijamente y susurraba algo, seguro que un bello poema de amor
profundo…
SÁBADO –
Más animado que nunca, salté de
mi cama cayendo y tocando suelo con un pie y con el otro, la esquina del
escritorio. No me importaba el moratón que me había salido, lo bueno era que con
los calcetines y las bambas no se vería. Tenía que terminar la sorpresa para mi
chica. Coño, aún no sabía su nombre. Así que pensé en ir a la carnicería a
comprar un cuarto de algo o medio kilo que lo que fuera, no mucho, vamos, sólo
para poder preguntar por su nombre a una compañera suya. Lo cual quería decir
que hoy no tenía que verla. Hoy era mejor que fuera a la hora de almorzar. Llegué
a la carnicería, entré y pedí tanda. Para que nadie me reconociera, me puse
unas gafas de sol oscuras, una gorra oscura y una camiseta y pantalones
oscuros. O sea, que iba todo de negro para no destacar mucho. Mi sorpresa fue
cuando tras los cristales de mis gafas oscuras, me pareció ver varias chicas con uniformes
blancos con topos rojos. Ostia puta. A la única que reconocía, aún en la
oscuridad, era la señora de 100 kilos, más que nada por la bayeta que siempre llevaba
en su mano derecha, esta vez parecía de color marrón.
Pedí una loncha de jamón de nueva
york, pero reaccioné a tiempo y rectifiqué. Por
favor que sean tres lonchas. No quería que me vieran como el cliente raro
por pedir una loncha de jamón de importación. A la que me atendió, le pregunté
el nombre de una chica que trabajaba allí. Me aseguré que me entendiera,
describiendo su uniforme blanco con topos rojos de diferentes tamaños. La dependienta
se hizo la dura diciendo que eran cuatro chicas y que todas llevaban uniforme. Me
acerqué y de forma sutil le dije, perdone, quiero el nombre de la más guapa y
joven, no de las viejas y gordas como la lista de la limpieza.
Por Dios, menos mal que tenía en
mis manos el jamón de importación, porque tuve que salir corriendo de allí. Lo
malo es que no me dijeron el nombre, ...como les come la envidia… y lo bueno es
que con el jaleo, no me cobraron el jamón de nueva york. Que se jodan. Ah, y la
bolsa tampoco la pagué.
DOMINGO –
En resumidas cuentas. Pasé una
semana emocionante como pocas. La sorpresa de mi chica estaba lista… bueno terminada, (no quiero pensar en la señora de 100 kilos con
bayeta) así que decidí entregarle mi regalo cuando saliera del trabajo.
Esa mañana dormí hasta que me
cansé de cama. Me levanté tarde pero con cuidado, aún me dolía el pie. Me comí
las tres lonchas de jamón de nueva york y tres de las cuatro rebanadas de pan
del Pagés, y una buena copa de Pepsi-cola sin azúcar, que guardaba para una ocasión
especial. Hoy era un día especial. Tenía una sorpresa que había hecho con mis
rotuladores y mi gran visión de las cosas. No era un domingo cualquiera, era un
domingo especial. Había almorzado comida neoyorquina y pan del Pagés arte y
sano. Todo estaba a mi favor. Sólo tenía que llegar a la carnicería unos
minutos antes de que saliera mi chica y preséntame, darle mi regalazo e
invitarla pasar una velada juntos tomando una copa llena de pepsi-cola sin azúcar reservada
para ese momento tan especial.
Me caguen la virgen del abrigo de
pana!!! Tanto soñar con este instante, que me he relajado demasiado y he
llegado tarde…. joder…ya han cerrado.
No hay nada como ponerle cariño
en lo que haces… lo único que me ha faltado es acertar con el horario. Bueno,
por lo menos no me tropecé con la señora lista de la bayeta. En ese aspecto sí controlé el horario, seguro que hoy tenía fiesta. Son 100 kilos de sabiduría,
pero mis ciento quince kilos la superan.
Fin de la semana. Por cierto,
tengo que comprar una loncha del jamón de nueva york, me sobró una rebanada de
pan del Pagés y Pepsi-cola.
Lorenzo López