Los malos son tan malos, que los
buenos no aprenden nada bueno. Los guantes blancos están tan pasados de moda,
que los ladrones que los usaban ya no tienen tacto. Las hostias deberían
repartirse de arriba abajo, sobre todo por arriba y sin contemplaciones. Las
cuentas pendientes no deberían estar pendientes, ni los cuentos azules deberían ser escuchados. En lugar
de tanto escaño, tendría que haber más ex cargos. Deberían eliminarse las
tarjetas de los jetas para las dietas. Y los coches oficiales por los buses
locales. Los asuntos personales sin gastos extraordinarios, y las reuniones
políticas sin presupuestos especiales.
Al más pintado dejarlo en escala
de grises. Para los que recortan recortarles las ganas y a los que mal piensan,
mal pensarles. A los insaciables de avaricia, saciarles de amargura a toda
prisa, y a los que juran en vano, dejarles sin la oportunidad de antemano. A los
que se creen listos por ser ministros, hacerles un examen y publicar los
aciertos, y los fallos en pancartas escritos con letras grandes y con tinta
indeleble.
A los que hacen la vista gorda a
cambio de unos euros, dejarlos a pan y agua a cambio de nada. Deberíamos decidir
qué decir y a quien callar. A los que siguen por mal camino indicarles el
destino y que ellos mismos se caigan en sus pozos. A los amigos de los amigos
de un amigo, decirles que todos tenemos amigos, y que elegir a dedo con quien
me la juego, es como tirarse un pedo sin calcular su peso.
Todos deberíamos saber con quién
nos la jugamos cada día de cada mes, de cada año y cada cuatro para escoger a
quién votamos. Y deberíamos tener el poder de revocar los resultados amañados y
a los amañadores, explicarles ese cuento interminable que ellos mismos
inventaron.
A los que traicionan
traicionarles sin pagarles ni tan sólo con su propia moneda. A los locos de las
armas, armarles de penas propias para que sientan en sus carnes que duele más
una idea equivocada, que mil disparos en el alma.
A los estafadores estafarles
hasta en sus sueños, cambiándolos por pesadillas en bucle continuado. Estafar sus
pretensiones y destruir sus intenciones, dejando intactas sus condiciones para
que les escueza el resto de sus días.
Que las malas no tengan perdón
posible ni rezando mil oraciones, y que su futuro sea cierto, más de lo que
nunca imaginó. Que se arrepienta de no haberse arrepentido el primer segundo de
su primera trampa. Y que jamás olvide lo que vale la mentira a granel, porque
debería andar con collar y cascabel.
A los que faltan al respeto, faltarles
al suyo sin dudas ni rodeos, simplemente echarle huevos y decirle a la cara los
mismo que nos dijo. Sin tapujos, sin prejuicios.
Deberíamos retorcerles las
pelotas a los concejales ineptos que no ven más allá, de lo que suben sus sueldos.
Y seguir con las pelotas de los que apoyan a los idiotas, que suman más culpas
y derrotas, que obispos hipócritas.
No deberíamos conjugar según que
verbos para lamentar. Ni hacer según qué cosas para protestar. Ni deberíamos
pasar penas sin más, ni confiar nunca más en los que nos traban manos y pies para
ganar.
A los que asesoran multinacionales desbancar sus credenciales y que paguen sus facturas de consumos generales, sin más ayudas y avales, que lo que ganen con sus pensiones como lo hacen nuestros mayores.
A los que asesoran multinacionales desbancar sus credenciales y que paguen sus facturas de consumos generales, sin más ayudas y avales, que lo que ganen con sus pensiones como lo hacen nuestros mayores.
Que de una puta vez alguien
solucione este follón del que nadie quiere ser responsable.
Lorenzo López