Lectura de Elena

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jueves, 17 de marzo de 2016

Abre Cesar

Los malos son tan malos, que los buenos no aprenden nada bueno. Los guantes blancos están tan pasados de moda, que los ladrones que los usaban ya no tienen tacto. Las hostias deberían repartirse de arriba abajo, sobre todo por arriba y sin contemplaciones. Las cuentas pendientes no deberían estar pendientes, ni los cuentos azules deberían ser escuchados. En lugar de tanto escaño, tendría que haber más ex cargos. Deberían eliminarse las tarjetas de los jetas para las dietas. Y los coches oficiales por los buses locales. Los asuntos personales sin gastos extraordinarios, y las reuniones políticas sin presupuestos especiales.

Al más pintado dejarlo en escala de grises. Para los que recortan recortarles las ganas y a los que mal piensan, mal pensarles. A los insaciables de avaricia, saciarles de amargura a toda prisa, y a los que juran en vano, dejarles sin la oportunidad de antemano. A los que se creen listos por ser ministros, hacerles un examen y publicar los aciertos, y los fallos en pancartas escritos con letras grandes y con tinta indeleble.  

A los que hacen la vista gorda a cambio de unos euros, dejarlos a pan y agua a cambio de nada. Deberíamos decidir qué decir y a quien callar. A los que siguen por mal camino indicarles el destino y que ellos mismos se caigan en sus pozos. A los amigos de los amigos de un amigo, decirles que todos tenemos amigos, y que elegir a dedo con quien me la juego, es como tirarse un pedo sin calcular su peso.

Todos deberíamos saber con quién nos la jugamos cada día de cada mes, de cada año y cada cuatro para escoger a quién votamos. Y deberíamos tener el poder de revocar los resultados amañados y a los amañadores, explicarles ese cuento interminable que ellos mismos inventaron.

A los que traicionan traicionarles sin pagarles ni tan sólo con su propia moneda. A los locos de las armas, armarles de penas propias para que sientan en sus carnes que duele más una idea equivocada, que mil disparos en el alma.

A los estafadores estafarles hasta en sus sueños, cambiándolos por pesadillas en bucle continuado. Estafar sus pretensiones y destruir sus intenciones, dejando intactas sus condiciones para que les escueza el resto de sus días.

Que las malas no tengan perdón posible ni rezando mil oraciones, y que su futuro sea cierto, más de lo que nunca imaginó. Que se arrepienta de no haberse arrepentido el primer segundo de su primera trampa. Y que jamás olvide lo que vale la mentira a granel, porque debería andar con collar y cascabel.

A los que faltan al respeto, faltarles al suyo sin dudas ni rodeos, simplemente echarle huevos y decirle a la cara los mismo que nos dijo. Sin tapujos, sin prejuicios.

Deberíamos retorcerles las pelotas a los concejales ineptos que no ven más allá, de lo que suben sus sueldos. Y seguir con las pelotas de los que apoyan a los idiotas, que suman más culpas y derrotas, que obispos hipócritas.

No deberíamos conjugar según que verbos para lamentar. Ni hacer según qué cosas para protestar. Ni deberíamos pasar penas sin más, ni confiar nunca más en los que nos traban manos y pies para ganar.

A los que asesoran multinacionales desbancar sus credenciales y que paguen sus facturas de consumos generales, sin más ayudas y avales, que lo que ganen con sus pensiones como lo hacen nuestros mayores.

Que de una puta vez alguien solucione este follón del que nadie quiere ser responsable.



Lorenzo López