Si hace un par de días me dicen
que mire al cielo porque hay un burro volando, os juro que hubiese mirado sin
dudarlo. Que bien traído esto. Vale, la frase es típica… “Mira, mira un burro
volando” y muchos picábamos. (Posiblemente tú también…) Lo de bien traído, lo digo por dos cosas. Una por
lo del burro, aunque en este caso no vuela, pero es capaz de sumar porcentajes
y pasarse del tope así como si nada, delante del que sea y donde sea. Lo de típico, está claro, siempre mete alguna
con pala. No hace falta que os de más pistas… ¿o sí? Quiero que quede claro para evitar "equívocos señorías".
Cada vez la tontería es más grande (ahora va por 126…) y somos los mismos a
recibirla, así que cada día que pase tendremos menos capacidad de asumirla.
La cuestión es cómo es capaz de quedarse
tan ancho. De no sentir nada por dentro que le corroa lo que sea que tenga en
su interior (cerebro europeo a parte…) Al genio que le apunta lo que tiene que
decir, habría que darle un premio tan grande (en forma de dulcolaxo) que se acabe enamorando de la taza wc.
Y las cosas están tan “pa ya”, que
en lugar de dejarle a papa Noel un calcetín para que nos ponga los regalos, le
tendremos que dejar el dni y un vaso de agua del Carmen para que
nos vaya a votar. Imaginaros un 25 D, y aprovechando que estamos con la familia,
salimos de casa todos juntos como en “jalogüinn”
y nos vamos para el cole con la bolsita de las chucherías, como locos de
contentos pensando que todo esto forma parte de una Navidad diferente como ninguna.
Todo inducido por unos tipos que seguirán en sus puestos, preparados, listos
(y no me refiero a inteligentes, o por lo menos no todos) Ya!! …Ya veremos a
ver qué pasa.
Quizá haya un desencanto tan
negro, que prosperen los votos en blanco…
Es que no me salen las gracias, de esas con las que intento reírme por ningún lado… Bueno, mentira. Salir, me
salen tantas gracias graciosas, que a muchos no les harían gracia.
Lo que tenemos es lo seguro, lo
que tenga que venir, quizá esté escrito o quizá no… porque no lo sabe ni Paco Lobatón.
Lorenzo López