Las ganas de hacer y conseguir
ciertas cosas que nos gustan, nos hace ver la vida de otra forma. Aunque se
podría decir que cada uno tiene su forma de verla y sentirla, siempre hay
alguien que tiene esa magia especial con la que disfrutar de la vida, es un
placer. Ah… y no por eso deja de ser divertido.
Su paso era algo lento. Caminaba sin
prisa atajando por calles que aparecían como puestas adrede, y las tomaba como
por instinto. Se podría decir que inventaba recorridos a diario y los alternaba
según el día, el momento o el antojo.
Aprovechando los paseos y su
caminar lento, los escaparates de ropa y otros, eran parte de su
entretenimiento. Y como todo el mundo, tenía en mente algo que era muy de su
gusto. Los zapatos de charol negro. Los miraba como si no hubiera otros en
ningún otro lugar del mundo. Sus ojos los miraban y su imaginación los calzaba
en sus pies… y como no, sus sonrisa se dibujaba en su rostro de la forma más
natural. Durante varios paseos aquellos zapatos permanecieron expuestos en ese
aparador, como si le estuvieran esperando.
Un día cualquiera, bueno y lleno
de sonrisas como otros, los paseos cambiaron. Se hizo con ellos. Y sus pies ya calzaban
unos brillantes y bonitos zapatos de charol negro. Los pasos eran los mismos. La
distancia también, pero las ganas de caminar eran diferentes. Ni más presumida
que cualquiera, ni menos.
Aquellos escaparates no la
echaron de menos, porque seguía parando y observando todos los artículos que se
enceraban en aquella especie de pecera gigante. En lugar de agua, aire. Y cada
prenda, una ilusión.
Los pasos se acumulaban en las
elegantes suelas de sus zapatos. Uno tras otro, uno tras otro, en cada paso de cada
día.
Una mañana ligeramente fresca,
salió para hacer unas gestiones rutinarias. En esta ocasión recargar la tarjeta
del bus. Y siempre pasa algo que no esperas. Resulta que la noche anterior
había llovido bastante y las calles estaban llenas de charcos. La verdad es que
pisar charcos mola un pasada. Pero tal y como os imagináis, la niña de los
zapatos de charol negro, no tenía ningún interés en hacerlo. Por descuido,
había salido de casa con sus zapatos nuevos. Empezó a caminar como siempre, con
esa pausa característica suya. De momento controlaba y mantenía sus zapatos a
salvo de grandes charcos y otros peligros.
Todo controlado. Sus pasos eran
calculados y el ritmo de los mismos era pura sinfonía. Su mirada era como si
buscara algo donde fijarse, y su pensamiento acumulaba imágenes como
instantáneas.
Es cierto que en ocasiones, si
algo tiene que salir mal, saldrá. Pues esa mañana algo salió mal. Mientras
esperaba a que el semáforo de peatones se pusiera verde, un coche que circulaba
demasiado rápido y demasiado cerca de la acera, pasó por encima de un charco, y
toda el agua salió despedida hacia los zapatos de charol. Fue una escena aterradora,
ver la cara de aquella niña, mientras sus ojos miraban sus zapatos mojados y
chorreando por todos lados.
Es curioso como una persona puede
tener una ilusión por algo, por simple que parezca, y esa ilusión le haga
sentir una felicidad tan especial como uno la desea.
Como siempre vencen las ganas de
hacer cosas y la ilusión, aquellos zapatos de charol negro, se secaron y todo
volvió a ser como antes. Los paseos volvieron a ser pausados. Los atajos surgían
por que sí, y los pasos seguían siendo parte de una sinfonía perfecta.
Date un capricho cualquier día,
el que más te apetezca. No esperes a mañana… es muy probable que te lo merezcas
hoy. Sonríe y disfrútalo !!!
Lorenzo López