Ni hay dos sin tres, ni uno sin
el otro, ni una sin la otra. No hay polvo sin gozo, ni revolcón sin locura. No
hay felación sin desnatada, ni final maravilloso multiplicado por dos.
Esta tarde me han propuesto que
escribiera sobre qué piensan las mujeres cuando hacen el amor con sus parejas.
La verdad, no tengo ni idea. Las mujeres son un misterio tan profundo, que
jamás ningún hombre será capaz de descubrir. Muchos porque no podrán
descubrirlo, y otros porque no querrán ni tan siquiera intentarlo.
Lo que piensan las mujeres cuando
hacen algo tan cotidiano como la compra diría de alimentación, ya es
complicado, porque se van con 20 euros, y vuelven con la cesta llena para un
par de días. Sinceramente, no sé cómo lo consiguen. Pero lo realmente
complicado y que jamás de los jamases me explicaré (Ni yo ni nadie, por los
siglos de los siglos…) es cuando se van a comprar ropa o calzado. Entonces sí
que puedes rezar para que le roben el bolso, o pierda el monedero con tarjetas
incluidas, claro. Porque si no es así, se multiplica por diez o por veinte el
gasto de alimentación. Pero claro, luego llegan a casa, se ponen melosas, te
enseñan un vestidito mono y la ropa interior medio transparente… y te pones
todo loco. Entonces te acarician la cara mientras te susurran… -Cariño, ya
verás que atractiva estaré con estos trapitos amor mío- Y tu picas como un
gilipollas y buenazo que eres, y le sigues la corriente para que no pierda ese
entusiasmo ni esa cálida y sexi calentura que parece tener en ese momento, y
que te gustaría que conservara hasta entrada la noche cuando os pille dentro
del catre. Una cosa que ha omitido, y que a pesar de que los has visto no has
dicho ni mu, son los dos pares de zapatos, el abrigo, tres pulseras, un bolso y
un monedero, un neceser de maquillaje, un perfume que nunca habías visto antes
en casa, y un pintalabios rojo intensísimo. Ostia puta… como se nos pueden
pasar esos detalles coño.
Pues una vez entrada la noche, y
ya metidos en el catre, te arrimas a la su cuerpo despacito, mientras buscas,
como bebé, sus pechos calientes y carnosos para ir haciendo boca. Ella se
resiste a todas tus intenciones porque te las lee antes de tú las piensas. Tú
insistes delicadamente, pero ya tan armado, que podrías tumbar un satélite de
la nasa con semejante cohete. Ella sigue con sus trece en el proceso de
resistencia y se da la vuelta dándote la espalda más fría, eróticamente
hablando, y todo sin mentar palabra alguna. Tú, que ya empiezas a estar
rebosando de amor, y que no eres tan tonto como algunas se creen, le haces la
mejor pregunta que se te podría ocurrir en ese momento. -¿Cariño cuando me
enseñaras el resto de cosas que te has comprado? Entonces como si se tratara de
un milagro, ella se vuelve hacia ti y masculla… -Hay amor mío con lo que yo te
quiero…- Y todo se pone a favor tuyo. Ella se aplica tal y como tu deseas. Tú
respondes como un león a sus propuestas y todo parece fluir maravillosamente
bien.
Ella, con más ganas de terminar
la faena que los obreros de la sagrada familia, cierra los ojos y toma un
ritmo, que a la vez de agradar a su pareja, esta, se extraña por ser la primera
vez que siente esa espacie de fogosidad pausada y riquísima que parece sentir
su mujer. Ella mantiene los ojos cerrados y una leve sonría en la boca,
mientras parece pensar en algún deseo secreto que la hace disfrutar de una
forma inusual. De repente el ritmo va aumentando progresivamente, el marido,
desorientado y a la vez enloquecido de placer, no sabe que le está pasando a su
mujer, o en quien estará pensado. Ella sigue aumentando más y más el ritmo de
su coito particular… Mientras él sigue aumentando sus ganas de saber el
pensamiento de ella. Por fin una explosión de placer estalla en ambos cuerpos.
Él expectante… Ella gime intensamente varias veces antes de descubrir su
pensamiento en voz alta. Visa oroooooo!!!
Lorenzo López