No me fío de los que se fían de
aquellos que nos roban. No me fío de los que anuncian promesas mientras sus
dedos cruzan. No me fío del que fía, ni del que en los de azul confía. No me fío
ni de lo que piensan ni de lo que respiran. No me fío ni cuando duermen.
Mi es enfado firme, no nos dan nada.
Nos quitan oportunidades y nos desgastan los esfuerzos. Nos limitan la
paciencia mientras ellos cuentan nuestra pasta. No me fío ni del aliento que
desprenden cuando hablan construyendo mentiras sin parar. Añadiendo polémicas a
diario para despistar. No me fío de las sonrisas que solo afanan nuestro bien.
No me fío del silencio de los que sufrimos y callamos. No me fío de los gritos
cuando nadie los escucha. Ni quiero fiarme de los que dicen fiarse sin saber a quién
votan.
Me enfado con aquellos que gastan
nuestros presupuestos sanitarios o de las pensiones, por el simple hecho de
estar en el poder. Porque sí, porque los que mandan son lo que tienen los planes
de nuestro futuro incierto. Porque tenemos un rey que no reina, que ni manda ni
dirige ni nos sirve aún pagando. Y
tenemos una reina que habla ni suspira, que no brilla, que apenas sonríe en la
fotos, ni a solas derrama una lágrima por quienes le admiran. Tenemos un
presidente tan inútil que jamás sabrá donde dejó su corazón y su mente. Mal habla
lo que le escriben porque mal piensa y peor lee. Porque un suficiente en el
colegio, nunca será apropiado para dirigir un país. Y el resto de sus bandidos
no merecen ni respeto ni oportunidades, de estar más donde están. Ni comer de
nuestro trabajo ni beber de nuestro sudor. Porque no me fío de las leyes que
los amparan como a cualquiera. Porque quien roba para comer tiene pena de
cárcel… y los que estafan a un país entero y tienen permiso para ir de vacaciones. Un país donde desaparecen 60 mil millones y sus gentes siguen pasando hambre y penas, esa es la puta realidad.
Mi desencanto es cada día más
gris, más opaco, más vergonzoso de mantener a gente envuelta en trajes caros y
de mentiras desbordados. Siento vergüenza de escuchar los derechos de los que
nos quitan lo que es nuestro y se excusan diciendo que no sabían lo que
firmaban. Siento vergüenza de saber que hay jueces imputados intentando menguar
los delitos amañados, y cometidos por los que los eligieron.
Siento vergüenza cuando veo a
cuatro contados, intentando desarmar a los miles de mangantes que se esconden
bajo el cobijo azul, de un país que
se jugó su alma por mandar y a sus habitantes por dinero, poniendo flores de
plástico en nuestro altar, mientras ellos seducían a grandes empresarios con la
frescura de una rosa y un clavel colorado… el
mismo color de la sangre que nos quitan con el tiempo.
Me da tanta vergüenza que seguiría
sin parar, usando las palabras para derrotar más de uno sobre la mesa una
escuela de primaria, donde me juego la vida a que cualquier crío, les ganaba en
ciencias, ética o geografía… y en la
Europea también.
Lorenzo López